Josué 4 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 24 versitos |
1 Cuando todo el pueblo acabó de pasar el Jordán, el Señor dijo a Josué:
2 «Elegid doce hombres del pueblo, uno de cada tribu,
3 y dadles esta orden: “Sacad de aquí, del lecho del Jordán, donde se han posado los pies de los sacerdotes, doce piedras; pasadlas con vosotros y depositadlas en el lugar donde vais a pasar la noche”».
4 Llamó Josué a los doce hombres de los hijos de Israel que había elegido, uno de cada tribu,
5 y les dijo: «Pasad ante el Arca del Señor, vuestro Dios, hasta el medio del Jordán y cargad al hombro cada uno una piedra, una por cada tribu de los hijos de Israel,
6 para que queden como monumento entre vosotros. Cuando el día de mañana os pregunten vuestros hijos: “¿Qué son esas piedras?”,
7 les responderéis: “Es que el agua del Jordán quedó cortada ante el Arca de la Alianza del Señor: cuando el Arca atravesaba el Jordán, el agua del Jordán se cortó”. Estas piedras se lo recordarán a los hijos de Israel para siempre».
8 Los hijos de Israel lo hicieron así, según las órdenes de Josué: sacaron doce piedras del lecho del Jordán, una por cada tribu de los hijos de Israel, como había mandado el Señor a Josué; las llevaron hasta el lugar donde iban a pasar la noche y las depositaron allí.
9 Y Josué erigió doce piedras en medio del Jordán, donde se habían parado los pies de los sacerdotes portadores del Arca de la Alianza. Allí están todavía hoy.
10 Los sacerdotes que llevaban el Arca estuvieron quietos en medio del Jordán hasta que se cumplió todo lo que Josué había mandado al pueblo por orden del Señor (conforme en todo a lo que Moisés había ordenado a Josué). La gente se dio prisa en pasar.
11 En cuanto acabaron de pasar todos, pasó el Arca del Señor y los sacerdotes se pusieron a la cabeza del pueblo.
12 Los de Rubén, los de Gad y la media tribu de Manasés pasaron en orden de batalla a la cabeza de los hijos de Israel, como les había mandado Moisés.
13 Eran los que pasaron delante del Señor, hacia la llanura de Jericó, unos cuarenta mil guerreros armados, dispuestos para el combate.
14 Aquel día, el Señor engrandeció a Josué ante todo Israel y lo respetaron a él como habían respetado a Moisés mientras vivió.
15 El Señor dijo a Josué:
16 «Manda a los sacerdotes, portadores del Arca del Testimonio, que salgan del Jordán».
17 Josué les mandó: «Salid del Jordán».
18 Y en cuanto salieron de en medio del Jordán los sacerdotes portadores del Arca de la Alianza del Señor, nada más poner los pies en tierra, el agua del Jordán volvió a llenar el cauce y corrió como antes, hasta los bordes.
19 El pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero y acampó en Guilgal, al este de Jericó.
20 Josué erigió en Guilgal las doce piedras sacadas del Jordán.
21 Y dijo a los hijos de Israel: «Cuando el día de mañana vuestros hijos pregunten a sus padres: “¿Qué son esas piedras?”,
22 se lo explicaréis así a vuestros hijos: “Israel pasó ese Jordán a pie enjuto.
23 Es que el Señor vuestro Dios secó ante vosotros las aguas del Jordán hasta que pasasteis, lo mismo que había hecho el Señor, vuestro Dios, con el mar Rojo, que lo secó ante nosotros hasta que lo pasamos.
24 Para que todas las naciones del mundo reconozcan cuán poderosa es la mano de Señor y teman siempre al Señor, vuestro Dios”».

Patrocinio

 
 

Introducción a Josué

JOSUÉ

Este libro narra la ocupación de la tierra prometida, con la que se cierra el ciclo iniciado con las promesas a los patriarcas. Sin los hechos aquí narrados, la promesa de la tierra habría sido vana y la salida de Egipto una condena a la vida mísera del desierto. El libro de Josué es, pues, imprescindible para completar el relato del Pentateuco.

La idea central del libro es que la posesión de la tierra prometida a los padres es, para un israelita, el compendio de todos los bienes. Sus redactores relacionaron ese valor de la tierra con el valor supremo: la adhesión incondicional al Señor, Dios de Israel. La tierra prometida es un don del Señor, que se da con una condición: la fidelidad. Si Israel se aparta del Señor, el mismo Dios que les dio la tierra los expulsará de ella. Para evitarlo, hay que guardarse de toda contaminación de los cananeos. Por eso es necesario no mezclarse con ellos, sino exterminarlos. Junto a esto se concede mucha importancia a la unidad del pueblo: es preciso borrar cualquier diferencia entre las tribus. Es decir, Israel debe actuar siempre como un solo hombre.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

Patrocinio

Notas

Josué 4,1-18*3:1-4:18 En primavera, con el deshielo, el Jordán baja imponente; ello suponía un grave problema para los hombres, no para Dios, pues las aguas se dividirán ante el Arca de la Alianza, trono visible del Señor invisible, que participa en la guerra al frente de las huestes de Israel (Jos 6:1-27; Núm 10:35 s; 1Sa 4:3-8); así, la peligrosa aventura se convierte en una tranquila procesión litúrgica. El relato marca el paralelismo con el paso del mar Rojo (Éxo 14:1-31; Éxo 15:1-27). Como en Josué culminó la epopeya del antiguo éxodo, los Padres ven en él la figura de Cristo, autor del nuevo éxodo: los nombres de ambos son idénticos en hebreo.