Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
37. Consulta de Sedecías y respuesta de Jeremías.
Los c.37-39 reflejan la vida trágica de Jeremías en el último período del asedio de Jerusalén por los caldeos, bajo el rey Sedecías. Por inspiración divina seguía predicando la sumisión a los babilonios, ya que Yahvé había decidido entregar Jerusalén a Nabucodonosor. Toda resistencia resultaba sin sentido, ya que no haría sino aumentar las proporciones de la catástrofe. Naturalmente, fue reiteradamente considerado como traidor a los intereses de su patria. El rey Sedecías, débil de carácter, dudaba entre seguir los consejos del profeta, que consideraba de inspiración divina, y los oportunismos políticos sugeridos por sus cortesanos. Creía encontrar en la ayuda de Egipto la salvación del peligro babilónico.
Durante el asedio, los ultranacionalistas habían constituido escuadrones autónomos, y, por su parte, administraban justicia con los derechos que se arrogaban en una supuesta guerra santa por su pueblo. Consideraban como el mayor enemigo para sus sueños patrioteros al profeta de Anatot, y constantemente atentaban contra su vida. Sus profecías conminatorias eran consideradas como oráculos de mal agüero, fruto de un pesimismo exagerado del profeta. Por eso, cuando en un momento los caldeos abandonaron el asedio para hacer frente a las tropas egipcias que subían por la costa palestina, creyeron verse libres del peligro babilonio, y cantaron victoria, considerando definitivamente equivocado y fracasado a Jeremías. Este continuó diciendo que volverían los ejércitos de Nabucodonosor y que al fin tomarían la Ciudad Santa. Sus enemigos le encarcelaron. Por fin es liberado gracias a la intervención de un etíope. Es interesante constatar que el profeta, en todos estos dificilísimos trances, no se siente abatido como en otras ocasiones de su vida en tiempo de Joaquim 1. Estaba ya habituado a la lucha y responde fidelísimamente al llamamiento profetice.
Consulta de Sedecías al profeta (1-5).
1 Reinó Sedecías, hijo de Josías, en lugar de Jeconías, hijo de Joaquim. Fue Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien le hizo rey de la tierra de Judá. 2 Y no obedecieron él, sus siervos y el pueblo de la tierra a las palabras que había hablado Yahvé por medio de Jeremías, profeta, 3 y envió el rey Sedecías a Jucal, hijo de Selemías, y a Sofoías, hijo de Mahasías, sacerdote, a Jeremías, profeta, diciéndole: Ruega por nosotros a Yahvé, nuestro Dios. 4 Y Jeremías andaba libremente entre el pueblo, pues todavía no le habían encarcelado. 5 Salió entonces de Egipto el ejército del faraón, y, al saber la nueva, los caldeos que asediaban a Jerusalén se retiraron de allí. Después del asedio de Jerusalén por los babilonios en el 598, Nabucodonosor puso en el trono de Jerusalén a Sedecías, tío de Jeconías, que fue llevado en cautividad. Para halagar a los pueblos vencidos, solían los conquistadores babilonios poner a un nativo, a ser posible de la familia real, en el trono vacante de algún rey rebelde. Así lo había hecho también Necao II en el 609 al destituir a Joacaz, hijo de Josías, y entronizar a su hermano Joaquim, de más confianza para el faraón 2. Nabucodonosor, al poner en el trono de Judá al hermano de Joaquim, le cambió su nombre de Matanías en Sedecías en señal de dominio 3. Antes tuvo que hacer juramento de fidelidad a Babilonia. Esto le ponía en una difícil situación ante la opinión popular, que era reacia al yugo de Nabucodonosor. Aunque fundamentalmente no era hostil a Jeremías como lo había sido su hermano Joaquim, sin embargo, por congraciarse con la opinión cortesana y popular, no se atrevía a seguir los consejos prudenciales del profeta de Anatot, que predicaba la sumisión a Babilonia como mal menor 4. La expresión
pueblo de la tierra (
Am ha 'ares)
designaba al pueblo llano, en contraposición a los de clase social elevada. Aquí tanto el
pueblo como los cortesanos y el rey son culpables al desoír los consejos de Jeremías (v.2). No obstante, el rey sentía gran veneración por el profeta, y por eso le envió una segunda embajada para que intercediera ante Yahvé por los intereses muy comprometidos de su pueblo (v.3).
La retirada del ejército babilónico había hecho surgir la euforia general entre los nacionalistas a ultranza. Creían que había llegado la liberación definitiva, y suponían irónicamente que las predicciones de Jeremías habían resultado fallidas 5. Sin embargo, el rey no compartía esta euforia, pues estaba preocupado por la seriedad de las amenazas de Jeremías, al que consideraba como hombre de Yahvé. De ahí la razón de la embajada 6. El faraón Ofra 7, sucesor de Psamético II, había atacado repentinamente hacia el 588 al ejército babilonio, que estaba en Palestina en un último esfuerzo por reponerse del desastre sufrido por Necao II en Carquemis (605) 8. El choque fue violento, y la consecuencia fue que el faraón retornó a Egipto. Libres del peligro egipcio, los babilonios volverán a reanudar el asedio de Jerusalén.
Respuesta de Yahvé (6-10).
6 Y recibió Jeremías, profeta, palabra de Yahvé, diciéndole: 7 Así dice Yahvé, Dios de Israel: Decid al rey de Judá que os ha mandado a preguntarme: He aquí que el ejército del faraón que ha venido en socorro vuestro se tendrá que volver a su tierra de Egipto, 8 y volverán los caldeos a combatir esta ciudad, y la tomarán e incendiarán. 9 Así dice Yahvé: No os engañéis a vosotros mismos, diciéndoos: Se irán los caldeos de nosotros, porque no se irán. 10 Pero, aunque destrozarais a todo el ejército caldeo que lucha contra vosotros y no quedasen de él más que algunos heridos, éstos saldrían de sus tiendas y pegarían fuego a esta ciudad. La respuesta de Jeremías a la consulta del rey Sedecías no pudo ser más desconsoladora: el ejército babilonio volverá con nuevos ímpetus a asediar la ciudad y la incendiará (v.8). Son vanas, pues, las ilusiones fáciles de este momento, ya que, aun en el supuesto imposible de que los judíos vencieran al colosal ejército de Nabucodonosor, detrás estaba la mano de Yahvé, que con unos cuantos
que quedasen. heridos entre los babilonios habría de
pegar fuego a Jerusalén (v.10). La suerte de la ciudad está echada. Los babilonios son los
instrumentos de la justicia divina, que inexorablemente se cumplirá.
Encarcelamiento de Jeremías (11-16).
11 Cuando se había retirado de Jerusalén el ejército caldeo por la venida del ejército del faraón, 12 salía Jeremías de Jerusalén para ir a tierra de Benjamín a hacer una partición en medio del pueblo; 13 pero, al llegar a la puerta de Benjamín, el jefe de la guardia, llamado Jerías, hijo de Selamías, hijo de Ananías, apresó a Jeremías, diciendo: ¡Tú vas a pasarte a los caldeos! 14 Jeremías respondió: Mentira, no voy a pasarme a los caldeos. Pero no escuchó Jerías a Jeremías, y, arrestándole, le condujo a los jefes, 15 que, airados contra Jeremías, le hicieron azotar y encerrar en la cárcel que había en la casa de Jonatán, escriba, de la cual habían hecho prisión. 16 Y entró Jeremías y fue metido en una cisterna abovedada, y estuvo allí mucho tiempo. Otro precioso relato autobiográfico, lleno de verismo por sus circunstancias. Jeremías quiso aprovechar aquel intervalo del asedio para ir a su pueblo de nacimiento, Anatot, a arreglar sus negocios personales familiares. Ausentados los soldados de Nabucodonosor, era posible salir al campo y encaminarse a su lugar de nacimiento, a unos cinco kilómetros al nordeste de Jerusalén. La expresión
tierra de Benjamín (v.12) indica el territorio en que estaba enclavado Anatot. La tribu de Benjamín lindaba con la Ciudad Santa. Su intención era hacer
una partición en medio del pueblo, es decir, arreglar un asunto familiar de herencia o de compra. Quizá su viaje está relacionado con el campo comprado a su primo Ananeel 9. La
puerta de Benjamín debía de estar cerca de la actual puerta de Damasco, que daba acceso directamente al territorio de la tribu de Benjamín. Existía una
puerta de Benjamín en la parte septentrional del recinto del templo 10, pero aquí debe de aludir a una puerta de los muros exteriores de la ciudad. Algunos la identifican con la puerta de las Ovejas 11
, pero es más probable que corresponda a la puerta de los Peces 12, al oeste de la torre Ananeel, en la dirección de la actual puerta de Damasco. Allí fue apresado Jeremías cuando salía para Anatot, acusado de querer pasarse a los caldeos. Era el pretexto para encarcelarle. Tantas veces había predicado la rendición a los babilonios 13, que bien podía sospecharse de él que era un espía de los asediantes. Jeremías protesta enérgicamente contra esta acusación de traición (v.14). De nada le sirvió su protesta, pues fue llevado a los
jefes, mal dispuestos contra el profeta (v.15), los cuales, después de azotarle, le encerraron en una
cisterna abovedada, o cavidad subterránea, utilizada, cuando estaba seca, para prisión 14.
Jeremías suplica al rey que le deje libre (17-21).
17 Mandó a buscarle el rey Sedéelas, y le preguntó en secreto en el palacio: ¿Hay palabra de Yahvé? 18 Sí, la hay, contestó Jeremías: Serás entregado en manos del rey de Babilonia. Y dijo Jeremías al rey Sedecías: ¿Qué pecado he cometido yo contra tí, contra tus cortesanos y contra tu pueblo, para que me hayáis metido en la cárcel? 19 Dónde están ahora vuestros profetas, que os profetizaban diciendo: No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros y contra esta tierra? 20 óyeme, pues; ¡oh rey, mi señor! te lo ruego; acoge mi súplica y no me vuelvas a la prisión de la casa de Jonatán, escriba, porque moriré allí. 21 Mandó, pues, el rey Sedecías que fuese llevado al vestíbulo de la guardia y se le diese cada día una torta de pan de la calle de los Horneros, mientras no faltase del todo el pan en la ciudad. Así quedó Jeremías en el vestíbulo de la guardia. Mientras tanto, las circunstancias habían cambiado. Después de haber sido vencidos los egipcios, las tropas de Nabucodonosor iban a volver de nuevo a poner sitio a Jerusalén. Las ilusiones de liberación fomentadas por los falsos profetas se desvanecían, y el rey empezó a pensar de nuevo en las predicciones sombrías de Jeremías, que tenía todos los visos de profeta auténtico de Yahvé. Quiso entrevistarse con él
en secreto para no contrariar a los cortesanos enemigos de Jeremías y de su política religiosa. El rey ha llegado a la conclusión de que sólo Yahvé puede salvar la ciudad, y tiene esperanzas que modifique las predicciones derrotistas comunicadas antes por el profeta; por eso le pregunta ansioso:
¿Hay palabra de Yahvé? (v.17). Sabía que Jeremías recibía muchas comunicaciones divinas relativas a la suerte del pueblo judío. ¿Qué designios tenía actualmente Yahvé sobre Jerusalén y sobre la suerte del rey? Jeremías, a pesar de hallarse extenuado por los tratos recibidos, dice con energía a su rey, sin abdicar de su condición de mensajero de Dios: Sí,
la hay.; serás entregado en manos del rey de Babilonia (v.16). El profeta, pues, fiel a su misión, seguía anunciando la misma suerte trágica para la familia real. La injusticia ha colmado el cáliz de la ira divina, y llega la hora de la cuenta, en la que se confirmarán los trágicos vaticinios de Jeremías.
Después proclama su inocencia ante el rey y protesta enérgicamente contra el trato injusto que se le da. No pide piedad, sino justicia:
¿Qué pecado he cometido yo contra ti. para que me hayas metido en la cárcel ? (v. 18). El rey, en definitiva, era el responsable de que él estuviera en la prisión, pues consentía la injusta conducta de sus funcionarios. Y a continuación Jeremías pregunta con ironía por los falsos profetas (v.19). Ellos, deseando halagar al rey y a sus cortesanos, han anunciado la liberación, engañándolos miserablemente, pues ya tienen de nuevo a los babilonios cercándolos, y, en cambio, esos falsos profetas están libres o huyeron avergonzados. Mientras que Jeremías, que anunció lo que le comunicaba Dios, y cuyas predicciones se están cumpliendo, está encarcelado. Proclamada su inocencia, hace una súplica de liberación al rey (v.20). El rey no se atrevió a libertarlo del todo, pero por sentimientos de humanitarismo le mitigó la pena, ya que la prisión en el fondo de la
cisterna era condenarle a muerte lenta e inhumana. Así, pues, Jeremías quedó, en calidad de libertad vigilada, en el
vestíbulo de la guardia del palacio, y el rey le señaló una mínima ración de subsistencia 15.
1 Cf.
Jer_20:7s. 2 Cf. 2 Re 23:34- 3 Cf.
2Cr_36:10;
Eze_17:13-20;
Jer_22:11. 4 Cf.
2Cr_36:13-16. 5 Cf.
Jer_37:19. 6 Algunos de los personajes de la embajada son conocidos por otros textos (cf.
Jer_21:1;
Jer_36:26). 7 Desde la batalla de Carquemis (605), los faraones no habían invadido militarmente Palestina, pero seguían intrigando, fomentando la rebelión de los pequeños estados de la costa siro-fenicio-palestina contra el invasor babilónico (cf.
2Re_24:7). Necao (610-593) siguió esta política, y después de él Psamético II (593-588). 8
Ofra es el Apries de los griegos y el
Ouhibre de los egipcios (588-566). 9 Cf.
Jer_32:6-15. 10 Cf.
Jer_2:2. 11 Cf.
Neh_3:1;
Neh_12:39. 12
2Cr_33:14;
Sof_1:10. 13 Cf.
Jer_21:8;
Jer_38:2. 14 Cf.
Jer_36:6;
Lam_3:53;
Zac_9:11. 15 Es interesante el dato de que la
torta de pan estaba hecha en la
calle de los Horneros panaderos. Esto nos indica que la artesanía se distribuía por calles, como aún se ve en Oriente y era corriente en Europa en la Edad Media (cf.
Jer_19:2 :) puerta de los Alfareros; 16
Rev_20:34;
Neh_3:32. Sobre la carestía en Jerusalén en el tiempo del asedio, cf.
Jer_52:6;
Lam_2:19;
Lam_4:9.20;
Lam_5:10. En estas circunstancias, la ración señalada a Jeremías no era mezquina.