Más vale ser corto de inteligencia y temer al Señor
que muy inteligente y transgredir la ley.
(Eclesiástico 19, 24) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
Times New Roman ;;;;;;;;;;;;;;;;;
19. Prudencia en el Hablar, Sabiduría en la Conducta.
Discreción en el creer y en el hablar (19:4-17).
4 El que es fácil en creer de ligero, y en esto peca, a sí mismo se perjudica. 5-6 El que se goza en el mal será condenado, y el que lleva y trae chismes y cuentos está falto de sentido, 7 No esparzas la maledicencia; así nadie te afrentará. 8 No descubras tu corazón ni al amigo ni al enemigo, si puedes hacerlo sin incurrir en pecado. 9 Porque quien te oyere se pondrá en guardia contra ti y, llegada la ocasión, se te mostrará enemigo. 10 ¿Has oído algo? Pues quede sepultado en ti, y no temas, que no te hará reventar. 11 Al necio, eso le aflige, como la criatura a la parturienta. 12 Como flecha clavada en el muslo, así es una de esas cosas en el seno del necio. 13 Habla a tu prójimo, no sea que no lo haya hecho, y si lo hizo, que no lo repita. 14 Habla a tu amigo, no sea que no lo haya dicho, y si lo dijo, que no vuelva a decirlo. 15 Habla a tu amigo, que muchas veces se calumnia. 16 Y no creas de ligero cualquier cosa, que muchas veces se desliza uno, pero sin intención. 17 Porque ¿quién es el que no peca con su lengua? Amonesta al prójimo antes de reñirle y da lugar a la Ley del Altísimo.
También en el creer, pero sobre todo en el hablar, es necesaria mucha prudencia. Los autores sapienciales insisten mucho sobre este segundo tema. No pretende el autor que hayamos de desconfiar, sin más, de cuanto se nos diga, sino recomendar ese mínimum de prudencia que se requiere en un mundo falaz, puesto todo él bajo el poder del maligo 1, para no venir a ser objeto de engaño y de irrisión 2. Hay quienes no sólo hacen el mal, lo que ya es detestable, sino que se complacen en él, y quienes gozan llevando y trayendo comentarios sobre vidas ajenas. Lo primero es una estupidez digna de reproche y condenación. Lo segundo arguye al menos ligereza de ánimo; no cae en la cuenta del mal tan grande que con sus habladurías puede hacer, provocando enemistades y odios. El ser humano prudente dominará su lengua y se abstendrá de esparcir toda maledicencia, respetando la fama del prójimo; con ello conseguirá que los demás respeten la suya, absteniéndose de toda murmuración y juicio temerario contra él. No descubrirá los secretos íntimos de su corazón si un deber de justicia o de caridad no le obligan, con lo que evitará que un mal amigo se aproveche de sus confidencias para mal suyo. Dice un proverbio árabe que posee su alma quien oculta su secreto al amigo. 3 Los antiguos decían que las cosas de los amigos son comunes, sin excluir las mas íntimas. Esto tiene sus límites, y hay cosas que uno solo habla con Dios o con quien hace sus veces. Si, pues, te has enterado de un secreto, sobre todo si se refiere, como precisa la Vulgata, a algo ofensivo para el prójimo, debes guardarlo en el corazón, de modo que nunca aflore a tus labios. Y no ser como el necio, que ansia la ocasión de comunicarlo, como la parturienta, afligida por los dolores del parto, desea dar a luz a su niño (v.11); y como aquel en cuyo muslo fue clavada una flecha, que anhela, obligado por el agudo dolor, le sea extraída.
Pero hay ocasiones en las que se debe hablar. Si de un amigo tuyo, de una persona con la que tienes confianza, has oído hablar mal, comunícaselo. Si realmente cometió la falta de que se le critica, harás muy bien en practicar para con él la caridad fraterna, sobre todo si lo haces con un amor entrañable de verdadero amigo. Amonestar y ser amonestado es propio de la verdadera amistad, decía Cicerón4. Y San Juan Crisóstomo decía: Me siento reconocido a aquellos que me reprenden, pues son verdaderos amigos; lo hagan justa o injustamente, no intentan reprocharte, sino procurar tu enmienda. 5 Ocurre muchas veces que no es cierta la falta de que se le acusa, y se murmura de él sin motivo ni fundamento, en cuyo caso, notificándoselo, podrás, juntamente con él, hacer verdad sobre el particular.
Tú no creas, sin más, cualquier cosa desfavorable que oigas de tu prójimo. Piensa que muchas veces no ha habido la mala intención que se supone, sino simplemente inadvertencia o, en todo caso, un poco de imprudencia. Por lo demás, en cuanto a pecados de lengua, ¿quién no ha faltado alguna vez? A la lengua - dice Santiago - nadie es capaz de domarla; es un azote irrefrenable y está llena de mortífero veneno6. Por eso has de ser indulgente para quienes con ella faltan, pensando que también tú faltarás alguna vez. Tu conducta ha de ser no reprender o castigar en seguida, sino amonestar conforme a la Ley, que quiere además se haga una solícita investigación antes de castigar7. Jesucristo recomendó que, si tu prójimo pecaba contra ti, le corrigieras privadamente antes que denunciarle a la Iglesia 8, y San Pablo aconsejaba a los gálatas que, si alguno faltare entre ellos, lo corrigieran con espíritu de mansedumbre 9.
La verdadera y la falsa sabiduría (19:18-27).
18 Toda sabiduría consiste en el temor de Dios y está en el cumplimiento de la Ley. 19 No es sabiduría la ciencia de la maldad y no hay prudencia en los consejos de los pecadores. 20 Hay una sabiduría que es execrable, y hay necios que ni siquiera saben hacer el mal. 21 Mejor es con poca inteligencia temer a Dios que con mucha traspasar la Ley. 22 Hay una sutileza verdadera, pero que traspasa la justicia 23 y que pervierte el derecho para mostrar el ingenio. Hay quien va encorvado y enlutado, pero en su interior está lleno de engaño; 24 lleva la cabeza baja y se hace el sordo, pero cuando menos lo piensas se te echa encima. 25 Y aunque no tenga fuerzas para ello, en cuanto tenga ocasión te hará el mal. 26 Por su aspecto se descubre el hombre, y por su semblante el prudente. 27 El vestir, el reír y el andar denuncian lo que hay en él.
La mención de la Ley inspira al autor esta perícopa, que viene a ser como un contraste entre la verdadera sabiduría, que consiste en el temor de Dios y lleva consigo el dominio de la lengua en el hablar, y la falsa sabiduría del que no cumple la Ley de Dios y se basa en la hipocresía y en la mentira.
La sabiduría, conforme al pensamiento central de los autores sapienciales, es no sólo el conocimiento especulativo de las enseñanzas de los sabios, sino sobre todo el cumplimiento en la práctica de la Ley de Dios, que encierra sus mandamientos, al que llevan los sentimientos de piedad y temor reverencial al Padre 10. En consecuencia, el ingenio y habilidad del pecador para la realización de sus planes malvados y la cautela o circunspección que pretende recomendar en sus consejos en orden a tal fin, no son verdadera sabiduría, ni tampoco verdadera prudencia, virtud que ordena los medios a un fin recto, sino astucia y malicia, verdadera necedad e imprudencia. Toda ciencia separada de la justicia - escribía Platón - y de las otras virtudes, es astucia más bien que sabiduría.1
Del hombre que abusa de su ingenio para el mal, y que es, por lo mismo, de todo punto execrable, distingue Ben Sirac al necio, que, más que por astucia y malicia, obra el mal por ignorancia, y que es más bien digno de compasión. Si la verdadera sabiduría consiste en el temor de Dios, en el cumplimiento de los preceptos de la Ley, será preferible el hombre rudo e ignorante, pero temeroso de Dios, al sabio, que investiga los secretos de la naturaleza; al mismo teólogo, que profundiza en los misterios divinos, pero que no cumplen con la Ley de Dios.
Carecen, en consecuencia, de la verdadera sabiduría, insiste Ben Sirac, el malicioso o astuto, que se sirve de medios malos para realizar sus fines, o emplea su ingenio en demostrar su habilidad para violar impunemente la Ley, lo que es una sabiduría diabólica, terrena, animalesca, como dice Santiago 12. Y también el hipócrita, que, simulando abatimiento y tristeza, se presenta en actitud humilde o como quien nada sabe, para encubrir perversas intenciones secretas, lo que los hace especialmente peligrosos. Comentando este versículo A Lapide, dice son numerosos en las cortes de los príncipes, donde reina la ambición, la envidia y la hipocresía. Por ello piensan algunos que el Siracida escribió esto en la corte de Ptolomeo, rey de Egipto, u otro príncipe. La simulación es aún hoy día muy frecuente en Oriente.
Pero el profundo observador puede, mediante ciertos indicios, descubrir al hipócrita y no dejarse engañar por su astucia. El primero asignado por el sabio es el semblante exterior; en efecto, en las facciones del rostro, en la mirada sobre todo, fácilmente se deja entrever la malicia o la bondad del ser humano, el crimen y la inocencia, la lujuria o el candor. También la manera de vestir, de andar, pueden reflejar un alma sencilla y humilde o un espíritu vanidoso, lleno de orgullo; una educación fina y delicada o unos modales poco cultivados. La misma manera de reír denota no pocas veces la astucia o la sinceridad, la doblez o la franqueza. Tiene razón Séneca cuando afirma que los más mínimos detalles descubren las costumbres de los hombres 13. Comentamos el v.28 con la perícopa siguiente.
1 Sal 16:11; 1Jn_5:9. - 2 La Vulgata y el cód.A añaden el í.5: Quien se complace en la iniquidad quedará infamado;^ quien odia la corrección acorta su vida; quien aborrece la locuacidad extingue la maldad. acora su va; quen aorrece a ocuaca exngue a maa. - 3 El primer y tercer miembros coinciden con los versos siguientes. La razón del contenido del ja corregir viene a ser víctima de vicios que acortan su vida. - segundo es que quien no se dej 3 Centur. i n.6o. - 4 De amicitia. - 5 Hom. De ferendis reprehensionibus t.3. - 6 3:8. - 7 Deu_13:14-15; Deu_17:4; Mat_18:15-17. -Mat_9 6:1. -Mat_10 1:15.20.27; Job_28:28; Pro_1:7; Pro_9:10. - 11 Menexene 2473. Cicerón lo cita en De Off. I 19: Scientia, quae est remota a ius-titia, calliditas potius quam sapientia est appellanda. - 12 3:15. - 13 Ep., I 52.