Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Guerras con los árameos (20:1-34).
1
Ben Hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército. Tenía consigo treinta y dos reyes vasallos, caballos y carros. Subió y puso sitio a Samaría, 2
y mandó mensajeros que dijesen a Ajab, rey de Israel: 3
Así habla Ben Hadad: Tu plata y tu oro son míos, mías tus mujeres y míos tus hijos. 4
El rey de Israel respondió: Rey, mi señor, yo soy tuyo, y tuyo es, como tú dices, todo lo que yo tengo. 5
Volvieron los mensajeros y dijeron: Así habla Ben Hadad: Yo te he mandado a decir: Entrégame tu plata y tu oro, tus mujeres y tus hijos. 6
Mañana, pues, a estas horas, yo mandaré a ti mis servidores para que escudriñen tu casa y la de tus siervos y pongan su mano sobre cuanto de precioso encuentren y me lo traigan. 7
El rey de Israel convocó a todos los ancianos de Israel y les dijo: Oíd bien y entended que este hombre nos quiere mal; porque él me ha pedido mis mujeres y mis hijos, mi plata y mi oro, y yo no se los he rehusado. 8 Todos los ancianos del pueblo dijeron a Ajab: No le oigas y niégate a ello. 9
Y él les dijo a los mensajeros de Ben Hadad: Decid a vuestro señor el rey: Yo haré todo lo que has mandado a decir a tu siervo la primera vez, pero esto otro no puedo hacerio. Los mensajeros se fueron y le llevaron la respuesta 10
Ben Hadad mandó a decir a Ajab: Que esto me hagan los dioses y esto me añadan si el polvo de Samaría basta para llenar el hueco de la mano del pueblo todo que me sigue, u Y el rey de Israel respondió: Decidle que no ha de alabarse el que se ciñe como el que ya se desciñe, l2
Cuando Ben Hadad recibió esta respuesta, estaba bebiendo en su tienda con los reyes vasallos y dijo a sus servidores: Preparaos. E hicieron sus preparativos contra la ciudad. 13
Acercóse a Ajab, rey de Israel, un profeta y le dijo: Así habla Yahvé, Dios de Israel: ¿Ves toda esta muchedumbre? Voy a entregarla en tus manos, y así sabrás que yo soy Yahvé. 14
Ajab preguntó: ¿Por mano de quién? Y él respondió: Así dice Yahvé: Por mano de los servidores de los jefes de provincia. Ajab preguntó más: ¿Quién comenzará el combate? Y él respondió: Tú mismo, is Entonces Ajab revistó a los servidores de los jefes de provincia, en todo doscientos treinta y dos. Luego revistó a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que fueron siete mil. 16
Hicieron una salida al mediodía, mientras Ben Hadad estaba bebiendo y embriagándose en las tiendas con los treinta y dos reyes, sus auxiliares. 17
Salieron los primeros los servidores de los jefes de provincia. Ben Hadad fue informado y le dijeron: Los de Samaría han hecho una salida. 18
Y él respondió: Si han salido de paz, traédmelos vivos, y si han salido en guerra, traédmelos vivos. 19
Una vez que los servidores de los jefes de provincia salieron de la ciudad, y tras ellos el ejército, 20
cada uno de ellos mató a su hombre, y los sirios emprendieron la fuga. Israel los persiguió. Ben Hadad, rey de Siria, se salvó en un caballo con algunos de la caballería. 21
El rey de Israel salió y destrozó a la caballería y a los carros, haciendo en los sirios gran estrago. 22
Entonces se acercó al rey de Israel el profeta y le dijo: Ve y fortifícate, y mira lo que debes hacer, porque el rey de Siria volverá contra ti a la vuelta del año. 23
Los servidores del rey de Siria dijeron a éste: Su Dios es un Dios de monte; por eso nos han vencido; pero, si peleamos con ellos en el llano, los venceremos. 24
Haz, pues, así: quita a los reyes sus mandos y pon jefes en lugar de ellos. 25
y hazte un ejército semejante al que has perdido, con otros tantos caballos y otros tantos carros. Después daremos la batalla en el llano y se verá si no los vencemos. El rey les dio oídos e hizo así. 26
Pasado el año, Ben Hadad reunió a todos los sirios y vino a Afee, a dar la batalla a Israel. 27
Reuniéronse también los hijos de Israel y saliéronle al encuentro. Asentaron su campo frente a ellos, como dos rebañitos de cabras, mientras que los sirios llenaban la tierra. 28
Un hombre de Dios se acercó al rey de Israel y le dijo: Así habla Yahvé. Porque los sirios han dicho: Yahvé es un Dios de monte y no de llano, entregaré en tus manos toda esta muchedumbre, y así sabréis que yo soy Yahvé. 29
Siete días estuvieron acampando los unos frente a los otros. El séptimo día se trabó el combate, y los hijos de Israel hicieron a los sirios cien mil muertos de a pie en un día. 30
El resto huyó a la ciudad de Afee, y las murallas se les caían encima a los veintisiete mil hombres que quedaban. También Ben Hadad se refugió en la ciudad, y andaba de cámara en cámara. 31
Sus servidores le dijeron: Nosotros hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; vamos a vestirnos sacos sobre nuestros lomos y a ponernos sogas al cuello, y a ir así al rey de Israel, a ver si te deja la vida. 32
Vistiéronse sacos sobre los lomos y pusiéronse sogas al cuello y se fueron al rey de Israel y le dijeron: Tu siervo Ben Hadad dice: Déjame la vida. Ajab respondió: ¿Vive todavía? Es mi hermano. 33
Tuvieron esto los hombres por buen agüero y se apresuraron a tomarle por la palabra, diciendo: Ben Hadad es tu hermano. Y él dijo: Id y traédmelo. Vino a él Ben Hadad, y Ajab le hizo subir a su carro. 34
Ben Hadad le dijo: Yo te devolveré las ciudades que mi padre tomó al tuyo y tendrás en Damasco calles para ti, como las tuvo mi padre en Samaría. Y yo, repuso Ajab, te dejaré ir libre, hecha esta alianza. Hizo, pues, alianza con él y le dejó ir. Rezón (11:23) creó el reino de Damasco y reinó allí. Sus sucesores, Jezyón, Tabrimón y Ben Hadad I (15:18), ensancharon los límites del reino apoderándose de las rutas caravaneras del desierto sirio hasta el Eufrates. Omri estuvo desafortunado frente a ellos, viéndose obligado a cederles algunas ciudades de la frontera septentrional y otorgarles privilegios comerciales en Samaría (20:34). Como consecuencia. Omri buscó la alianza de los fenicios, en particular con el rey y sumo sacerdote Etbaal, sellándose la amistad con el matrimonio de Ajab, hijo de Omri, con Jezabel, hija del rey de Tiro (16:31). Entre Israel y Judá existían relaciones amistosas. Josafat (870-848), rey de Judá, asociado al reino durante la enfermedad de su padre Asa, pagaba, al parecer, tributos al rey de Israel (22:4). Joram (848-841), hijo de Josafat, tomó por esposa a Atalía, hija o hermana de Ajab. Esta amistad permitió a Josafat tener sujeto a Edom y libre el camino de las minas de Asiongaber (22:48).
Pero Israel tenía un enemigo al norte: los árameos, a quienes molestaba la amistad de Israel con Fenicia y el control, por parte de Judá, de los territorios de Edom y costa del mar Rojo, que cortaban a Siria las vías comerciales con Arabia. Ben Hadad II, con gran número de tribus aliadas, puso sitio a Samaría. Reconoció Ajab la superioridad de Ben Hadad, disponiéndose a entregarle el tributo que le exigía con tal de salvar la capital. Del texto hebraico no puede deducirse claramente en qué consistía el tributo exigido por Ben Hadad. La segunda vez reclama, además del oro y la plata para sus arcas, las mujeres para su harén y los hijos en calidad de rehenes. El rey mandó recado a Ben Hadad diciéndole que está dispuesto a entregarle el oro y la plata, pero no sus mujeres e hijos. Ben Hadad juró vengarse (19:2); atacará a Samaría con un ejército tan numeroso, que todo el polvo de Samaría no llenará el hueco de la mano de cada uno de los soldados. A lo que respondió Ajab que no conviene envalentonarse antes de conocer el resultado de la batalla.
Un profeta de Yahvé promete a Ajab la victoria sobre Ben Hadad por la acción guerrera de los soldados reclutados por los Jefes de distrito. No deja de causar extrañeza que un profeta de Yahvé intervenga activamente en favor de Ajab; pero ya vimos que hizo otro tanto Elías (18:41-46). En esta coyuntura está en causa la independencia de Israel. Ben Hadad, que sitiaba la ciudad de Samaría, bebía con sus reyezuelos aliados hasta embriagarse (16:9), no preocupándose de la marcha de la guerra. Al anuncio de qué los israelitas habían hecho una salida, no se interesa por saber quiénes han salido y por qué, dando la orden de que, en todo caso, los capturen vivos. Ben Hadad tuvo que escapar a uña de caballo. El profeta antes mencionado advirtió al rey que fortificara la ciudad, porque Ben Hadad volvería al ataque a la primavera siguiente (
2Sa_11:1).
Saben los árameos que Yahvé es el dios de los montes, que tiene su asiento en el Sinaí-Horeb Que 5:4-5); por esta causa han ganado la batalla los israelitas en el terreno montañoso de Samaría. Decidieron atacar a Israel esta segunda vez en terreno llano. Además, los jefes de tribu no han demostrado ser guerreros, por lo que se recomienda a Ben Hadad que los sustituya por otros jefes. Al año siguiente, Ben Hadad presentó batalla en Afee, el actual
Fiq, al este del lago de Tiberíades, punto estratégico en el camino de Damasco a Betsán (
2Re_13:17). La cifra de cien mil muertos es inverosímil; obedece a un género literario preconcebido (
1Sa_11:8). Ben Hadad, vencido, vistióse de saco, confiando en la misericordia de Ajab para salvar su vida. Los reyes llamábanse entre sí hermanos (
1Sa_9:13). Ben Hadad promete devolver las ciudades israelitas que le arrebató a su padre (
1Sa_15:20) y conceder al rey de Israel idénticos privilegios comerciales a los que tenía él en Samaría. La razón principal de haber Ajab perdonado la vida de Ben Hadad fue el peligro asirio que se cernía sobre Siria y Palestina 1. A Ben Hadad no le convenían las condiciones que le habían impuesto a raíz de su derrota en Afec.
Un profeta condena la conducta de Ajab (1Sa_20:35-43).
35
Uno de los profetas dijo a un su compañero por mandato de Yahvé: Hiéreme, te lo ruego; pero éste se negó a herirle. 36
Entonces le dijo el otro: Por no haber obedecido la voz de Yahvé, en cuanto me dejes te herirá un león; y en cuanto se alejó, encontróse con un león, que le hirió. 37
Encontró el otro a otro hombre y le dijo: Hiéreme, te lo ruego; y éste le dio un golpe y le hirió. 38
Fue a ponerse el profeta en el camino del rey y se disfrazó cubriéndose el rostro con un velo. 39
Cuando pasaba el rey, le gritó diciendo: Tu siervo estaba entre las tropas, y, apartándose uno, me entregó a un hombre, diciendo: Guarda a este hombre. Si llega a faltar, responderás de su vida con la tuya o con un talento de plata. 40
Mientras tu siervo andaba de una parte para otra, el hombre desapareció. El rey de Israel le dijo: Tú mismo te juzgas; ésa es tu sentencia. 41
Quitóse entonces el profeta el velo de sobre los ojos, y vio el rey que era un profeta. 42
Este le dijo entonces: Así dice Yahvé: Por haber dejado ir de tus manos al que yo había dado al anatema, tu vida responderá de la suya, y tu pueblo de su pueblo. 43
Fuese el rey para su casa triste e irritado, y llegó a Samaría. Un profeta manifestó su disconformidad por el proceder del rey de Israel al confiar más en las alianzas humanas que en la ayuda divina y anuncia al rey su castigo por no haber entregado al anatema a Ben Hadad II (
1Sa_9:21;
1Sa_15:3-18). Con una parábola hábilmente propuesta obliga al rey a pronunciar su propia condenación, como en el caso de Natán (
2Sa_12:1-12) y de la mujer de Tecua (
2Sa_14:1-20). No sabemos si los profetas llevaban externamente alguna incisión, tatuaje o algo que les caracterizara (
2Re_2:23). Ben Hadad debía correr la suerte del
herem, que tanto urgían los profetas. En el texto griego, los cuatro últimos capítulos del libro están dispuestos en el siguiente orden: 19; 21; 20; 22. Parece que sea éste el orden lógico de la narración. En buena lógica, al capítulo 20 debía seguir inmediatamente el 22.