II Reyes  3, 26-27

Cuando el rey de Moab vio que la batalla estaba perdida, tomó consigo a setecientos hombres armados con espadas y trató de abrir brecha por donde estaba el rey de Edom, pero no lo consiguió. Entonces agarró a su hijo primogénito, el que debía sucederle como rey, y lo ofreció en holocausto º sobre la muralla. El hecho causó tan gran indignación entre los israelitas, que levantaron el asedio y regresaron a su país.
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