II Macabeos 10, 1-9

La purificación del Templo

Protegidos por el Señor, el Macabeo y los que iban con él recuperaron el Templo y la ciudad, demolieron los altares que los paganos habían erigido en la plaza pública y los templos dedicados a los ídolos. Después de haber purificado el Templo construyeron otro altar, y al cabo de dos años de interrupción, valiéndose de pedernal º, hicieron fuego y ofrecieron un sacrificio: quemaron incienso, encendieron las lámparas y presentaron los panes de la ofrenda. Luego, postrados rostro en tierra, suplicaron al Señor que no los dejara sufrir tantas desdichas y que, si volvían a pecar, los corrigiera con benignidad, sin permitir que cayeran en manos de paganos blasfemos y salvajes. El Templo fue purificado el veinticinco del mes de Quisleu º, en la misma fecha en que los extranjeros lo habían profanado. Durante ocho días celebraron alegremente la fiesta, a la manera de la fiesta de las Enramadas; y recordaban entonces que poco tiempo antes habían tenido que celebrarla en los montes y en las cuevas, como si fueran bestias salvajes. Por eso, portando tirsos, ramas verdes º y palmas, cantaban himnos a Dios, que había llevado a término la purificación del Templo. De común acuerdo se publicó un decreto en el que se disponía que toda la nación judía celebrara anualmente estas fiestas. Estas fueron, pues, las circunstancias que rodearon la muerte de Antíoco, el llamado Epífanes.
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