Eclesiástico 3 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 31 versitos |
1 ° Hijos, escuchad a vuestro padre, | hacedlo así y viviréis.
2 Porque el Señor honra más al padre que a los hijos | y afirma el derecho de la madre sobre ellos.
3 Quien honra a su padre expía sus pecados,
4 y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.
5 Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos | y cuando rece, será escuchado.
6 Quien respeta a su padre tendrá larga vida, | y quien honra a su madre obedece al Señor.
7 Quien teme al Señor honrará a su padre | y servirá a sus padres como si fueran sus amos.
8 Honra a tu padre de palabra y obra, | para que su bendición llegue hasta ti.
9 Porque la bendición del padre asegura la casa de sus hijos, | y la maldición de la madre arranca los cimientos.
10 No te gloríes en la deshonra de tu padre, | pues su deshonra no es para ti motivo de gloria.
11 Porque la gloria de un hombre es la honra de su padre, | y una madre deshonrada es la vergüenza de los hijos.
12 Hijo, cuida de tu padre en su vejez | y durante su vida no le causes tristeza.
13 Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él | y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.
14 Porque la compasión hacia el padre no será olvidada | y te servirá para reparar tus pecados.
15 En la tribulación el Señor se acordará de ti, | como el hielo ante el calor así se diluirán tus pecados.
16 Quien abandona a su padre es un blasfemo, | y un maldito del Señor quien irrita a su madre.
17 Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, | y te querrán más que al hombre generoso.
18 Cuanto más grande seas, más debes humillarte, | y así alcanzarás el favor del Señor.
19 Muchos son los altivos e ilustres, | pero él revela sus secretos a los mansos.
20 Porque grande es el poder del Señor | y es glorificado por los humildes.
21 No pretendas lo que te sobrepasa, | ni investigues lo que te excede.
22 Pon atención a lo que se te encomienda, | porque no tienes necesidad de cosas secretas.
23 No te afanes por lo que supera tus capacidades, | pues ya te han enseñado cosas que te desbordan.
24 Pues a muchos desvió su presunción, | y las falsas ilusiones extraviaron sus pensamientos.
25 Si no tienes pupilas, te faltará la luz; | si careces de ciencia, no la proclames.
26 Corazón obstinado mal acaba, | y el que ama el peligro en él sucumbe.
27 Corazón obstinado se acarrea fatigas, | y el pecador acumula pecado tras pecado.
28 La desgracia del orgulloso no tiene remedio, | pues la planta del mal ha echado en él sus raíces.
29 Un corazón prudente medita los proverbios, | un oído atento es el deseo del sabio.
30 El agua apaga el fuego ardiente, | y la limosna perdona los pecados.
31 Quien responde con favores será recordado más tarde, | y cuando llegue la caída encontrará un apoyo.

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Introducción a Eclesiástico

ECLESIÁSTICO

Este libro, también conocido como Sirácida o de Ben Sira, fue tan leído en la Iglesia antigua que recibió el nombre de Eclesiástico, es decir, libro de la asamblea (ekklesia). Es el único libro del Antiguo Testamento que lleva la firma de su autor (Sir 50:27); fue escrito originalmente en hebreo por un maestro de sabiduría conocido como Jesús Ben Eleazar Ben Sira, hacia el 180 a.C. en Jerusalén. Ben Sira fue un sabio, un escriba profesional enamorado de la ley y de la sabiduría. Su pretensión fue transmitir el patrimonio religioso de Israel a las nuevas generaciones que, sin duda, sentían la atracción del mundo griego y de su cultura. Sin rechazar por principio las nuevas ideas que se iban infiltrando en la sociedad judía, el sabio supo inculcar a los jóvenes el valor de sus tradiciones y, sobre todo, su fe incondicional en Dios

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

Eclesiástico 3,1-16*3:1-16 En línea con la tradición bíblica anterior (Lev 19:3; Pro 19:26; Pro 28:24; Pro 30:11; Eze 22:7), Ben Sira se preocupa por las relaciones entre padres e hijos. Tanto es así que dedica su primera lección práctica a tratar sobre los deberes de los hijos para con los padres. En esta instrucción, el sabio no se limita a exhortar a los discípulos, sino que hace una reflexión profunda sobre el cuarto mandamiento del Decálogo (véase Deu 5:16).