I Juan 3 Nuevo Testamento (Bover-Cantera, 1957) 4ta Edición | 24 versitos |
1 Mirad qué tal amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios, y lo somos. Por eso el mundo no nos conoce a nosotros, porque no le conoció a él. *
2 Carísimos, desde ahora somos hijos de Dios, y todavía no se mostró qué seremos; sabemos que, cuando se mostrare, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es. *
3 Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica a si mismo, como él es puro.
4 Todo el que obra el pecado, hace también lo que es contra ley, y el pecado es el quebrantamiento de la ley. *
5 Y sabéis que él se manifestó para quitar de en medio nuestros pecados, y en él no existe pecado. *
6 Todo el que permanece en él, no peca; todo el que peca, no le ha visto ni le ha conocido.*
7 Hijuelos, nadie os engañe: quien obra la justicia es justo, como él es justo;
8 quien obra el pecado, del diablo procede, porque el diablo peca desde el principio. Para esto se manifestó el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo.
9 Todo el que ha nacido de Dios no obra pecado, porque el germen de Dios permanece en él, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios.
10 En esto se manifiestan los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra justicia no es de Dios, y tampoco el que no ama a su hermano.
11 Porque éste es el mensaje que oísteis desde el principio: que nos amemos los unos a los otros;
12 no como Caín: era de la raza del malo y asesinó a su hermano. Y ¿por qué razón le asesinó? Porque sus obras eran perversas, y las de su hermano, justas.
13 No os maravilléis, hermanos, si os aborrece el mundo.
14 Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos; quien no ama, permanece en la muerte.
15 Todo el que aborrece a su hermano es homicida, y sabéis que todo homicida no tiene vida eterna permanente en sí mismo.
16 En esto hemos conocido la caridad, en que él dio su vida por nosotros; también nosotros debemos dar las vidas por los hermanos. *
17 Pues quien poseyere los bienes del mundo, y viere a su hermano tener necesidad, y cerrare sus entrañas, desviándose de él, ¿cómo la caridad de Dios mora en él?*
18 Hijuelos míos, no amemos de palabra y con la lengua, sino con obra y de verdad.
19 Y en esto conoceremos que somos de la verdad, y delante de él aquietaremos nuestros corazones; *
20 porque si nos condenare el corazón..., pues mayor es Dios que nuestro corazón y conoce todas las cosas. *
21 Carísimos, si el corazón no condena, confianza tenemos con Dios
22 y cuanto le pidiéremos lo recibimos de él, pues observamos sus mandamientos y hacemos lo que es grato a sus ojos.
23 Y éste es su mandamiento, que creamos en el nombre de su Hijo Jesu-Cristo y nos amemos los unos a los otros, según que nos dio mandamiento de ello.
24 Y el que observa sus mandamientos, en él permanece, y él en él; y en esto conocemos que permanece en nosotros, por el Espíritu que nos dio.

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Introducción a I Juan




I EPÍSTOLA DE SAN JUAN

EL AUTOR. — El autor de la Epístola no es otro que el autor del cuarto Evangelio. Aun cuando la tradición no lo afirmara, bastaba la crítica interna para convencerle plenamente. La identidad de pensamiento y de estilo - y se trata del pensamiento y del estilo de Juan, inimitables - delatan la mano del autor. OCASIÓN Y OBJETO. — Entre los discípulos de Cristo habían comenzado a surgir los anticristos. El principal de ellos era Cerinto, que rebajaba torpemente la persona del Salvador. Imaginando que el Cristo era un ser superior, un eón, enseñaba que se unió a él en el bautismo de Juan, pero que le desamparó en la cruz; admitía que Cristo había venido en agua, pero no en sangre. Contra esas novelerías blasfemas alza su voz el apóstol para afirmar que «éste es el que vino por agua y sangre, Jesús Mesías: y Mesías no en el agua solamente, sino en el agua y en la sangre» 5:6): Mesías en el bautismo y Mesías en la cruz. Y también Hijo de Dios. Naturalmente, a la heterodoxia de la doctrina seguía el desarreglo de las costumbres. Por esto el apóstol, además de volver por los fueros de la verdad y de la tradición apostólica (2:24; 3:11), inculca el apartamiento del mundo y la observancia de los mandamientos, singularmente del gran mandamiento, antiguo y nuevo, del amor. CARÁCTER. — La Epístola, que apenas tiene la forma de carta ordinaria, es más bien un mensaje y un testimonio. Y al transmitir este mensaje, Juan se remonta a las supremas categorías de la verdad, de la vida y del amor. No menos que la verdad, el amor es luz. Dios es luz, y luz también su revelación y sus mandamientos; y quien los observa está en la luz y camina en la luz. A la alteza trascendente del pensamiento responde la luminosa diafanidad de la palabra. Reaparecen en la Epístola aquellas repeticiones rítmicas y orientadoras del Evangelio y aquellas ondulaciones concéntricas y harmónicas. Y todo esto en un lenguaje sereno, plácido, sugestivo, maravilla literaria, sólo superada por la palabra del Maestro.



Fuente: Sagrada Biblia (Bover-Cantera, 1957)

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Notas

I Juan 3,1

NO NOS CONOCE: no conoce lo que somos, es decir, hijos de Dios: y no puede conocernos como a tales puesto que desconoce a Dios como Padre.


I Juan 3,2

NO SE MOSTRÓ QUÉ SEREMOS: nuestra divina filiación, recogida en el interior, no ha ostentado todavía toda su magnificencia.

|| SEREMOS SEMEJANTES A ÉL: la gracia y la gloria son una elevación sobrenatural al orden divino, una semejanza de Dios cual es en sí, una participación «de la divina naturaleza» (2Pe_1:4).

|| PORQUE LE VEREMOS TAL COMO ES: se promete la visión intuitiva de Dios cual es en sí, cara a cara (1Co_13:12; 2Co_5:7-8). Semejante visión facial de Dios se aduce no como la razón formal de la semejanza con Dios, sino como prenda de ella.


I Juan 3,4

EL PECADO ES EL QUEBRANTAMIENTO DE LA LEY: exacta definición del pecado. En el versículo paralelo (1Jn_3:8) se añade que «quien obra el pecado, del diablo procede», es decir, es hijo del diablo (1Jn_3:10).


I Juan 3,4-9

Este pasaje consta de dos ciclos paralelos (1Jn_3:4-6 = 1Jn_3:7-9), que mutuamente se explican. En cada uno de ellos predominan estos tres pensamientos: naturaleza del pecado, fin de la venida del Hijo de Dios, ausencia del pecado en los hijos de Dios.


I Juan 3,5

SE MANIFESTÓ PARA QUITAR DE EN MEDIO NUESTROS PECADOS: supuesta la relación del pecado con el diablo, esta afirmación coincide con la del versículo paralelo (1Jn_3:8): «para destruir las obras del diablo».


I Juan 3,6

TODO EL QUE PERMANECE EN ÉL NO PECA: en el versículo paralelo (1Jn_3:9) se afirma no sólo la ausencia del pecado, sino la impotencia de pecar; y se da como razón «porque el germen de Dios permanece en él». Esta impotencia no es física, sino puramente moral; y consiste en que la gracia, que es GERMEN DE DIOS, cuando prende en el alma y se desenvuelve normalmente y sin obstáculos que la neutralicen, de tal manera la corrobora y estabiliza en el bien, que la hace superior a todas las violencias o seducciones del mal. Los hechos confirman esta afirmación de Juan y la explican. Los santos, después que se entregaron plenamente a Dios, ya no pecaron mortalmente. Este hecho, tan frecuente y constante, no se explica sin una imposibilidad interna de pecar. Mas no por esto pierden la libertad en el obrar el bien.


I Juan 3,16

EN ESTO HEMOS CONOCIDO LA CARIDAD: es decir, qué cosa es amar, hasta dónde se extiende la caridad.

|| EN QUE ÉL…: es frecuente en toda la Epístola designar a Cristo por el simple pronombre «él». Estaba el discípulo amado tan lleno de Cristo, que pensaba que con decir «él» ya todos entenderían de quién hablaba.


I Juan 3,17

¿CÓMO LA CARIDAD DE Dios MORA EN ÉL?: con esta consecuencia encarece Juan el carácter o temple teológico de la caridad fraterna.


I Juan 3,19

EN ESTO: en que amamos a nuestros hermanos «con obra y de verdad».

|| QUE SOMOS LA VERDAD: del bando de la verdad, como hijos de la verdad.

|| AQUIETAREMOS NUESTROS CORAZONES: hallaremos la paz de la conciencia.


I Juan 3,20

MAYOR ES DIOS…: si despreciáremos las acusaciones de la propia conciencia, no podremos despreciar los reproches de Dios.