II Macabeos 10, 18-23

En dos torres bien fortificadas se refugiaron no menos de nueve mil hombres provistos de todo lo necesario para resistir el asedio. El Macabeo dejó entonces a Simón, a José y también a Zaqueo º, con las fuerzas suficientes para mantener el asedio, en tanto que él mismo partía hacia otros lugares en los que su presencia era necesaria. Pero los soldados de Simón, movidos por la codicia, se dejaron sobornar por los que estaban en las torres: después de recibir setenta mil dracmas º, dejaron escapar a cierto número de ellos. Cuando el Macabeo se enteró de lo sucedido, se reunió con los jefes del pueblo y acusó a los culpables de haber vendido por dinero a sus hermanos y haber dejado escapar a sus enemigos. Entonces los hizo ejecutar como traidores y después, de forma inmediata, se apoderó de las dos fortalezas. Todo lo llevó a feliz término y con las armas en la mano dio muerte, entre ambas fortalezas, a más de veinte mil enemigos.
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