Deuteronomio  9, 8-21

También en el Horeb irritasteis a Yahvé, que montó en tal cólera contra vosotros como para destruiros. Yo había subido al monte a recoger las tablas de piedra, las tablas de la alianza que Yahvé había concluido con vosotros. Allí permanecí durante cuarenta días y cuarenta noches: no probé alimento ni bebí agua. Yahvé me dio las dos tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios, en las que estaban todas las palabras que Yahvé os había transmitido en la montaña, de en medio del fuego, el día de la asamblea*. Al cabo de cuarenta días y cuarenta noches, Yahvé me entregó las dos tablas de piedra, las tablas de la alianza, al tiempo que me decía: «Avíate y baja de aquí a toda prisa, porque tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto, se ha pervertido. Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito: se han fabricado un ídolo de fundición.» Yahvé me dijo a continuación: «Me he dado cuenta que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo. De ti, en cambio, haré una nación más fuerte y numerosa que ésta.» Yo me volví y bajé del monte (el monte ardía llameante), llevando las dos tablas de la alianza, una en cada mano. Y pude comprobar que habíais pecado contra Yahvé vuestro Dios: os habíais fabricado un becerro de fundición. ¡Bien pronto os habíais apartado del camino que Yahvé os tenía prescrito! Tomé entonces las dos tablas, las arrojé con mis manos y las hice pedazos en vuestra presencia. Luego me postré ante Yahvé, como la otra vez, cuarenta días y cuarenta noches: no probé alimento ni bebí agua, por el pecado que habíais cometido, haciendo lo que Yahvé considera reprobable, hasta el punto de irritarle. Lo hice porque tenía mucho miedo de la ira y del furor que irritaban a Yahvé contra vosotros, hasta el punto de que quería destruiros. Y una vez más me escuchó Yahvé. También contra Aarón estaba Yahvé violentamente irritado, pues quería destruirle. Y también entonces intercedí en favor de Aarón. Después tomé el objeto de vuestro pecado, el becerro que os habíais hecho, y lo arrojé al fuego; lo hice pedazos y lo trituré hasta dejarlo reducido a polvo. A continuación tiré el polvo al torrente que baja de la montaña.
Ver contexto