I Macabeos 7, 1-21

El rey Demetrio I

En el año ciento cincuenta y uno *, Demetrio *, hijo de Seleuco, salió de Roma y llegó con unos cuantos hombres a una ciudad de la costa º, donde se proclamó rey. º Cuando iba a entrar en el palacio real de sus antepasados, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para entregárselos; pero al saber Demetrio lo que había sucedido, dijo: — ¡No quiero ni verles la cara! Los soldados los mataron, y Demetrio se sentó en su trono real. Entonces todos los israelitas renegados e impíos acudieron a él guiados por Alcimo º, que ambicionaba el sumo sacerdocio, y acusaron al pueblo ante el rey con estas palabras: — Judas y sus hermanos han exterminado a todos tus amigos, y a nosotros nos han expulsado de nuestro propio país. Por eso, envía ahora a un hombre de confianza para que vea todos los atropellos que nos han causado a nosotros y al país del rey, y que los castigue a ellos y a quienes los ayudan. El rey escogió a Báquides, uno de sus amigos, gobernador del territorio al otro lado del río º, personaje importante en el reino y leal al rey. Envió a Báquides junto con el impío Alcimo, a quien había conferido el sumo sacerdocio y le había ordenado que tomara venganza de los israelitas. Emprendieron la marcha con un numeroso ejército y, al llegar a Judea, enviaron mensajeros a Judas y a sus hermanos con falsas propuestas de paz. Pero estos, viendo aquel ejército tan numeroso que los acompañaba, no dieron crédito a sus palabras. Sin embargo, un grupo de expertos en la ley se reunió con Alcimo y Báquides para tratar de encontrar una solución justa. Entre los israelitas, los primeros en pedir la paz fueron los asideos º, que decían: — Con el ejército viene un sacerdote descendiente de Aarón; no nos hará ningún daño. Alcimo habló con ellos en términos amistosos y hasta les hizo un juramento: — No les haremos mal alguno, ni a ustedes ni a sus amigos. Ellos le creyeron; pero él hizo arrestar a sesenta hombres y los mató en un solo día, conforme a lo que dice la Escritura º: “Dispersaron los cadáveres de los que te fueron fieles; derramaron su sangre alrededor de Jerusalén y no hubo quien les diera sepultura”. º De este modo, el pueblo entero se echó a temblar de miedo, y decía: — En esa gente no hay verdad ni justicia, pues han quebrantado el pacto y el juramento que hicieron. Báquides salió de Jerusalén y acampó en Betzet º, donde hizo arrestar a muchos desertores y a algunos del pueblo. Los degolló y los arrojó a una gran cisterna. Después confió a Alcimo la administración de la provincia; dejó con él un destacamento que le sirviera de apoyo y regresó a donde estaba el rey. Alcimo, por su parte, luchó por mantenerse en el cargo de sumo sacerdote;
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