Ezequiel  24, 3-14

Compón una parábola sobre esta casa rebelde. Les dirás: Esto dice el Señor Yahvé: Arrima la olla al fuego, arrímala, y ve llenándola de agua*. Echa en ella trozos de carne, todos los trozos buenos, tajadas de pierna y espalda; llénala de huesos selectos; toma los mejores corderos. Apila en torno la leña*, debajo, y hazla hervir a borbotones, de modo que se cuezan los huesos. Porque esto dice el Señor Yahvé: ¡Ay de la ciudad sanguinaria, olla toda roñosa, que no desprende su herrumbre! ¡Vacíala trozo a trozo, pues no es posible el perdón! Sigue manchada de sangre, esparcida sobre la roca desnuda, pues no la ha derramado en tierra, recubriéndola de polvo. Para que el furor desborde, para tomar venganza, he puesto yo su sangre sobre roca desnuda, para que no fuera recubierta. Pues bien, esto dice el Señor Yahvé: ¡Ay de la ciudad sanguinaria! También yo voy a hacer un gran montón de leña: apila bien la leña, enciende el fuego, cuece la carne a punto, prepara las especias, que los huesos se abrasen. Mantén la olla vacía en las brasas, para que se caliente, se ponga al rojo el bronce, se funda dentro de ella su suciedad, y su herrumbre se consuma. «*Pero ni el fuego desprende la herrumbre de la que está roñosa. He querido purificarte de la impureza de tu inmoralidad, pero no te has dejado. En consecuencia, no serás purificada hasta que haya desahogado mi furor en ti. Yo, Yahvé, he hablado, y cumplo la palabra*: no me retraeré, no tendré piedad ni me compadeceré. Te juzgarán conforme a tu conducta y tus obras —oráculo del Señor Yahvé—.»
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