I Samuel 5 Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011) | 12 versitos |
1 Los filisteos apresaron el Arca de Dios y la condujeron de Ebenézer a Asdod.
2 Cogieron después el Arca de Dios, la introdujeron en el templo de Dagón y la instalaron a su lado ° .
3 A la mañana siguiente, los habitantes de Asdod se levantaron temprano y encontraron a Dagón caído de bruces en tierra ante el Arca del Señor. Lo recogieron y lo volvieron a poner en su sitio.
4 A la mañana siguiente se levantaron y encontraron nuevamente a Dagón caído de bruces en tierra ante el Arca del Señor. Su cabeza y las palmas de las manos estaban cortadas junto al umbral. No quedaba de él más que un poco.
5 Por eso los sacerdotes y cuantos entran en el templo de Dagón en Asdod no pisan el umbral hasta el día de hoy.
6 La mano del Señor cargó sobre los habitantes de Asdod y los asoló, hiriendo con tumores a Asdod y su entorno.
7 Al ver lo que sucedía, las gentes de Asdod dijeron: «No siga entre nosotros el Arca del Dios de Israel, pues su mano carga duramente sobre nosotros y sobre nuestro dios Dagón».
8 Convocaron a todos los príncipes de los filisteos, y les preguntaron: «¿Qué tenemos que hacer con el Arca del Dios de Israel?». Respondieron: «Sea trasladada a Gat». Y trasladaron el Arca del Dios de Israel.
9 Una vez trasladada el Arca, la mano del Señor causó un pánico enorme en la ciudad. Hirió a sus gentes, desde el pequeño al grande, y les salieron tumores.
10 Entonces enviaron el Arca de Dios a Ecrón. Pero, cuando llegó a Ecrón, los ecronitas gritaron: «Nos han traído el Arca del Dios de Israel, para hacernos morir a nosotros y a nuestro pueblo».
11 Convocaron a todos los príncipes de los filisteos y les dijeron: «Despedid el Arca del Dios de Israel y torne a su lugar, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo». Había un pánico mortal en toda la ciudad, porque la mano de Dios se había hecho allí muy pesada.
12 A los que no morían les salían tumores y el clamor de la ciudad subía hasta el cielo.

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Introducción a I Samuel

1 SAMUEL

1 y 2 Samuel eran originariamente un solo libro y su título le fue dado en razón de la notoriedad de Samuel, a pesar de que la última alusión a su persona sea la de la muerte en 1Sa 25:1-44, y su figura esté ausente del segundo libro. Sus capítulos se suceden cronológicamente desde el final de la época de los jueces hasta los últimos hechos de David. El punto central del libro, la monarquía, se presenta como urgida por necesidades humanas de organización, pero recibe una severa crítica, tanto explícita como insinuada, por no haber tenido en cuenta ni la soberanía ni la voluntad de Dios. Y es que la institución monárquica no podía entenderse de otro modo que situada bajo el único señorío de Dios. En este sentido, David aparecerá como el modelo ideal de rey.

La monarquía, a pesar de su fracaso advenido con el exilio (587 a.C.), abrió paso a las esperanzas mesiánicas, merced a la promesa de 2Sa 7:1-29. Las palabras de Natán salvaron el veredicto condenatorio de la historia, porque, a pesar de que los últimos reyes no hubiesen sido dignos de las promesas, salvo excepciones, y la trayectoria de la historia nacional fuera decepcionante, quedaba en pie la firme voluntad de Dios de suscitar un vástago, un ungido o mesías, que se hizo realidad mil años después en Jesús, el Niño nacido de la estirpe de David en Belén.

Fuente: Sagrada Biblia (Conferencia Episcopal Española, 2011)

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Notas

I Samuel 5,1-12*1-7 Samuel, Elí y el Arca son protagonistas de estos capítulos, enmarcados en torno a la geografía del santuario de Siló y del territorio filisteo. La trayectoria de Samuel está cuidadosamente delineada, desde las dificultades de su venida al mundo al ejercicio de la judicatura. Elí aparece ligado hasta la muerte a su función sacerdotal en Siló. Y el Arca se presenta victoriosa sobre los filisteos.


I Samuel 5,2-4*5:2-4 Dagón era uno de los dioses con más arraigo en el Oriente bíblico, estrechamente relacionado con la lluvia y la fertilidad. La postura de su imagen, caída de bruces en tierra, era equívoca: podía tratarse de un accidente o de un gesto de reverencia ante el Arca (Jos 7:6).