Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Matanzas de Jehú (10:1-14).
1
Había en Samaría setenta hijos de Ajab. Jehú escribió cartas, que mandó a Samaría, a los príncipes de la ciudad. En ellas decía: 2
En cuanto recibáis esta carta, pues que tenéis con vosotros a los hijos de vuestro señor y, además, carros y caballos, ciudades fortificadas y armas, 3
ved cuál de los hijos de vuestro señor queréis mejor y os conviene poner en el trono de su padre, y combatid por la casa de vuestro señor. 4
Ellos se llenaron de miedo, y se dijeron: Dos reyes no han podido resistirle, ¿cómo vamos a resistirle nosotros? 5
Y el mayordomo de palacio, los ancianos y los ayos mandaron a decir a Jehú: Nosotros somos servidores tuyos y haremos cuanto tú nos digas. No elegiremos a ninguno por rey. Haz tú lo que bien te parezca. 6
Entonces les escribió Jehú una segunda carta, en que les decía: Si estáis por mí y dispuestos a obedecerme, tomad las cabezas de esos hombres, hijos de vuestro señor, y venid a mí mañana a estas horas a Jezrael. 7
Cuando éstos recibieron la carta, cogieron a los hijos del rey, setenta hombres; los degollaron y pusieron sus cabezas en canastillas, y se las mandaron a Jehú a Jezrael. 8
Vino uno a informarle, diciendo: Han traído las cabezas de los hijos del rey; y él dijo: Ponedlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta mañana. 9
Por la mañana salió, y, presentándose ante el pueblo todo, dijo: Vosotros sois justos. Yo he conspirado contra mi señor y le he dado muerte. Pero ¿quién ha matado a todos éstos? 10
Sabed, pues, que no caerá por tierra ni una de las palabras que Yahvé ha pronunciado contra la casa de Ajab. Yahvé cumple lo que declaró por medio de su siervo Elías. 11
Y Jehú mató a todos cuantos de la casa de Ajab quedaban en Jezrael, a todos sus parientes, a sus familias y a sus sacerdotes, sin dejar escapar a uno solo. 12
Después se levantó para ir a Samaría, y, llegado a un albergue de pastores que había en el camino, 13
encontró a los hermanos de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: ¿Quiénes sois vosotros? Y ellos le dijeron: Somos los hermanos de Ocozías, que hemos venido a saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina. 14
Jehú dijo: Cogedlos vivos. Cogiéronlos vivos y los degollaron, en número de cuarenta y dos, en la cisterna del albergue. Jehú no dejó escapar ni a uno solo. Los hijos de Ajab y de Joram vivían en Samaría. En cifras redondas, se dice que eran setenta (
Gen_46:27;
Jue_8:30;
Jue_9:2;
Jue_12:14). Dado que los reyes disponían de un nutrido harén, era también numeroso el número de hijos. Era costumbre en Oriente exterminar a todos los que tenían algún derecho al trono, con el fin de no tener rival alguno que hiciera peligrar al nuevo monarca (
Jue_9:5;
1Re_15:29;
1Re_16:11). La carta de Jehú es lo suficientemente expresiva para que los destinatarios sepan a qué atenerse. La situación de hecho es que Jehú ha matado al rey y de que ocupa ahora él el trono. Reunidos en consejo el mayordomo de la casa real, el gobernador de la ciudad, los ancianos y tutores, decidieron aceptar los dos hechos consumados. Entonces les exigió Jehú la entrega de las cabezas de los hijos y nietos de Ajab. Cumplida la orden, llevaron a Jezrael las cabezas de los muertos, que fueron apiladas en dos montones, junto a las puertas de la ciudad. En algunas representaciones asirías se ven montones análogos de cabezas de enemigos colocadas en la puerta durante la noche
l. Por la mañana acudió Jehú a aquel lugar con el fin de tapar la boca a los amigos de comentar desfavorablemente los sucesos de la actualidad. En su alocución quiere probar que la dinastía de Ajab ha desaparecido para siempre y de que tal era la voluntad de Yahvé, de quien Jehú es mero instrumento (
1Re_21:19-24). Da garantía al pueblo de que la sangre derramada no caerá sobre la ciudad, porque no reclamará venganza (
Gen_9:6;
Exo_21:12;
Deu_21:1-9). El, con cinismo, únicamente se hace responsable de la muerte de Joram; el pueblo es inocente; del asesinato de los hijos del rey no sabe él nada. ¿Quién los ha matado?
También a los familiares del rey de Judá llegó el castigo. Iba Jehú de Jezrael a Samaría para tomar posesión de la capital, cuando, al llegar a
Bet Equed, quizá
Bed Qad, cerca de Djenin (
Deu_9:27), encontró a una numerosa parentela de Ocozías (
2Cr_22:8) que se dirigía a Jezrael para saludar a la familia real de Israel. Es muy probable que esta noticia esté fuera de lugar, ya que, habiendo rebasado ellos la ciudad de Samaría, podían en el camino haberse enterado de los acontecimientos. Por razón de este parentesco se deshace también Jehú de los posibles pretendientes al trono de Israel de parte de Ocozías.
Encuentro con Jonadab (2Cr_10:15-17).
15
Partido de allí, encontró a Jonadab, hijo de Recab, que venía a su encuentro; le saludó y le dijo: ¿Es sincero conmigo tu corazón, como lo es el mío contigo? Y Jonadab le respondió: Sincero. Si es así replicó Jehú , dame la mano. Jonadab le dio la mano, y Jehú le hizo subir a su carro junto a él, 16
y dijo: Ven conmigo, y verás mi celo por Yahvé. Llevólo, pues, en su carro; 17
y cuando llegó a Samaría, mató a cuantos de Ajab quedaban en Samaría, exterminándolos del todo, según la palabra que Yahvé había dicho a Elías. Jonadab pertenece a la secta de los recabitas (
1Cr_2:55); fundador de la misma, según Jeremías (
1Cr_35:6). Yahvistas fervientes, veían con malos ojos la vida sedentaria de los hebreos, viviendo en ciudades, cultivando campos y construyendo edificios. Según el texto de Jeremías (
1Cr_35:1-11), a los recabitas les estaba totalmente prohibido beber vino, construir casas, sembrar los campos, plantar y poseer viñas. Durante toda su vida debían vivir en tiendas, con tal de vivir muchos años en la tierra en la que eran peregrinos, Al llegar Nabucodonosor a Palestina, los recabitas refugiáronse en Jerusalén. La presencia de Jonadab en el carro de Jehú era buen cebo para atraerse la colaboración de los adictos al culto de Yahvé 2.
Degollina de falsos profetas (1Cr_10:18-28).
18
Después reunió a todo el pueblo y le dijo: Ajab sirvió poco a Baal; Jehú le servirá más. 19
Llamad, pues, a mí a todos los profetas de Baal, a todos los sacerdotes, sin que quede ni uno solo, porque quiero ofrecer a Baal un gran sacrificio. El que falte no vivirá. Jehú obraba arteramente, para exterminar a los servidores de Baal. 20
Dijo, pues: Promulgad una fiesta en honor de Baal. Promulgáronla, 21
enviando mensajeros por todo Israel, y llegaron todos los servidores de Baal, sin que ni uno dejara de venir, y entraron en la casa de Baal, que se llenó de bote en bote. 22
Jehú dijo al que estaba al cuidado del vestuario: Saca vestiduras para todos los siervos de Baal. El las sacó, 23
y fue Jehú con Jonadab a la casa de Baal y dijo a los servidores de Baal: Mirad y ved si por acaso hay aquí entre vosotros algún servidor de Yahvé o si están sólo los servidores de Baal. 24
Y entró Jehú para ofrecer sacrificios y holocaustos. Había apostado fuera a ochenta hombres, diciéndoles: Cualquiera que dejare escapar a alguno de estos que yo pongo en vuestras manos, me responderá de su vida con la suya. 25
Cuando hubo acabado de preparar los sacrificios y holocaustos, Jehú dijo a los de su guardia y a los oficiales: Entrad y matadlos, sin que ni uno quede. Los de la guardia y los oficiales pasáronlos a todos a cuchillo. Penetraron luego en el templo de Baal, 26
sacaron fuera el altar de Baal y lo quemaron. 27
Destrozaron los cipos de Baal y, derribando el templo, hicieron de él una cloaca, que todavía subsiste hoy. 28
Así exterminó Jehú a Baal de en medio de Israel.
Aparte del trato de favor con que distinguió a Jonadab, Jehú no había dejado traslucir claramente cuál sería su conducta religiosa. Por lo mismo pudo valerse de una estratagema para acabar con los profetas del dios fenicio, cuyo culto oficial introdujo Ajab por instigación de Jezabel (
1Re_16:31;
1Re_18:26;
1Re_19:18;
1Re_22:54). El lugar de reunión fue el templo que Ajab había hecho levantar a Baal (
1Re_16:32). Según Lagrange 3, la costumbre de cambiar de vestido para tomar parte en el culto es muy antigua (
Gen_35:2), hallándose atestiguada entre los fenicios y árabes paganos. La causa de este cambio de vestido debe buscarse quizá en la creencia
de que el vestido del que está en el lugar santo es sagrado y no puede utilizarse para la vida común o profana. Es problemático que Jonadab, ferviente yahvista, entrara en el templo pagano; quizá un escriba introdujo en el texto este detalle. ¿Ofreció Jehú el holocausto? El texto puede entenderse en el sentido de que él tomó parte únicamente en la preparación del holocausto. Llegado el momento del ofrecimiento de las víctimas, confió la tarea de su sacrificio a los sacerdotes de Baal, en tanto que él salía del santuario por una puerta lateral. Terminada la matanza, los oficiales destruyeron los
masseboth (
1Re_14:23), rompieron las estatuas de Baal y demolieron su templo, cuyo lugar fue dedicado en adelante a vertedero.
Castigo de Jehú (1Re_10:29-36).
29
Con todo, no se apartó Jehú de los pecados con que Jero-boam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, y dejó en pie los becerros de oro que había en Betel y Dan. 30
Yahvé dijo a Jehú: Por haber hecho lo que es recto a mis ojos, haciendo desaparecer a la casa de Ajab, conforme a mi voluntad, tus hijos se sentarán en el trono de Israel hasta la cuarta generación. 31
Pero Jehú no se cuidó de andar con todo su corazón en la Ley de Yahvé, Dios de Israel, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam había hecho pecar a Israel. 32
En aquellos días comenzó Yahvé a cercenar el territorio de Israel, y los hirió Jazael en toda la frontera de Israel, 33
desde el Jordán, a oriente, toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén y de Manases, desde Aroer, que está junto al torrente del Arnón, hasta Galaad y Basan. 34
El resto de los hechos de Jehú, cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está escrito en el libro de las crónicas de los reyes de Israel? 35
Jehú se durmió con sus padres, y fue sepultado en Samaría. Le sucedió Joacaz, su hijo. 36
Había reinado Jehú veintiocho años sobre Israel en Samaría. A pesar de su campaña contra el culto de los baales, no destruyó los becerros de oro que puso Jeroboam en Betel y Dan (
1Re_12:28-32). En premio de su celo religioso ocupará su descendencia el trono de Israel hasta la cuarta generación. Su dinastía duró desde 841 hasta 743 antes de Cristo. ¿Aprobó Dios las matanzas de Jehú? Para juzgar su conducta deben tenerse presentes los siguientes puntos: 1) La imperfección moral en la antigua economía. Jehú comportóse como solían hacerlo los soberanos de aquel tiempo. Dios, que previo la conducta de Jehú, sirvióse de la misma, dejando que las causas segundas siguieran su camino, para castigar los pecados de Ajab. 2) Jehú se excedió en su cometido, derramando más sangre de la que convenía.
Mayor castigo le esperaba a Jehú desde el exterior. Enterado Jazael de la situación interna de Israel, atacó de improviso su territorio, apoderándose de toda TransJordania, cumpliéndose con ello lo dicho por Elíseo (
1Re_8:12). Con el fin de oponerse a la obra de Jazael, buscó Jehú la protección de Salmanasar III, al que envió un tributo para ganarlo a su causa. En el prisma de Salmanasar aparece Jehú postrado ante el rey asirio. Di cese allí que el rey asirio recibía tributo de Tiro y Sidón y de Ya-ú-a, hijo de Hu-um-rí (Pritchard, 281), esto es, de Jehú, de la casa de Omri (
1Re_16:27). Pero era un enemigo demasiado potente Jazael para que Salmanasar le redujera a silencio. En efecto, según el prisma de Salmanasar, Jazael, hijo de nadie, ocupó el reino, y reunió un gran ejército para luchar contra el rey asirio. Yo dice Salmanasar en su prisma luché contra él, tomé sus ciudades fortificadas; él, para salvar su vida, huyó. Le perseguí hasta Damasco, capital del reino. El año 842 Salmanasar trabó batalla con Jazael en el monte Senir
(Sa-ni-ru)t en el Antilíbano, en la que el rey de Damasco perdió mil ciento veintiún carros y cuatrocientos setenta caballos. Encerrado en Damasco, defendióse con éxito, en tanto que Salmanasar recorría y devastaba el territorio hasta el Haurán (Pritchard, 280).
Sin embargo, tanto esta vez como en otra más tarde tuvo Sal-ttianasar que retirarse sin haber doblegado al enérgico y hábil Jazael. Para colmo de sus males, el rey asirio vióse constreñido hacia el año 839 a huir precipitadamente a su tierra, en donde su hijo
Assur-danin-apal habíase revelado contra él; murió cercado en
Kalah. Jehú encontrábase de nuevo solo ante el temible Jazael. Como dice el texto, apoderóse éste de las tierras del oriente del Jordán.