Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
4. Invitación a la conversión y amenaza de castigo.
Se encarecen los efectos beneficiosos que para Israel tiene una sincera conversión. Después se anuncia la invasión de un ejército que viene del desierto para caer sobre el pueblo escogido. El estilo e; patético y descriptivo.
Invitación a la sincera conversión (1-4).
1 Si te conviertes, Israel oráculo de Yahvé , volverás a mí. Si quitas de delante de mí tus abominaciones, no andarás errante. 2 Si juras por la vida de Yahvé con verdad, con derecho y con justicia, serán en ti bendecidos los pueblos y en ti se gloriarán. 3 Pues así dice Yahvé a los hombres de Judá y de Jerusalén: Roturaos un erial y no sembréis en cardizales. 4 Circuncidaos para Yahvé y quitad los prepucios de vuestros corazones, varones de Judá y habitantes de Jerusalén. No sea que salga como fuego mi ira y se encienda, sin que haya quien lo apague, por la maldad de vuestras obras. Se insiste en la necesidad de que el arrepentimiento sea sincero. Si la conversión del pueblo es sincera, debe dirigirse a Yahvé:
volverás a mí (v.1). Pero tienen que renunciar a sus
abominaciones, es decir, los ídolos, con todas las consecuencias inherentes a los cultos cananeos. El premio de su retorno al buen camino será que no andará vacilante: no
andarás errante (v.1b), fuera de la órbita de la protección divina, errante como otro Caín, sin poder participar en los cultos verdaderos de Yahvé.
La expresión de jurar
por la vida de Yahvé equivale a jurar por el Dios
viviente, en contraposición a los ídolos, que son vanos, muertos, y, por tanto, no pueden prestar auxilio a sus devotos. En 5:2, el profeta dice que sus contemporáneos, aunque juran por el nombre de Yahvé, lo hacen
falsamente, precisamente porque contemporizan con los cultos paganos.
La frase siguiente:
serán en ti bendecidos los pueblos, está tomada directamente de
Gen_22:18 ó
Deu_26:4. La idea es que Israel será motivo de bendición para todas las gentes; es decir, los pueblos se saludarán deseándose los bienes que Yahvé ha otorgado a Israel.
Pero para que estas bendiciones se cumplan sobre Israel y den buenos frutos es preciso una reforma a fondo:
roturaos un erial y no sembréis en cardizales. Antes de sembrar un campo es preciso roturarlo bien cuando es
erial y prepararlo para la siembra. No se debe sembrar en
cardizales, porque se ahogaría la buena semilla. Ya el profeta Oseas, un siglo antes, había escrito la misma imagen con sentido análogo: Sembrad en justicia, cosechad en misericordia,
roturad el barbecho del conocimiento para buscar a Yahvé mientras viene él a enseñaros la justicia 2.
El profeta especifica lo que quiere decir con el símil anterior, tomado de la agricultura:
circuncidaos para Yahvé y quitad los prepucios de vuestros corazones. Para tener derecho a formar parte jurídicamente de la comunidad israelita era preciso y bastaba haber cumplido el rito de la circuncisión en los varones. Aquí el profeta exige algo más para entrar en relaciones normales con Yahvé. Habla a los
varones de Judá. (v.4), y les dice que lo que importa ante todo es la
circuncisión interior: circuncidaos para Yahvé (v.4a). El rito externo debía ser símbolo de una entrega
interna total a Yahvé. Para ello era preciso deshacerse de los
prepucios o apegos inmorales de sus
corazones. El corazón de los israelitas se hallaba como materializado y recubierto de una espesa capa de materialismo. Era preciso deshacerse de esto para entrar en relaciones puras, libres de intereses bastardos, con Yahvé. Se trata de formar parte de una sociedad nueva vinculada espiritualmente a Yahvé, y para ello era preciso practicar
esa circuncisión espiritual, que supone la renuncia a participar en los cultos idolátricos y a todas las apetencias torpes y sensuales inherentes a ellos 3. Esta llamada a la religión
interior es característica de los profetas y culminará en la predicación evangélica 4.
Después de esta exhortación paternal, Dios refuerza su invitación, anunciando el castigo caso de que no cambien de conducta:
no sea que salga como fuego mi ira (v.4b).
Inminente invasión (5-8).
5 Anunciad en Judá y proclamad en Jerusalén, clamad y tocad las trompetas por la tierra, gritad con toda fuerza y decidí ¡Congregaos y vayamos a las ciudades amuralladas! 6 Levantad bandera hacia Sión, salvaos, no os detengáis, porque voy a hacer venir la desgracia del septentrión, una gran catástrofe. 7 El león ha subido de su espesura, el devastador de pueblos está en marcha, ha salido de su lugar para devastar tu tierra y asolar tus ciudades hasta no dejar en ellas morador. 8 Vestios, pues, de saco, llorad y lamentaos, porque no se ha apartado de nosotros la ira encendida de Yahvé. Con estas palabras del v.5 se inicia un nuevo ciclo de profecías, que prosigue hasta el c.6 inclusive. No se especifica el enemigo invasor. El profeta, en este primer fragmento (v.5-8), refleja la alarma de los habitantes de Jerusalén y de sus alrededores ante la proximidad del enemigo, los cuales se congregan como único recurso en las ciudades fortificadas (v.5). El profeta se presenta como centinela que da la voz de alarma al estilo militar:
clamad y tocad las trompetas por la tierra (v.5a). Esta
tierra es la campiña de Judá. Ante la invasión es inútil quedarse a campo raso, y sólo resta refugiarse en los recintos amurallados. Además, el profeta invita a los habitantes de Sión a que enarbolen una bandera para indicar la dirección hacia la que deben converger los fugitivos
(levantad bandera hacia Sión, v.6a), ya que la invasión viene del
septentrión, e.d., de la ruta caravanera de Damasco, itinerario tradicional de las invasiones asirías, que será seguida también por los babilonios. El invasor es presentado como el
león que
ha subido de la espesura (v.7).
En la región frondosa de las márgenes del Jordán abundaban los leones y fieras salvajes. Su
espesura era famosa por los sobresaltos a que tenía que someterse el viajero incauto, siempre expuesto al ataque de dichas fieras. De allí
subían hacia las montañas colindantes. El profeta recoge este símil tradicional para presentar el peligro del invasor. Ese
león es el
devastador de pueblos (v.7), sin duda Nabucodonosor, implacable invasor de Palestina, primero como lugarteniente y generalísimo y después como rey de Babilonia. El profeta anuncia su efecto devastador sobre Judá (
tu tierra, ?.7b). Consecuencia de su implacable incursión militar será un duelo general entre los habitantes de Jerusalén: vestios
de saco, llorad. (v.8a) 5. Pero en realidad deben considerar la razón verdadera de la desgracia. Nabucodonosor no es sino un instrumento de la justicia divina, que se muestra airada contra su pueblo (v.8b).
Consternación en las clases dirigentes (9-10).
9 Y sucederá en aquel día oráculo de Yahvé que desfallecerá el corazón del rey y el de los magnates, se consternarán los sacerdotes, se pasmarán los profetas 10 y exclamarán: ¡Ah Señor, Yahvé! 6 Ciertamente has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: Tendréis paz, y la espada ha llegado hasta el alma. En el momento de la invasión serán las clases más responsables las que perderán el ánimo. En la corte no se ha querido seguir las instrucciones de Jeremías, y, en cambio, se han buscado fórmulas diplomáticas y alianzas militares con Egipto al margen de los intereses de Dios. La consternación será general en la corte:
desfallecerá el corazón del rey y el de los magnates (v.8). Estos han sido los responsables de la catástrofe al no seguir la política yahvista aconsejada por Jeremías, siguiendo, en cambio, los supuestos oráculos que halagaban sus puntos de vista proferidos por los falsos
profetas y
sacerdotes. Su insolencia llegará hasta el extremo de atribuir sus errores al mismo Yahvé:
¡Ah Señor, Yahvé! Has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: Tendréis paz (v.10a). La corte tomaba como verídicas las predicciones de
paz de los falsos profetas, y ahora creen que Yahvé los ha engañado.
La invasión arrallador a (11-21).
11 En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento cálido sopla de las dunas del desierto sobre los caminos de la hija de mi pueblo; viento no de limpia ni de abaleo; 12 un viento impetuoso me llega. Ahora voy también yo a pronunciar castigos contra ellos. 13 He aquí que sube como denso nublado; sus carros son como el torbellino; sus caballos, más veloces que las águilas. ¡Ay de nosotros! ¡Estamos perdidos! 14 Limpia de maldades tu corazón, Jerusalén, para que puedas ser salva. ¿Hasta cuándo se albergarán en tu interior tus perversos pensamientos? 15 ¡Se anuncia una voz desde Dan y se hace oír la desventura desde el monte de Efraím! 16 Recordadlo a las naciones, proclamadlo en Jerusalén: Vienen los asaltantes de lejanas tierras, lanzan sus gritos contra las ciudades de Judá, 17 la rodean como guardias rurales por haberse rebelado ella contra mí, oráculo de Yahvé. 18 Esto es lo que te han traído tu conducta y tus acciones. He aquí que tu maldad es amarga, pues hiere tu corazón. 19 Ay mis entrañas, ay mis entrañas! ¡Desfallezco! ¡Paredes de mi corazón! ¡Mi corazón se agita! ¡No puedo callarme! Ya oigo el sonido de la trompeta, el estrépito de la batalla. 20 Ya se anuncia desastre sobre desastre, pues toda la tierra ha sido devastada. De repente invadieron mis tiendas, en un instante mis tentorios. 21 ¿Hasta cuándo he de ver banderas y oír el sonar de los clarines? La descripción de la invasión es dramática y nerviosa para reflejar la ansiedad del momento. El profeta presiente inminente la invasión que avanza del norte. Es el ejército implacable de Nabucodonosor, que cae como un enjambre sobre la tierra de Judá. Antes se le presentó como un
león que sale de la
espesura; ahora se le describe como un
viento cálido, el simún o
jamsim, que sopla abrasador desde las
dunas del desierto (v.11), que no trae sino abrasamiento y esterilidad. Es un
viento devastador tan fuerte, que no sirve para las faenas de trilla y de selección del trigo
(no de limpia ni de abaleo, ?
2Cr_1:1b), pues es demasiado violento y se lleva también el grano con la paja. Es un huracán surgido repentinamente en el desierto, que siembra por doquier la devastación y la ruina7. Ahora
sopla. sobre los caminos de la hija de mi pueblo, e.d., Jerusalén 8. Por su aspecto tétrico, el invasor se parece a un
denso nublado (v.15), o turbión, que avanza amenazador 9. No hay salvación posible:
¡Estamos perdidos! es la exclamación unánime del pueblo, sobrecogido de terror.
Ante este ambiente de consternación general, el profeta, en su oficio de centinela de su pueblo, le dice que no está todo perdido y que aún hay lugar a la esperanza si el pueblo de Judá se arrepiente de sus pecados (v.14). Cuando todo es depresión moral y desesperación, los profetas presentan al pueblo un horizonte de esperanza, y cuando todo es jolgorio y optimismo inconsciente, anuncian castigos. Es el eterno balanceo ideológico de la teología profética. Tras esta interrupción alentadora en forma de consejo a su pueblo, prosigue el profeta la descripción de la invasión. Llegan las primeras noticias de la parte septentrional del país de que el ejército invasor ha entrado en Palestina:
Se anuncia una voz desde Dan y se hace oír la desventura desde el monte de Efraim (v.15).
Dan constituía la ciudad más septentrional de Israel, ya en los confines de Siria y Líbano, a cinco kilómetros de Banyas, la actual
tell-el-Qadi. Era tradicional la frase desde Dan hasta Bersabé para designar la totalidad de Palestina, desde la frontera siró-fenicia hasta el Negueb, en el sur, con Bersabé (la actual
Bersheba) como capital10. El
monte de Efraim (v.15) estaba al norte de Jerusalén, en la ruta que había de seguir el invasor en su marcha hacia la capital. Al citarle el profeta juntamente con
Dan, es para destacar la celeridad del avance arrollador; apenas llegan las noticias desde la frontera norte en Dan, cuando otro mensajero trae la noticia de que las tropas invasoras han acampado en el
monte de Efraim, a unos kilómetros al norte de Jerusalén. La descripción es entrecortada y llena de dramatismo. Las
naciones o pueblos paganos deben ser testigos de este castigo que se cierne sobre el pueblo elegido (v.16) para mayor baldón de éste. La avidez de los
asaltantes es comparada a la de los
guardias rurales (v.17),
que velan sobre la mies y los frutos para que no sean robados. Según algunos intérpretes, la expresión
guardias rurales se referiría a los ineptos defensores de la Jerusalén ante los bien armados asaltantes. En realidad, la
conducta y las malas
acciones de Judá han sido la causa del estrago, ya que los invasores no son sino instrumentos de la justicia divina (v.15a).
El profeta asiste en espíritu a la batalla y se conmueve en sus
entrañas (v.19). El temperamento de Jeremías era esencialmente afectivo, y sentía más que nadie la tragedia de su pueblo. La expresión
paredes de mi corazón (v.19) es paralela a
entrañas y significa la sede de sus afectos más'íntimos M. El profeta asiste espiritualmente a las escenas terribles del combate: oigo
el sonido de la trompeta, el estrépito de la batalla, y con ello presiente el
desastre que se cierne sobre
toda la tierra devastada (v.20). Piensa en su pueblo y se identifica con él:
invadieron mis tiendas. Con la imaginación se traslada a la época primitiva en que vivía Israel en
tiendas en el desierto. Sus campamentos o
tentorios han caído en poder del enemigo. Las murallas de Jerusalén, lejos de ofrecer defensa alguna, se pliegan fácilmente, como las tiendas, ante el empuje arrollador de los asediantes. Ante tanta desolación, el profeta pregunta cuánto durará esta invasión militar:
¿Hasta cuando he de ver banderas y oír
los clarines? (v.21). La paz ha desaparecido de su pueblo, y el estruendo bélico de los guerreros que despliegan las
banderas conmueve las entrañas de Jeremías, que asiste en espíritu al triste espectáculo.
Desolación general (22-31).
22 Porque mi pueblo está loco, me ha desconocido. Son hijos necios y no son inteligentes: sabios para el mal, ignorantes para el bien. 23 Miré a la tierra, y he aquí que era vacío y confusión; y a los cielos, y no había luz. 24 Miré los montes, y he aquí que temblaban, todos los collados se conmovían, 25 Miré, y no se veía un hombre, y las aves del cielo habían huido todas. 26 Miré, y he aquí que el vergel era un desierto, y todas sus ciudades eran ruinas ante Yahvé, ante el furor de su cólera. 27 Pues así dice Yahvé: Toda la tierra será un desierto, pero no consumaré la destrucción. 28 Llorará la tierra y se entenebrecerán los cielos arriba, porque yo lo anuncié, y no me arrepentiré; yo lo he resuelto, y no desistiré de ello. 29 Al vocerío de la caballería y de los saeteros, todas las ciudades emprenden la huida, penetraron en las selvas y escalaron las rocas; todas las ciudades fueron abandonadas, sin que en ellas quedara un morador. 30 Y tú la desolada, ¿qué harás? Si te vistes de púrpura, te adornas con joyas de oro, te rasgas los ojos con los afeites, en vano te acicalarás: tus amantes te desprecian, buscan tu vida. 31 Ciertamente oigo gritos como de mujer en parto, angustias como de primeriza. Es la voz de la hija de Sión, que gime y extiende sus manos. ¡Ay de mí! pues desfallece mi alma ante los asesinos. Después de dar la razón de la catástrofe, el profeta describe con caracteres escatológicos el ambiente de desolación y de terror que domina la tierra de Judá. Parece un fragmento apocalíptico similar a la descripción que del día de Yahvé hace el autor de Is c.24-27 12. Quizá sea un fragmento apocalíptico errático del mismo Jeremías, insertado por un redactor posterior para completar el cuadro de desolación anunciado por Jeremías en los versículos anteriores.
El profeta constata, en nombre de Yahvé, el estado de estolidez de Israel, que no sabe reconocer la mano de Dios, que les castiga por sus pecados:
mi pueblo está loco (v.22). Los israelitas son sólo
sabios para el mal, e.d., agudos para escoger caminos que los llevan a la perdición; y al contrario,
ignorantes para el bien. Es la gran tragedia de Israel en la historia, ya que, lejos de reconocerse como pueblo elegido bajo la protección de Yahvé, le ha
desconocido (v.22a), yendo tras dioses extraños.
Después pasa a describir la desolación general con caracteres cósmicos. En la tradición literaria profética,
el día de Yahvé era descrito como manifestación de la ira divina 13. Ahora, después de haberse manifestado la justicia vengadora de Yahvé, todo es desolación y ruinas: la
tierra. era vacío y confusión (v.23). Las palabras empleadas por Jeremías son las mismas que leemos en Gen 1:2 para describir el caos primitivo de la creación. Para colmo de desolación,
no había luz, que en el relato genesíaco aparece como primer signo distintivo. En
Gen_1:2 se dice que las tinieblas cubrían la faz del abismo. Sin duda que Jeremías depende de la descripción del Génesis. En este ambiente de confusión caótica, las mismas montañas parecen estar fuera de sí. Los
montes, símbolo de estabilidad e inmovilidad en la Biblia por sus supuestos fundamentos, que llegan hasta lo más profundo de la tierra,
temblaban (v.24). Todo aparece trastornado en este día de la manifestación de la ira de Yahvé 14. Y en esa naturaleza revuelta falta todo signo de vida:
no veía un hombre, y las aves del cielo habían huido (v.25). Todo es vacío caótico y ruinas. Los hombres han perecido en la mortandad o han sido llevados en cautividad, y las aves, al no encontrar nada con que alimentarse en aquella tierra, convertida en yermo, se han ausentado a otras regiones. En efecto, Palestina, que era un
vergel, se ha convertido en un
desierto (v.26). La expresión es hiperbólica. Palestina, en comparación con el estado de abandono en que había de quedar, era un campo feraz 15. La nueva situación desoladora es efecto del
furor de Yahvé, que quema como fuego.
Pero de nuevo hay una esperanza salvadora para un resto rescatado:
pero no consumaré la destrucción (v.27). Israel, por ser el pueblo elegido, se salvará en un pequeño núcleo de bendición, para que sigan en pie las promesas mesiánicas anunciadas a los patriarcas. La justicia divina respecto del pueblo elegido no es totalmente exterminadora 16.
El juicio divino es una preparación para la manifestación del reino mesiánico, del que ese resto salvado constituirá el primer núcleo de ciudadanos. Pero el castigo será tal, que los
cielos y la
tierra mismos participarán del duelo general (v.28). Y para insistir en la seguridad del castigo, pone el profeta en boca de Yahvé la decisión reiterada de enviarlo (v.28b). Las expresiones paralelas se repiten con énfasis para indicar la certeza del castigo, pero hay que tener en cuenta que estas profecías conminatorias son siempre condicionadas, e.d., están subordinadas en los planes de Dios al endurecimiento o arrepentimiento del pueblo israelita 17.
A continuación se describe con detalles la invasión: la
caballería, los
saeteros o arqueros avanzan despiadados (v.29). En los bajorrelieves asirios aparecen los jinetes guerreros armados con el carcajo lleno de flechas a la espalda, atacando al enemigo. Más tarde la caballería montada se generalizó como instrumento de guerra. En la época de Jeremías, el uso de ella era muy común entre los babilonios y escitas. Las poblaciones de los pequeños estados invadidos, como Palestina, quedaban atemorizadas ante la ligereza y elasticidad que proporcionaba tal arma de combate. Por eso, el profeta ve a los habitantes de todas las ciudades emprender la
huida hacia las
selvas, dirigiéndose a los lugares inaccesibles rocosos (v.29). Con ello las ciudades quedaban
abandonadas a merced del vencedor 18.
Ante este espectáculo de invasión previsto por el profeta, Jerusalén sigue inconsciente como una prostituta, ofreciendo sus encantos al mejor postor. Está, en realidad,
desolada 19, abandonada de Dios y de sus amantes; por eso es inútil que quiera atraerlos con seducciones artificiales (.30). Aquí los
amantes son las naciones extranjeras, cuyo favor buscaba ingenuamente Judá, ofreciendo sus dones y mejores servicios, como una cortesana que quiere atraer con sus vestidos de
púrpura, sus
joyas de oro y sus
afeites de antimonio, con lo que hacía destacar más los párpados, dando impresión de tener los ojos rasgados (
te rasgas los ojos. , v.30b). Esta descripción parece estar calcada en el relato de Jezabel, la esposa de Acab, que quiso conquistar con sus artimañas de cortesana el corazón de Jehú, el cual brutalmente, lejos de dejarse ganar, la asesinó, arrojándola a los perros de la calle 20. Es lo que harán los
amantes de Jerusalén: tus
amantes te desprecian, buscan tu vida (v.50c). Es inútil que quiera atraerlos, pues en la primera ocasión le darán de muerte.
La tragedia se aproxima, y Jerusalén debe prepararse para lo peor. Lejos de alejar el peligro que sobre ella viene con sus vanos requiebros a las naciones, en plan de meretriz despreciada de todos, lo que hace es adelantar la hora de la angustia. El profeta la ve ya en situación casi desesperada de dolor, como la
mujer en parto, con
angustias de primeriza, invocando auxilio, extendiendo las
manos (v.31). El grito de la
hija de Sión (Jerusalén) es desesperado bajo los golpes del enemigo:
desfallece mi alma ante los asesinos (v.31 c). Se ha consumado la tragedia, y Jerusalén ha sucumbido. El profeta anuncia con estas palabras trágicas la situación de la Ciudad Santa cuando, asediada por los soldados de Nabucodonosor, caiga definitivamente en el 586 a. C., desapareciendo como capital de la nación elegida.
1 El texto hebreo dice lit. serán en
él bendecidos los pueblos y en
él se gloriarán, por mantener materialmente la bendición del Génesis. Pero la acomodación parece exigir cambiar de persona. 2
Ose_10:12. 3 Cf.
Deu_10:16;
Lev_26:41. 4 Jesús hablará de la adoración de Dios en espíritu y en verdad (
Jua_4:24), prometiendo la plenitud de la vida interior por el Espíritu (
Jua_14:155).
Gal_6:15 : Tanto la circuncisión como el prepucio no son nada, pues lo que importa es la criatura nueva. 5 Para el símil del saco como vestido de luto, cf.
Isa_3:24;
Isa_15:3;
Joe_1:13;
Miq_1:8. 6 El texto hebreo lee: y diré (Jeremías). Pero esto es increíble en labios del profeta que ha anunciado la desventura. Por otra parte, los LXX leen: y se dirá. El códice Alejandrino lee: dirán, que se adapta perfectamente al contexto, y por ello creemos que es la mejor lección. Así la
Bible de Jérusalem y Gondamin. 7 Cf.
Isa_27:8;
Job_27:21. 8 Sobre la expresión la hija de mi pueblo, aplicable a la población de Jerusalén, cf.
Isa_16:1;
Isa_22:4;
Lam_4:223. 9 Cf.
Isa_5:28;
Hab_1:8. 10 Cf. Jue 20,i;
1Sa_3:20. 11 Cf.
Lam_1:20;
Isa_16:11. 12 Cf. también
Joe_2:10;
Joe_3:15;
Amo_8:9. 13 Cf.
Isa_13:10;
Joe_2:10;
Sal_18:9-11. 14 Cf.
Hab_3:10;
Jue_5:5;
Sal_114:4-6. 15 Cf.
Exo_3:8. 16 Cf.
Isa_6:13;
Lam_10:21;
Isa_11:11-15;
Amo_9:8;
Miq_2:12;
Sof_3:13. 17 Cf. Jon3:4· 18 Cf.
Jue_6:2;
1Sa_13:6. 19 Los LXX omiten
desolada, que está en el TM. Teod. lee infeliz. 20 Cf.
2Re_9:30. Sobre el colirio como adorno de los ojos cf.
Isa_45:11;
Eze_23:40;
1Re_9:30.