Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
11. Profecías contra algunos jefes de Jerusalen. Promesa de Repatriación.
Continúa el anuncio del castigo de Jerusalén, ahora en sus jefes culpables. Precisamente en la
puerta oriental, donde se había parado la
gloria de Yahvé en su carro triunfal, el profeta distingue a varios de los responsables de la catástrofe, al anunciar al pueblo que Jerusalén debía resistir a los babilonios, porque estaba segura con sus defensas amuralladas.
Es una presunción que no tolera la omnipotencia de Yahvé, que ve en ello un desafío a sus decretos sobre Jerusalén. En una segunda parte del capítulo se anuncia una restauración del pueblo a base de un
resto disperso entre las naciones (v.14-21). Por fin,
Yahvé abandona definitivamente su santuario.
Castigo de los jefes culpables (1-13).
1 Me elevó el espíritu y me llevó a la puerta oriental de la casa de Yahvé, la que mira a levante, y vi que había a la puerta veinticinco hombres, entre los cuales Jezanías, hijo de Azur, y Peltías, hijo de Banayas, jefes del pueblo. 2 Y Yahvé me dijo: Hijo de hombre, éstos son los que maquinan perversidades, y dan en la ciudad perversos consejos, 3 y dicen: ¿No se han reconstruido bien pronto las casas de la ciudad? Ella será la olla, nosotros la carne. 4 Por tanto, profetiza contra ellos, profetiza, hijo de hombre. 5 Y vino sobre mí el espíritu de Yahvé, y me dijo: Di: Así habla Yahvé: Vosotros habéis dicho eso, casa de Israel, y yo sé muy bien lo que pensáis. 6 Habéis multiplicado los muertos en esta ciudad, habéis llenado sus calles de cadáveres. 7 Por tanto, así dice Yahvé: Vuestros muertos, los que habéis dejado tendidos en medio de ella, ésos son la carne, y ella es la olla; pero yo os sacaré de ella. 8 Vosotros tenéis miedo a la espada, y yo haré venir la espada sobre vosotros, dice el Señor, Yahvé. 9 Yo os sacaré de en medio de ella y os entregaré en manos de los extranjeros, y haré justicia en vosotros. 10 Pereceréis a la espada; en los términos de Israel os juzgaré, y sabréis que yo soy Yahvé. 11 No será ella para vosotros la olla, ni seréis vosotros en ella la carne; en los términos de Israel os juzgaré, 12 y sabréis que yo soy Yahvé, cuyos mandamientos no habéis seguido, cuyas leyes no habéis practicado, sino que habéis obrado siguiendo las costumbres de las gentes que os rodean. 13 Apenas había profetizado, cayó muerto Peltías, hijo de Banayas, y yo me eché rostro a tierra y grité con todas mis fuerzas: ¡Ah Señor! ¿vas a acabar del todo con lo que queda de Israel? El profeta es transportado en fisión por el
espíritu, o fuerza ca-rismática divina, a la
puerta oriental del templo de Jerusalén, donde se había detenido la
gloria de Yahvé antes de abandonar el santuario totalmente. Allí están veinticinco hombres partidarios de la resis tencia contra los invasores babilónicos, a pesar de las reiteradas profecías de Jeremías, en las que había comunicado de parte de Yahvé la conveniencia de entregarse a las tropas de Nabucodonosor como mal menor1. Los dos personajes que el profeta nombra no son desconocidos. Estos se sienten optimistas y pretenden animar a sus compatriotas para una desesperada resistencia, recordándoles que las antiguas ruinas del cerco anterior de 598 por los babilonios ya están restauradas (v.5); por otra parte, las defensas amuralladas de la ciudad son una garantía para organizar la resistencia. Ellos, dentro de los muros de Jerusalén, se sienten tan seguros como la
carne en la
olla (v.3). Por mucho que se caliente, el fuego no podrá pasar al interior 2.
Dios recoge la comparación de ellos y le da una nueva aplicación: en realidad, la
carne afectada por la muerte son los
muertos que ellos han hecho con sus arbitrariedades. Movidos de sentimientos ultranacionalistas, han ahogado en sangre toda voz de protesta. Y en esa situación de tragedia, la ciudad de Jerusalén ha resultado como una
olla, de la que las víctimas inocentes no han podido salir para librarse del peligro (v.7). Sin embargo, Yahvé se encargará de
sacar a los culpables de esta
olla, para hacerlos caer bajo la espada en los
términos de Israel (v.11), es decir, en los confines septentrionales de Israel, en la región siria de Ribla, donde está el cuartel general de Nabucodonosor y donde fueron matados los magnates de Judá ante los ojos del rey Sedecías 3.
Después de anunciar esto, el profeta vio en visión el cumplimiento de su profecía en la muerte de Jezonías. Ezequiel se sintió horrorizado ante la suerte de sus conciudadanos, y como antes, al contemplar la obra de los ángeles
exterminadores, ahora grita angustiado:
¡Ah Señor! ¿vas a acabar del todo con la casa de Israel? (v.15). El profeta está obsesionado con el destino trágico de su amado pueblo y pide clemencia para sus compatriotas, para que no se deje llevar demasiado de su ira.
Repatriación de los exilados (14-21).
14 Me fue dirigida palabra de Yahvé, diciendo: 15 Hijo de hombre, tus hermanos, los de tu parentela, la casa de Israel toda entera, son aquellos a los que dicen los habitantes de Jerusalén: Alejaos de Yahvé, tenemos la tierra en posesión4. 16 Diles, por tanto: Así habla el Señor, Yahvé: Los he alejado entre las gentes, los he dispersado en tierras extranjeras, pero yo seré para ellos santuario por el poco tiempo que estarán en las tierras a que han emigrado. 17 Diles, pues: Así habla el Señor, Yahvé: Yo os recogeré de entre las gentes, y os reuniré de entre las tierras a que habéis sido dispersados, y os daré la tierra de Israel. 18 Y entrarán en ella y quitarán de ella todos sus ídolos y todas sus abominaciones 19 Y les daré otro corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo, quitaré de su cuerpo su corazón de piedra y les daré un corazón de carne, 20 para que sigan mis mandamientos, y observen y practiquen mis leyes, y sean mi pueblo y sea yo su Dios. 21 Pero a los que se complacen en sus ídolos, en sus abominaciones, yo les echaré sus obras sobre la cabeza, dice el Señor, Yahvé. La respuesta del Señor es confortante en medio de la trágica suerte que espera a los judíos. El exterminio no será total, porque habrá un núcleo de restauración,
un resto de bendición, que será la base de una nueva teocracia israelita. Ezequiel se halla en medio de compatriotas exilados, que son su
parentela, de la que debe salir como fiador y rescatador o
go'el de sus hermanos de sangre, pues tiene que dar cuenta de su
suerte espiritual ante Yahvé 5. Estos se sentían alejados de su tierra como desheredados, y por ello se consideraban en plano de inferioridad respecto a los que habían quedado en Palestina, que bien podían decir de ellos:
Alejaos de Yahvé, tenemos la tierra en posesión (v.15). El hecho de estar exilados parecía incluir en la mentalidad de entonces la orfandad de parte de Dios, ya que Yahvé sólo tenía especial providencia de los que habían quedado en su
heredad 6.
Dios anuncia, por su parte, que el hecho de la dispersión entre las gentes no es obstáculo para que siga protegiendo a los exilados. Aunque estén lejos del templo de Jerusalén, sin embargo, Yahvé mismo será para los desterrados un
santuario, al que pueden acogerse con toda confianza (v.16). Además llegará un tiempo en que serán repatriados en la
tierra de Israel (v.17), inaugurando entonces una nueva vida, pues no volverán a caer en el inveterado pecado de la idolatría (v.15); para ello, Yahvé mismo les dará un nuevo corazón con un
espíritu nuevo (v.19), de forma que, habiendo dejado el
corazón de piedra, o rebelde y duro, serán dotados de un
corazón de carne, sensible a las inspiraciones divinas. De este modo vivirán centrados en torno a los
mandamientos de Yahvé. Es la misma promesa mesiánica de Jeremías: los nuevos ciudadanos tendrán escrito
en sus corazones la nueva Ley, en sustitución de la antigua, esculpida en piedra 7. De este modo Yahvé volverá a ser en sentido verdadero su Dios (v.20).
La gloria de Yahvé se aleja de Jerusalén (22-25).
22 Los querubines desplegaron sus alas y les siguieron las ruedas, y la gloria del Dios de Israel estaba sobre ellos, 23 y la gloria de Yahvé se alzó de en medio de la ciudad y se posó sobre el monte que está al oriente de la ciudad. 24 Me tomó el espíritu y me llevó a Caldea entre los cautivos en visión de espíritu de Dios, y desapareció la visión que había tenido. 25 Yo dije a los cautivos todo lo que Yahvé me había mostrado. Yahvé, en su carro majestuoso, rodeado de una atmósfera de
gloria, abandona la Ciudad Santa y se detiene al oriente sobre el monte de los Olivos. Al abandonar a Jerusalén, los enemigos caldeos podían entrar impunemente en ella, ya que el único obstáculo para ello era la presencia del Dios de Israel. Jerusalén ha quedado, pues, abandonada a su suerte.
Yahvé se retira hacia oriente, donde estaban los exilados de Mesopotamia; pero antes se detiene en el
monte de los Olivos, quizá para indicar la íntima pena que le produce abandonar la que por siglos había sido su morada.
1 Cf.
Jer_21:8ss; 25:9; 27:6-16; 28:14. 2 En
Jer_1:13 la
olla es el símbolo cíe la invasión babilónica. 3 Cf.
2Re_25:63.18-21;
Jer_52:933.24-27. 4 El texto hebreo puede traducirse se han alejado de Yahvé., que hace perfecto sentido, y así es entendido por muchos autores. 5 Cf.
Eze_3:17-21. 6 Cf.
Exo_19:5;
1Sa_26:19. 7 Cf.
Jer_31:333;
Ose_3:5; Arn9:9;
Isa_1:26;
Isa_4:4;
Isa_44:3;
Isa_66:9;
Exo_6:7;
Lev_25:18;
Lev_26:16;
Deu_4:5.