Hechos 2, 5-12

Residían en Jerusalén hombres piadosos*, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido, la gente se congregó y se llenó de estupor, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua*. Estupefactos y admirados, decían: «¿Acaso no son galileos todos estos que están hablando? Pues ¿cómo cada uno de nosotros les oímos en nuestra propia lengua nativa? Aquí estamos partos, medos y elamitas; hay habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto y la parte de Libia fronteriza con Cirene; también están los romanos residentes aquí, tanto judíos como prosélitos*, cretenses y árabes*. ¿Cómo es posible que les oigamos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios?» Todos estaban estupefactos y perplejos, y se decían unos a otros: «¿Qué significa esto?»
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