Hebreos 5, 7-10

Cristo, después de haber ofrecido en los días de su vida mortal* ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado* por su actitud reverente*. Y, aunque era Hijo, aprendió la obediencia a través del sufrimiento. De este modo, alcanzada la perfección*, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, y fue proclamado por Dios sumo sacerdote a la manera de Melquisedec*.
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