Romanos  9, 6-22

No tal, que ande por los suelos la palabra de Dios. Que no todos los descendientes de Israel, ésos son Israel; * ni porque son descendencia de Abrahán son todos hijos; sino que «en Isaac será llamada tu descendencia» (Gen 21:12). Esto es, no los hijos de la carne ésos son hijos de Dios, sino los hijos de la promesa son contados como descendencia. Que tal fue la palabra de la promesa: «Hacia este tiempo vendré, y tendrá Sara un hijo» (Gen 18:10; 14). Ni sólo esto, sino que también Rebeca, habiendo concebido de uno solo, de Isaac nuestro padre* — pues cuando todavía no habían nacido ni hecho cosa buena o mala (para que el designio de Dios, hecho por libre elección, se mantuviese, no en virtud de obras, sino por gracia del que llama)—, le fue dicho a ella que «el mayor servirá al menor» (Gen 25:23); según está escrito; «Amé a Jacob y odié a Esaú» (Mal 1:2-3). ¿Qué diremos, pues? ¿Por ventura hay injusticia en Dios? ¡Eso, no! Porque a Moisés dice: «Me compadeceré de quien me compadezca y me apiadaré de quien me apiade» (Ex 33:19). Así, pues, no está en que uno quiera ni en que uno corra, sino en que se compadezca Dios. Porque dice la Escritura a Faraón: «Para esto precisamente te enaltecí, para ostentar en ti mi poder y para que sea celebrado mi nombre en toda la tierra» (Ex 9:16). Así, pues, de quien quiere se compadece y a quien quiere endurece. * Me dirás, pues, ¿a qué, pues, se querella todavía? Porque a su resolución, ¿quién se opuso? * —Hombre, hombre, ¡vamos! ¿Tú quién eres, que le plantas cara a Dios? ¿Por ventura dirá la pieza de barro al que la modela: Por qué me hiciste así? ¿O es que no tiene el alfarero dominio sobre el barro para de una misma masa hacer tal vaso para honor y tal otro para vileza? ¿Y si Dios, aun queriendo ostentar su ira y manifestar su poder, soportó con mucha longanimidad los vasos de ira dispuestos para la perdición; *
Ver contexto