Ezequiel  24, 3-12

Cuenta una parábola a ese pueblo de rebeldes. Diles: Esto dice el Señor Dios: Pon ya la olla º, ponla, vete llenándola de agua; º echa en ella tajadas selectas de pierna y de lomo, llénala de huesos escogidos º; elige los mejores corderos. Coloca la leña debajo, que cuezan a borbotones los huesos que hay dentro de ella. Pues esto dice el Señor Dios: ¡Ay de la ciudad sanguinaria, de la olla llena de roña º, cuya herrumbre no se quita! Vacíala tajada a tajada pues no tiene posibilidad de perdón. Sigue todavía ensangrentada y su sangre está esparcida sobre roca; no ha sido derramada por el suelo para cubrirla después con tierra º. Para que la cólera estalle y se cumpla la venganza, he esparcido su sangre sobre roca pelada: así no será cubierta. Por eso, así dice el Señor Dios: ¡Ay de la ciudad sanguinaria! Yo mismo agrandaré la pira: trae más cantidad de leña, enciende el fuego, deja que se cueza la carne, retira el caldo, que se quemen los huesos. Déjala vacía sobre las brasas, haz que se caliente a tope para que el bronce se ponga al rojo; así se desprenderá su roña y se consumirá su herrumbre. Pero, a pesar de los esfuerzos, no desaparece la roña, ni con fuego se le quita.
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