Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Ejecución de los decretos del libro de los siete sellos, 6:1-11:19.
En estos capítulos, y sobre todo en los capítulos 6-9 y 11:14-18, encontramos una serie de visiones simbólicas que parecen anunciar y preparar el exterminio del Imperio romano, tipo de todos los imperios paganos que han de perseguir a la Iglesia de Cristo. San Juan verá idealmente, y de una manera todavía general y confusa, cómo se van preparando en el cielo los juicios divinos (c.6-7), antes de tener la visión más detallada de su realización sobre la tierra (c.8-11) l.
La Apertura de los Siete Sellos, 6:1-8:1.
Toda esta escena se realiza en los cielos. A medida que el Cordero va abriendo los sellos, van apareciendo uno a uno los elementos que entran en los juicios de Dios sobre el Imperio romano y sobre todo el mundo. A la apertura de cada sello corresponde algo así como un capítulo de cuanto está escrito en el libro. El septenario de sellos se divide en dos series secundarias de cuatro y de tres miembros. Con la apertura de los cuatro primeros sellos aparecen los símbolos de diversas calamidades. Los cuatro primeros flagelos, representados por los cuatro jinetes, simbolizan las calamidades más frecuentes en la antigüedad: invasión de los bárbaros, guerra, hambre, epidemias (6:1-8). Al abrir el quinto sello se eleva al cielo la plegaria de los que han sido muertos por la causa de la palabra de Dios, pidiendo a Dios que manifieste su justicia (6:9-11). Cuando el Cordero abre el sexto sello, el profeta percibe un gran terremoto acompañado con señales del cielo, que presagian la ira del Cordero contra los impíos (6:12-17). Después aparece un ángel que marca a los justos con una señal en la frente para preservarlos de los castigos que han de venir (7:1-8). A estos elegidos se une una gran multitud de vencedores, que, uniendo sus voces a las de los ángeles, entonan himnos de alabanza a Dios y al Cordero (7:9-17). Finalmente, al ser abierto el último sello (8:1), se hace un gran silencio en el cielo. Este silencio impresionante indica la solemnidad del momento en el que el juicio se va a ejecutar.
1 S. Bartina, Apocalipsis de San Juan. La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento III p.657-658. 2
Eze_2:9s;
Dan_10:21. 3 Libro de Henoc 81:1-2. Cf. J. bonsirven, Le Judaísme palestinien I p.190. 4 Cf. W. S. Taylor, The Seven Seáis in the Revelation of John: JTS 31 (1930) 266-271; O. Roller, Das Buch mit sieben siegeln: Zntw 36 (1937) 98-113; B. deri, Die Vision über das Buch mit den sieben Siegeln (
Rev_5:1-5) (Viena 1950-1951). 5 Cf. Suetonio, Augustus 101; Daremberg-Saglio, Dictionnaire d'Antiquités Gréco-Ro-mainesfig.64443 y 67145; Dom Guiu M. Camps, o.c. p.27O. 6 Cf. S. Bartina, o.c. p.659 nt. 3. 7 Cf.
Rev_14:633;
Rev_14:18, is. 8
Gén_49:1055. 9 Jesé era el padre de David. Por donde se ve que
Raíz de David es equivalente a
Raíz de Jesé, o al sinónimo
Retoño de Jesé. 10
Rev_12:3-9. 11 Gf.
Rev_3:21;
Jua_12:313;
Jua_16:33. 12 La imagen del
cordero, aplicada a Cristo, es propia de la literatura joánica. Aquí el autor sagrado emplea el término Üñíßïí, que
aparece veintinueve veces en Ap, y siempre designa al Mesías crucificado. En cambio, en
Jua_1:29 se emplea la palabra Üìíüâ· 13 Ex 12; cf.
Isa_53:7;
Jua_1:29.36;
1Pe_1:19. 14 1853:7. 15
Jua_1:29. 16 Cf. M. J. Lagrange,
évangile selon S.
Jean1 (París 1947) p.39-41; P. A. Harle,
L'Agneau de l'Apocalypse et le Nouveau Testament: Les études Théologiques et Religieuses 31 (1956) 26-35. 17 Cf. Zac 1.18ss;
Dan_7:7;
Dan_8:3s. 18
Zac_3:9. 19
Zac_4:10. 20 Cf.
Jua_15:26;
Jua_16:14. 21
Rev_4:5. 22 Cf.
Rev_8:3. 23
Rev_6:9. 24
Rev_8:3. 25
Rev_11:19. 26 Cf. M. García Cordero, o.c. p.68. 27
Exo_19:6. 28 Ya hemos explicado en el comentario a
Rev_1:6 el significado de la expresión
reyes-sacerdotes. 29 Cf.
1Pe_1:18ss;
Rev_2:9; 2 Pe 2,r. 30
Gal_3:13;
Gal_4:5;
1Co_6:20;
1Co_7:23. 31 Cf. Jn i.is. 32 Tomás afirma que los ángeles, en cuanto sustancias espirituales, forman una multitud inmensa, superior a la de los seres materiales (S. Th. i q.30,a.3). 33
Dan_7:10. 34 A la doxología que los veinticuatro ancianos habían dedicado a Dios creador en
Rev_4:11, añaden ahora los ángeles otros cuatro epítetos:
riqueza, sabiduría, fuerza y bendición para completar el número
siete. 35 Cf. F. Cabrol, La doxologie dans la priére chrétienne: RSR (1928) 14. 36 Cf.
1Cr_16:36. 37 FÜ2.IO.
Capitulo 6.
Aparecen cuatro jinetes,1Cr_6:1-8.
1
Así que el Cordero abrió el primero de los siete sellos, vi y oí a uno de los cuatro vivientes que decía con voz como de trueno: 2
Ven. Miré y vi un caballo blanco, y el que montaba sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona, y salió vencedor, y para vencer aún. 3
Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: Ven. 4
Salió otro caballo, bermejo, y al que cabalgaba sobre él le fue concedido desterrar la paz de la tierra, y que se degollasen unos a otros, y le fue dada una gran espada. 5
Cuando abrió el sello tercero oí al tercer viviente que decía: Ven. Miré y vi un caballo negro, y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. 6
Y oí como una voz en medio de los cuatro vivientes que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario, pero el aceite y el vino ni tocarlos. 7
Cuando abrió el sello cuarto oí la voz del cuarto viviente que decía: Ven. 8
Miré y vi un caballo bayo, y el que cabalgaba sobre él tenía por nombre Mortandad, y el infierno le acompañaba. Fueles dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por la espada, y con el hambre, y con la peste, y con las fieras de la tierra. Los cuatro jinetes de esta primera visión, que depende de
Zac_6:1-3, representan el imperio de los partos, que fueron el terror del Imperio romano, y los azotes que sus invasiones provocarían: dominio extranjero, guerra, hambre, epidemias 2. Pero, al mismo tiempo, son también tipo de los azotes con que es amenazado el mundo pagano.
Los cuatro vivientes que sostienen el trono de Dios son los que dan aviso al profeta uno tras otro para que se acerque y vea lo que va a suceder (v.1). A la apertura del primer sello aparece un
caballo blanco, y el que lo monta lleva
un arco y recibe
una corona, señal de una primera victoria, que irá seguida de otras más (v.2). El jinete blanco parece representar los partos prototipo de los pueblos belicosos , como se ve por el arco, que era el arma característica de sus guerreros 3. El color blanco del caballo y la corona son signos de victoria y de dominación. Los partos instalados sobre el Eufrates constituían una amenaza continua contra el Imperio romano. En el año 62 d.C., el rey parto Vologesis había logrado vencer a las legiones romanas junto al río Tigris. Esta victoria presagiaba otras. Por eso se dice que el jinete
salió vencedor, y para vencer aún (v.2).
Desde los tiempos de San Ireneo, casi todos los comentaristas antiguos y muchos modernos han visto en el jinete blanco a Jesucristo o la personificación del Evangelio, que había obtenido victorias a través del mundo y las seguiría obteniendo. Esta interpretación se apoya sobre todo en la semejanza con el caballero victorioso de
Rev_19:11, que representa evidentemente a Jesucristo. Pero contra esta interpretación militan las razones siguientes: La visión de los cuatro jinetes se inspira en
Zac_6:1-3, en donde simbolizan azotes. Luego lo normal es que también aquí tengan ese sentido. Por otra parte, el primer jinete del Apocalipsis forma un todo con los otros tres, que ciertamente representan calamidades. Además, parece poco probable que en los tres septenarios del Apocalipsis un solo elemento sea heterogéneo. Y, finalmente, si se tratase de la predicación evangélica, no se explica por qué no lleva ningún signo distintivo, mientras que los demás jinetes llevan todos un símbolo que los caracteriza. El arco que lleva el primer jinete no parece ser un signo distintivo apropiado para designar la predicación evangélica 4.
Por consiguiente, creemos que el primer jinete representa el azote de las invasiones de los bárbaros, tan frecuentes en la antigüedad. Los bárbaros, a los cuales hace referencia San Juan en este pasaje, parecen ser los partos, que en aquella época eran los más temibles adversarios del Imperio romano y de la cultura griega. Sus amenazas y sus victorias tuvieron atemorizados a los habitantes del imperio durante mucho tiempo.
Después de abrir el
segundo sello apareció un jinete de color rojo, es decir, de color sangre, al cual fue entregada una
grande espada. Y se le dio el poder de
desterrar la paz de la tierra y hacer que los hombres
se degollasen unos a otros (v.3-4). La espada, arma de las legiones romanas, simboliza las guerras intestinas del Imperio romano, que tuvieron lugar el año 69 d.C. En dicho año, las legiones del Rhin, de las Galias, de la Grecia y del Asia, capitaneadas por Galba, Otón, Vitelio y Vespasiano, se enfrentaron entre sí 5. Estas luchas eran conocidas, sin duda, por San Juan, y pudieron sugerirle la imagen del caballo rojo de la guerra.
Al abrir el
tercer sello se ve un caballo negro, y el jinete que lo montaba llevaba en su mano una balanza (v.5). La voz del
tercer viviente declara el significado de esa balanza, que no es otro sino el de la carestía y del hambre (v.6). Era ésta una consecuencia normal de las guerras, como lo es todavía hoy. Los ejércitos arrasan con frecuencia los campos, y la gente, ante el temor de perder sus cosechas, no siembra. La
balanza de la cual se habla aquí sirve para pesar el pan 6. Con el fin de apreciar mejor los datos del texto recuérdese que, según la parábola evangélica 7, el denario era el jornal de un obrero. Pues bien, para comprar
dos quénices (×ïÀíéî) de trigo o seis
quénices de cebada, que era, naturalmente, más barata y constituía el alimento de los pobres, había que pagar un denario. Para darnos cuenta de lo elevado del precio, hay que tener en cuenta que el
quénice equivalía a 1,079 litros 8. Además, se sabe que en tiempos normales por un denario se podían comprar 12
quénices de trigo o 24 de cebada 9. El aumento tan exorbitante del precio del pan sirve para dar una idea del hambre que habría de venir. En cambio,
el vino y
el aceite abundarían sobremanera 10. Esta especie de paradoja se explica bien si tenemos presente que el Estado romano, con el fin de que costase menos el pan, hacía compras masivas de trigo en Egipto y en áfrica. Con esto, el precio del trigo bajaba y su cultivo se hacía poco remunerador; en consecuencia, los agricultores romanos creyeron que les resultaría más rentable el convertir sus tierras en viñas. Este fue el motivo de que hubiese una gran sobreabundancia de vino en Italia principalmente. Por eso, Domiciano se vio obligado a dar un decreto en el año 92 con el fin de restringir el cultivo de las viñas. En él ordenaba que no se plantasen más viñas en Italia y que en las provincias se destruyesen la mitad o más. 11 Esta situación económica debía de durar desde hacía años, para que el emperador tratara de remediarla con medidas tan radicales. San Juan bien pudiera aludir a esta situación. La abundancia del vino y del aceite podía agravar más el malestar porque, sin satisfacer las necesidades alimenticias, obligaba a los agricultores a vender estos productos a precios muy bajos. De este modo se encontraban sin dinero suficiente para comprar los alimentos, sumamente caros.
Después de la invasión, de la guerra y del hambre, viene
la peste (v.7-8). El color claro verdoso del jinete es el color del cadáver en putrefacción. Por eso, el jinete es llamado
Mortandad, o mejor,
Muerte, ó èÜíáôïò. Pero aquí muerte hay que entenderla de la peste, que los LXX traducen frecuentemente por èÜíáôïò 12. Como el hambre, era la peste compañera inseparable de las guerras en los tiempos antiguos, a causa del poco o ningún cuidado de enterrar los cadáveres y de la suciedad en los campos y en las ciudades. El
hades-seol aparece aquí personificado 13 como un individuo siniestro que seguía a la peste y a los otros tres azotes para tragar las víctimas que éstos dejaban. El v.8 precisa que las calamidades de los cuatro primeros azotes fueron limitadas
a la cuarta parte de la tierra. Esta restricción es claro indicio de la misericordia divina, que no permitirá que tales calamidades se abatan sobre toda la humanidad. La enumeración de las cuatro calamidades está tomada del profeta Ezequiel, el cual, dirigiéndose a los israelitas infieles, les dice: ¡Cuánto más cuando desencadene yo contra Jerusalén esos cuatro azotes juntamente: la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste, para exterminar en ella hombres y animales!14
Semejantes calamidades las habían experimentado las provincias de Oriente más de una vez durante el siglo I. San Juan, sorprendido por todos los azotes que tuvieron lugar en su tiempo: malas cosechas, desde el año 44 d.C., encareciendo la vida bajo Nerón, la gran epidemia del año 65 15, guerras civiles, temor de los partos, temblores de tierra en Anatolia, las catástrofes de Herculanp y de Pompeya, se sirvió de ellos como de símbolos para anunciar las grandes calamidades que habían de venir sobre el mundo 16. Son como el símbolo de los diversos azotes con que Dios castiga periódicamente a la humanidad.
Apertura del quinto sello: los mártires,Zac_6:9-11.
9
Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido degollados por la palabra de Dios y por el testimonio que guardaban.10
Clamaban a grandes voces, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, Santo, Verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre en los que moran sobre la tierra? Y a cada uno le fue dada una túnica blanca, y les fue dicho que estuvieran callados un poco de tiempo aún, hasta que se completaran sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos. San Juan concibe el cielo como un templo semejante al templo de Jerusalén, con su altar de los holocaustos, al pie del cual se derramaba la sangre de los sacrificios. Según la mentalidad hebraica, en la sangre estaba la vida, el alma 17. Por eso nos dice el autor del Apocalipsis que
debajo del altar estaban las almas de los mártires sacrificados por la
palabra de Dios y por el
testimonio de Jesucristo (v.9). Los mártires,
degollados como el Cordero, son considerados como holocaustos ofrecidos a Dios 18. Porque el martirio es un verdadero sacrificio soportado por amor de Cristo 19. Los mártires son, por este motivo, los verdaderos seguidores de Jesús, el mejor cortejo que Jesucristo glorioso puede tener en el cielo. Los que ve San Juan eran los que habían muerto bajo la persecución de Nerón 20
Una tradición judía, atestiguada por el Talmud 21, coloca las almas de los justos bajo el trono de Dios. Otra tradición judía los representaba en el acto de ser ofrecidos a Yahvé por Miguel sobre el altar celeste. Y la literatura rabínica colocaba a los justos, en especial a los muertos por causa de la Ley, muy cerca del trono de
Dios 22
· Es muy probable que estas tradiciones hayan influido sobre la concepción de San Juan. Por otra parte, es posible que el Apocalipsis coloque las almas de los mártires bajo el altar porque sobre el altar son ofrecidas las oraciones de los santos 23, o bien porque quiere significar que la inmolación de los que son sacrificados en la tierra es ofrecida a Dios simbólicamente sobre el altar del cielo. Según la tradición apocalíptica judía, las almas de los mártires y justos estaban en unas cuevas o receptáculos especiales en donde esperaban la resurrección 24. Es también muy posible que San Juan coloque a los mártires debajo del altar para significar una especial intimidad de éstos con Dios.
Estos mártires claman, como clamaba la sangre de Abel 25, y piden al Dios santo y
fiel que vengue su sangre en los habitantes de la tierra (v.10), es decir, en los enemigos de Dios 26. Esta petición de los mártires que parece un tanto dura y poco conforme con el espíritu cristiano, hay que entenderla en conformidad con todo el libro y con el espíritu general del Nuevo Testamento. Non haec odio inimicorum, pro quibus in hoc saeculo rogaverunt, orant, sed amore aequitatis (San Beda). Los mártires desean ardientemente el triunfo de la palabra divina; de ahí la petición que dirigen a Dios para que se cumpla la justicia 27. Sin embargo, la súplica que aquí elevan los mártires no está inspirada en la del Señor ni en la de San Esteban Protomártir pidiendo perdón para sus verdugos. Es más bien el eco de las que leemos tantas veces en los salmos, en Jeremías y en otros lugares del Antiguo Testamento. La venganza más digna de Dios misericordioso es obligar a sus enemigos a postrarse ante El pidiendo perdón. La respuesta que se da a la petición de los mártires se parece bastante a la que se encuentra en el 4
Esd_4:35-37. Los justos, desde sus receptáculos, preguntan: ¿Cuánto tiempo tendremos todavía que permanecer aquí? A lo que responde el arcángel Jeremiel: Hasta que el número de vuestros semejantes sea completo. De igual modo, los mártires del Apocalipsis han de
callarse, esperando
un poco de tiempo aún (v.11), a que se complete el número de sus hermanos que han de ser muertos como ellos. El tiempo de espera será corto, porque en el cielo los años cuentan poco. A los mártires se les
da una túnica blanca, propia de los que ya han triunfado, como en
Rev_3:5;
Rev_7:9. Los mártires participan desde ahora del triunfo y de la gloria celeste, que son prenda del pleno cumplimiento de las promesas divinas.
Para comprender bien el pensamiento de San Juan en el Apocalipsis hemos de tener presente que suele ver en un solo hecho simbólico lo que es una ley continua de la justicia divina: la glorificación celeste de los mártires, antes incluso de que hayan resucitado sus cuerpos 28. San Juan, lo mismo que los profetas antiguos, concibe el mundo en lucha continua. De una parte está la causa de Dios representada por los fieles; de otra está la causa del mundo, que combate contra Dios y los suyos.
La satisfacción prometida a los mártires va a ser simbolizada, bajo su doble aspecto, por la visión del sexto sello. Tal vez las oraciones de los santos hayan acelerado la acción divina.
Apertura del sexto sello: grandes cataclismos,Rev_6:12-17.
12
Cuando abrió el sexto sello, oí y hubo un gran terremoto, y el sol se volvió negro como un saco de pelo de cabra, y la luna se tornó toda como de sangre, 13
y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra como la higuera deja caer sus higos sacudida por un viento fuerte, 14
y el cielo se enrolló como un libro que se enrolla, y todos los montes e islas se movieron en sus lugares. 15
Los reyes de la tierra, y los magnates, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todo siervo, y todo libre se ocultaron en las cuevas y en las peñas de los montes. 16
Decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros y ocultadnos de la cara del que está sentado en el trono y de la cólera del Cordero,17
porque ha llegado el día grande de su ira, y ¿quién podrá tenerse en pie? Los cataclismos cósmicos que siguen a la apertura del sexto sello parecen presentarse como una respuesta al clamor de los mártires. Son las señales que precederán al castigo de Dios contra los poderes del mal, y que por sí solos indican lo terrible y espantoso que será ese día. Todas las señales cósmicas descritas aquí por San Juan: terremotos, oscurecimiento del sol y de la luna, caída de las estrellas, arrollamiento del cielo, estremecimiento de los montes y de las islas (v.12-14), son clásicas y tradicionales en la literatura profética y apocalíptica tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Son figuras empleadas para anunciar el desencadenamiento de la cólera de Dios contra los impíos. De temblores de tierra se habla en
Amo_8:8; en
Joe_2:10;
Joe_3:4. De eclipses de sol y de la luna ensangrentada en
Amo_8:9;
Joe_2:10;
Joe_3:4;
Isa_13:10;
Isa_50:3; en San
Mat_24:21.29-30; en el mismo
Rev_8:5;
Rev_11:13;
Rev_16:18. De la caída de las estrellas y de la desaparición del cielo, nos dice hermosamente Isaías: La milicia de los cielos se disuelve, se enrollan los cielos como se enrolla un libro; y todo su ejército caerá como caen las hojas de la higuera. 29 Como se ve claramente, esta imagen de Isaías está tomada casi al pie de la letra por el autor del Apocalipsis. La única imagen que no encontramos en la Biblia es la de la
translación de las montañas y de las islas 30, que puede considerarse como una consecuencia del gran terremoto anunciado en el v.12. Todas estas imágenes no hay que tomarlas al pie de la letra. No se trata de hechos reales, que han de suceder como preludio del fin del mundo, sino que son puros símbolos convencionales de desgracias que se han de abatir sobre los malvados. No es el juicio final lo que aquí se anuncia. Es más bien una de tantas intervenciones justicieras de Dios sobre la humanidad en el curso de su historia.
San Juan nos presenta a hombres de todas clases y condición el número siete indica totalidad , desde los reyes, magnates, tribunos, ricos y poderosos hasta los siervos y libres, huyendo de los cataclismos para esconderse en las cavernas de los montes (v.15). Esto era frecuente en Palestina en tiempo de invasiones enemigas y de guerras 31. Y lo mismo dice Jesucristo en el Evangelio cuando habla de la caída de Jerusalén y de la gran tribulación 32. El apostrofe que dirigen los impíos a los montes y a las peñas:
Caed sobre nosotros y ocultadnos de la cara. del Cordero (v.16), nos recuerda las palabras que Cristo dirigió a las piadosas mujeres de Jerusalén, que se lamentaban de su suerte, cuando iba camino del Calvario: Entonces dirán a los montes: Caed sobre nosotros, y a los collados: Ocultadnos. 33 Los malvados tienen conciencia de su culpabilidad, y, antes de comparecer ante la faz irritada del Cordero, prefieren desaparecer para siempre. Porque
ha llegado el día terrible de su ira, y
nadie podrá mantenerse en pie en su presencia (v.17). El manso
Cordero se ha convertido en fiero
León para los enemigos de Dios. La vista del Redentor inmolado será lo que más terror ha de causar a la humanidad ingrata. Los enemigos de Dios se sentirán llenos de espanto, y tendrán que reconocer la soberanía y la omnipotencia divinas, manifestadas en esas convulsiones cósmicas. El
día grande de la ira del Señor es el paralelo del gran
día de Yahvé, del cual nos hablan frecuentemente los profetas 34. Ese día será un día terrible, un día de tinieblas y oscuridad, en el que se oscurecerá el sol y la luna, y las estrellas caerán del cielo, y el universo entero se conmoverá 35. Todas estas imágenes sirven para dar realce a la intervención divina en favor de su Iglesia y en contra de los enemigos de ella.
El significado esencial de la escena descrita por San Juan es que los enemigos de Dios serán obligados a reconocer, en las diversas épocas de la historia, los signos precursores del gran día de Dios, del gran juicio del Señor 36. Y tendrán que constatar que no siempre podrán escapar a la justicia divina 37.
1 Cf. E. B. Allo, o.c. p.8-4; M. E. Boismard,
L'Apocalypse, en
La Sainte Bible dejórusalem p.42. 2 Gf. G. Baldensperger, Les
Cavaliers de l'Apocalypse (Rev_6:1-8): Rhpr 4 (1924) 1-31 3 Cf. W. M. Ramsay, o.c. p.s8. 4 Cf. A. Gelin, o.c. p.612; dom Guiu M. Camps, o.c. p.2?5. 5 Gf. P. Touilleux , o.c. p.52. 6 Cf.Ez 4.16. 7 Mt 20.255. 8 El
quénice, ×ïÀíéî, era una medida griega de capacidad para áridos. El
denario era el sueldo medio de un trabajador por jornada. Equivalía más o menos a una peseta oro. 9 Cf. Cicerón,
In Verrem 3,Si. 10 Según nuestra manera de ver, la traducción de Nácar-Colunga:
el aceite y el vino ni tocarlos, es un tanto confusa, y se presta a diversas interpretaciones. Sería mejor traducir el griego ôï åëáéïí êáé ôïí ïéíïí ìç ÜäéêÞóçò:
al aceite y al vino no les hagas daño, o bien, no les causes
ningún perjuicio. De esta manera se ve claramente que el autor sagrado no habla de la escasez del aceite y del vino, como piensan algunos autores, sino, por el contrario, de sobreabundancia. 11 Suetonio,
Domitianus 7:2.15. 12 El término griego èÜíáôïò =
muerte, es empleado con frecuencia por los LXX para traducir el hebreo deber =
peste. 13 Cf.
Rev_20:14. 14
Eze_14:21. 15 Tácito,
ármales 16:13; Suetonio, Nerón 39:45· 16 Cf. E. B. Allo, o.c. p.Q4. 17 Cf.
Lev_17:11-14- 18 Cf.
Flp_2:17;
2Ti_4:6. 19 Cf.
2Ti_4:6. 20 tácito,
Anuales 15:44· 21
Sabbaih 125b. 22 Cf. J. Bonsirven,
Juda'isme Palest. I p.327-340; Strack-Billerbeck, o.c. I p.224; Ðé p.803. 23
Rev_8:3. 24
Esdras 4:3553. 25
Gen_4:10. 26 Ap 9:;
Rev_11:10. Libro de Henoc 22:5-7; 27 Cf. E. B. Allo, o.c. p.104. 28 E. B. Allo, o.c. ñ.104 29
Isa_34:4. 30 Cf.
Rev_16:20. La traducción de Nácar-Colunga: todos ios montes
e islas se movieron en sus lugares, no es del todo exacta. Sería mejor traducir, siguiendo el griego: se movieron
de sus lugares (åê ôùí ôüðùí ocúrcov åêéíÞ3çóáí). En varios salmos (cf.
Sal_18:8;
Sal_46:3-4;
Sal_114:4) se nos dice que los montes se conmovieron, que saltaron, que incluso se precipitaron en el mar. Tenemos, por consiguiente, una imagen bastante parecida a la del Apocalipsis. 31 Gf.
1Ma_2:28-30;
Mat_24:16.26. 32 Mc 13:14;
Luc_21:21. 33
Lev_23:30. 34 Cf.
Amo_5:18.20;
Sof_1:14-16;
Joe_2:1-2.11. 35
Mat_24:29. 36 Cf.
Joe_2:11;
Sof_1:14-18. 37 E. B. Allo, o.c. p.ioó.