Baruc 2 La Biblia (Serafín de Ausejo, 1975) | 35 versitos |
1 Por eso cumplió el Señor la palabra que pronunció contra nosotros, contra nuestros jueces que juzgaron a Israel, contra nuestros reyes, contra nuestros príncipes y contra todos los hombres de Israel y de Judá.
2 Nunca sucedió bajo el cielo cosa semejante a la que Él hizo en Jerusalén, de acuerdo con lo que está escrito en la ley de Moisés:
3 que llegaríamos a comer la carne de nuestros propios hijos y de nuestras hijas.
4 Los entregó en poder de todos los reinos que nos rodean y los convirtió en objeto de burla y baldón de todos los pueblos circunvecinos entre los cuales los dispersó el Señor.
5 En vez de dominar fueron dominados, por haber pecado contra el Señor, nuestro Dios, al no escuchar su voz.
6 Al Señor, nuestro Dios, la justicia; a nosotros, y a nuestros padres, la vergüenza en el rostro, como sucede hoy.
7 Nos han sobrevenido todos los males que el Señor anunció contra nosotros.
8 Pero nosotros no hemos suplicado al Señor, para que nos convirtiera a cada uno de los pensamientos de su malvado corazón.
9 Por eso el Señor ha estado vigilante y ha descargado sobre nosotros todos estos males, porque el Señor es justo en todas las obras que nos mandó.
10 Pero nosotros no oímos su voz, que nos ordenaba caminar por los preceptos del Señor, que él mismo puso ante nosotros.
11 Y ahora, Señor, Dios de Israel, que sacaste a tu pueblo de la tierra de Egipto con mano fuerte, con señales y prodigios, con gran potencia y brazo extendido, e hiciste famoso tu nombre, como se ve hoy,
12 hemos pecado, hemos sido impíos, hemos sido injustos, Señor, Dios nuestro, contra todos tus preceptos.
13 Apártese tu ira de nosotros, pues hemos quedado muy pocos en las naciones entre las que nos has dispersado.
14 Escucha, Señor, nuestra oración y nuestra súplica
15 para que toda la tierra sepa que tú eres el Señor, Dios nuestro, y que has dado tu nombre a Israel y a su descendencia.
16 Señor, mira desde tu santa casa y piensa en nosotros; inclina, Señor, tu oído y escucha;
17 abre, Señor, tu ojos y mira que no son los muertos que están en el hades, cuyo espíritu ha sido sacado de sus entrañas, los que darán gloria y justicia al Señor;
18 sino que es el alma colmada de aflicción, el que camina encorvado y extenuado, los ojos lánguidos y el alma hambrienta, el que cantará tu gloria y tu justicia, Señor.
19 Porque no es por los méritos de nuestros padres y de nuestros reyes por lo que te dirigimos nuestras súplicas, Señor Dios nuestro,
20 sino porque has descargado tu indignación y tu ira sobre nosotros, como lo habías proclamado por medio de tus siervos, los profetas, cuando decían:
21 "Así dice el Señor
22 Pero si no escucháis la voz del Señor que os manda servir al rey de Babilonia,
23 haré cesar en las ciudades de Judá y en Jerusalén la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz del esposo y la voz de la esposa, y toda la tierra se convertirá en un desierto inhabitado".
24 Pero, como no escuchamos tu voz, la que nos mandaba servir al rey de Babilonia, por eso cumpliste las palabras que habías proclamado por medio de tus siervos, los profetas, de que serían removidos de sus lugares los huesos de nuestros reyes y los huesos de nuestros padres.
25 Y así ha sido, en efecto
26 Y redujiste el templo sobre el que se invocaba tu nombre al estado en que hoy se encuentra por la maldad de la casa de Israel y de la casa de Judá.
27 Tú, sin embargo, has actuado con nosotros, Señor Dios nuestro, con toda tu bondad y con toda tu gran misericordia,
28 como lo habías predicho por medio de tu siervo Moisés en el día en que le mandaste escribir tu ley en presencia de los hijos de Israel, diciendo:
29 "Si no escucháis mi voz, esta grande e innumerable multitud será reducida ciertamente a un pequeño número en medio de las naciones entre las que los dispersaré.
30 Pues yo sé que no me escucharán, porque es un pueblo de dura cerviz; pero volverán a entrar dentro de sí mismos en el país de su destierro,
31 y conocerán que yo soy el Señor, su Dios. Les daré un corazón y unos oídos que oigan.
32 Me alabarán en el país de su destierro y se acordarán de mi nombre;
33 se arrepentirán de su dura cerviz y de sus malas acciones, al recordar la suerte de sus padres, que pecaron contra el Señor.
34 Los volveré a la tierra que prometí bajo juramento a sus padres, Abrahán, Isaac y Jacob, y se harán dueños de ella. Los multiplicaré y no disminuirán.
35 Estableceré con ellos una alianza eterna

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Fuente: Comentario al Nuevo Testamento (Serafín de Ausejo, 1975)

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Notas