I Pedro 3, 1-6

Igualmente, vosotras, mujeres, sed sumisas a vuestros maridos. De ese modo, si algunos no creen en la palabra, podrán ser ganados para la fe no por las palabras, sino por la vida de sus mujeres, al considerar vuestra conducta casta y respetuosa. Que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas, sino en lo oculto del corazón*, en la incorruptibilidad de un espíritu dulce y sereno. Dios considera precioso ese comportamiento. Así se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, siendo sumisas a sus maridos; así obedeció Sara a Abrahán, llamándole Señor. De ella os hacéis hijas cuando obráis bien, sin tener ningún temor.
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