Apocalipsis  9, 13-21

Tocó el sexto ángel... Oí entonces una voz que salía de los cuatro cuernos del altar de oro* que está delante de Dios. Dijo la voz al sexto ángel que tenía la trompeta: «Suelta a los cuatro ángeles atados junto al gran río Éufrates*.» Los cuatro ángeles, que estaban preparados para aquella hora, día, mes y año, fueron soltados para matar a la tercera parte de los hombres. Su tropa de caballería estaba formada por doscientos millones de soldados; pude oír su número. En la visión contemplé los caballos y a los que los montaban: llevaban corazas de color de fuego, de jacinto y de azufre; las cabezas de los caballos parecían de león, y de sus bocas salía fuego, acompañado de humo y azufre. Estas tres plagas exterminaron a la tercera parte de los hombres, por el fuego, el humo y el azufre que salían de sus bocas. El poder de los caballos reside en su boca y en sus colas, pues éstas, semejantes a serpientes, tienen cabezas y con ellas causan daño. Pero los demás hombres, los no exterminados por estas plagas, no se convirtieron de las obras de sus manos; no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que no pueden ver, ni oír ni caminar. No abandonaron sus asesinatos, ni sus hechicerías, ni sus fornicaciones ni sus rapiñas.
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