I Samuel 14 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 52 versitos |
1 Cierto día Jonatán, hijo de Saúl, dijo a su joven escudero: «Anda, pasemos hasta la guarnición filistea que se encuentra al otro lado». Pero no informó a su padre.
2 Saúl se encontraba en el extremo de Guibeá, bajo el granado que hay en Migrón, y llevaba consigo unos seiscientos hombres.
3 Ajías, hijo de Ajitub, hermano de Icabod, hijo de Pinjás, hijo de Elí, sacerdote del Señor en Siló, era el que llevaba el efod. El pueblo no sabía que Jonatán se había ido.
4 Entre las gargantas por las que Jonatán buscaba pasar a la guarnición de los filisteos había un saliente rocoso a cada lado: uno se llamaba Bosés y el otro Sene.
5 Uno de los salientes se levantaba al norte, frente a Micmás, y el otro al sur, frente a Guibeá.
6 Jonatán dijo entonces a su joven escudero: «Anda, pasemos hasta la guarnición de esos incircuncisos. Tal vez el Señor actúe en favor nuestro. Pues no le es difícil dar la victoria con muchos o con pocos».
7 El escudero respondió: «Obra en todo según tu corazón. Adelántate, que estoy contigo, según tu deseo».
8 Jonatán dijo: «Vamos a pasar hacia esos hombres y nos dejaremos ver por ellos.
9 Si nos dicen: “Deteneos hasta que lleguemos junto a vosotros”, nos quedaremos donde estamos y no subiremos hasta ellos.
10 Pero si nos dicen: “Subid hacia nosotros”, subiremos, pues el Señor los ha entregado en nuestras manos. Esta será nuestra señal».
11 Los dos se dejaron ver por la guarnición filistea. Entonces los filisteos comentaron: «Los hebreos salen de los escondrijos donde se habían escondido».
12 Los de la guarnición gritaron a Jonatán y a su escudero: «Subid hasta nosotros para que os enseñemos una cosa». Jonatán dijo entonces a su escudero: «Sube tras de mí, porque el Señor los ha entregado en manos de Israel».
13 Jonatán subió valiéndose de pies y manos y detrás de él su escudero. E iban cayendo los filisteos ante Jonatán, mientras su escudero los remataba.
14 Los hombres que Jonatán y su escudero mataron en este primer golpe fueron unos veinte, en un espacio como la mitad de un campo de labor de una yugada.
15 Cundió el pánico en el campamento, en el campo y en toda la gente. Se sobresaltaron también la guarnición y la fuerza de choque. El país se estremeció y sobrevino un terror de parte de Dios.
16 Los centinelas de Saúl en Guibeá de Benjamín vieron que una multitud de gente iba de acá para allá, presa de agitación.
17 Entonces Saúl ordenó a la gente que estaba con él: «Pasad revista y ved quién de los nuestros se ha marchado». Pasaron revista y no aparecieron ni Jonatán ni su escudero.
18 Saúl mandó a Ajías: «Acerca el Arca de Dios». El Arca de Dios se encontraba entonces con los hijos de Israel.
19 Mientras Saúl estaba hablando al sacerdote, el tumulto en el campamento filisteo fue a más. Saúl ordenó al sacerdote: «Aparta tu mano».
20 Saúl y toda su gente se reagruparon y llegaron al lugar de la refriega. Resulta que la espada de cada uno se había vuelto contra el otro, originándose un desconcierto enorme.
21 Los hebreos que habían estado antes al servicio de los filisteos y los de los alrededores que habían subido con ellos al campamento estaban también con los israelitas de Saúl y Jonatán.
22 Y los hombres de Israel que se habían escondido en la montaña de Efraín, al oír que habían huido los filisteos, también los hostigaron.
23 El Señor salvó aquel día a Israel. La guerra se extendió hasta Betavén.
24 Los hombres de Israel se encontraban extenuados aquel día, porque Saúl había conjurado a la tropa, diciendo: «Maldito el que pruebe bocado antes de que llegue la tarde y me haya vengado de mis enemigos». Y el pueblo no probó bocado.
25 Todo el mundo entró en el bosque y había miel en la superficie del suelo.
26 La tropa entró en el bosque, que destilaba miel. Pero nadie llevó su mano a la boca, porque temían el juramento.
27 Jonatán no había escuchado lo que su padre les había hecho jurar. Alargó el extremo del bastón que tenía en la mano, lo mojó en el panal de miel y se llevó la mano a la boca, mientras sus ojos comenzaron a brillar.
28 Entonces uno de la tropa tomó la palabra y le dijo: «Tu padre ha hecho jurar, diciendo: “Maldito el hombre que pruebe bocado hoy”, a pesar de que la tropa estaba desfallecida».
29 Jonatán respondió: «Mi padre ha traído la desgracia al país. Mirad cómo han comenzado a brillar mis ojos por haber probado un poco de esa miel.
30 ¡Cuánto mayor hubiera sido la derrota de los filisteos, si la tropa hubiera comido hoy del botín tomado a sus enemigos!».
31 Aquel día batieron a los filisteos, desde Micmás a Ayalón. Y la tropa, completamente agotada,
32 se lanzó al botín y se apropió de ovejas, vacas y becerros. Los degollaron en tierra y los comían con la sangre.
33 Se lo comunicaron a Saúl: «La tropa está pecando contra el Señor al comer con sangre». Saúl dijo: «Habéis sido infieles. Rodadme hoy una piedra grande».
34 Luego ordenó: «Desperdigaos entre la gente y decidles: “Que cada uno me traiga su toro y su oveja para degollarlos aquí y comerlos sin que pequéis contra el Señor, tomando la sangre”». Cada uno trajo aquella noche el toro que tenía y los degollaron allí mismo.
35 Saúl construyó un altar al Señor. Así empezó a construir altares al Señor.
36 Entonces Saúl propuso: «Bajemos de noche contra los filisteos y saqueémoslos hasta el amanecer, de modo que no quede ni uno». Dijeron: «Haz lo que te parezca bien». El sacerdote ordenó: «Acerquémonos a consultar a Dios».
37 Saúl consultó a Dios: «¿He de bajar contra los filisteos? ¿Los entregarás en manos de Israel?». Pero no le respondió aquel día.
38 Saúl ordenó: «Acercaos acá todos los jefes del pueblo, averiguad y ved quién ha cometido hoy este pecado.
39 Pues vive el Señor, el salvador de Israel, que ese tal morirá ciertamente, aunque se trate de mi hijo Jonatán». Y ninguno del pueblo le replicó.
40 Dijo a todo Israel: «Vosotros estaréis de un lado. Yo y mi hijo Jonatán estaremos del otro lado». El pueblo respondió: «Haz lo que te parezca bien».
41 Entonces dijo Saúl al Señor, Dios de Israel: «¿Por qué no respondes hoy a tu siervo? Si la culpa está en mí o en mi hijo Jonatán, que salga urim; si está en tu pueblo, que salga tumim». Cayó la suerte en Jonatán y Saúl, y el pueblo quedó libre.
42 Saúl dijo: «Echad a suertes entre mi hijo Jonatán y yo». Y le tocó la suerte a Jonatán.
43 Saúl le preguntó: «Dime qué has hecho». Jonatán contestó: «Probé un poco de miel con el extremo del bastón que llevo en mi mano. Aquí estoy dispuesto a morir».
44 Saúl declaró: «Que Dios me castigue, si no mueres sin remisión, Jonatán».
45 Pero el pueblo dijo a Saúl: «¿Va a morir Jonatán, que ha logrado esta gran victoria en Israel? Nada de eso. Vive el Señor que no ha de caer al suelo ni un solo cabello de su cabeza, porque hoy ha obrado con la ayuda de Dios». El pueblo libró a Jonatán y no murió.
46 Saúl dejó de perseguir a los filisteos. Y estos volvieron a su territorio.
47 Cuando Saúl alcanzó el reino sobre Israel, luchó contra todos los enemigos de su alrededor, contra Moab, contra los amonitas, contra Edón, contra los reyes de Soba y contra los filisteos. Y fuera adonde fuera, siempre vencía.
48 Con el uso de la fuerza batió a Amalec y salvó a Israel de manos de los que lo saqueaban.
49 Los hijos de Saúl fueron: Jonatán, Yisví y Malquisúa. Y sus dos hijas se llamaban Merab, la primogénita, y Mical, la pequeña.
50 Su mujer se llamaba Ajinoán, hija de Ajimaas. Y el jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl.
51 Quis, el padre de Saúl, y Ner, el padre de Abner, eran hijos de Abiel.
52 La guerra contra los filisteos fue encarnizada en los días de Saúl. En cuanto veía algún hombre valiente y aguerrido, Saúl lo reclutaba para él.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

1 y 2 Samuel eran originariamente un solo libro y su título le fue dado en razón de la notoriedad de Samuel, a pesar de que la última alusión a su persona sea la de la muerte en 1Sa 25:1-44, y su figura esté ausente del segundo libro. Sus capítulos se suceden cronológicamente desde el final de la época de los jueces hasta los últimos hechos de David. El punto central del libro, la monarquía, se presenta como urgida por necesidades humanas de organización, pero recibe una severa crítica, tanto explícita como insinuada, por no haber tenido en cuenta ni la soberanía ni la voluntad de Dios. Y es que la institución monárquica no podía entenderse de otro modo que situada bajo el único señorío de Dios. En este sentido, David aparecerá como el modelo ideal de rey.

La monarquía, a pesar de su fracaso advenido con el exilio (587 a.C.), abrió paso a las esperanzas mesiánicas, merced a la promesa de 2Sa 7:1-29. Las palabras de Natán salvaron el veredicto condenatorio de la historia, porque, a pesar de que los últimos reyes no hubiesen sido dignos de las promesas, salvo excepciones, y la trayectoria de la historia nacional fuera decepcionante, quedaba en pie la firme voluntad de Dios de suscitar un vástago, un ungido o mesías, que se hizo realidad mil años después en Jesús, el Niño nacido de la estirpe de David en Belén.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

I Samuel 14,1-52*13-16 Estos capítulos presentan el declinar del primer rey y la aparición del segundo. Saúl perdió el protagonismo de las luchas con los filisteos, que fue a parar a manos de su hijo Jonatán. Y, en cuanto al comportamiento religioso que lo llevó a ser abandonado por Dios, se le imputó la falta de haber ofrecido el sacrificio en ausencia de Samuel (1Sa 13:1-23), sobrepasar sus atribuciones obligando al ayuno y promoviendo la erección de altares (1Sa 14:1-52), y de no entregar al anatema las vidas y bienes de una ciudad (1Sa 15:1-35). David, en cambio, fue distinguido por la mirada de Dios y contó con su compañía (1Sa 16:1-23).