Isaías 37, 22-29

Ésta es la palabra que Yahvé pronuncia contra él: Te desprecia, se burla de ti, la doncella hija de Sión; mueve la cabeza a tus espaldas la ciudad de Jerusalén. ¿A quién has insultado e injuriado? ¿Contra quién has alzado tu voz y levantado tus ojos altaneros? ¡Contra el Santo de Israel! Por tus siervos insultas a Adonay: ‘Gracias a mis numerosos carros he escalado las cimas de los montes, las altas cumbres del Líbano. Derribaré sus cedros más altos, talaré sus mejores cipreses, y entraré en su refugio más recóndito, en los árboles de su jardín. Yo he excavado pozos y he bebido en aguas extranjeras*. Secaré bajo la planta de mis pies todos los canales de Egipto.’ ¿Lo oyes bien? Desde antiguo lo tengo preparado; desde antaño lo había planeado, y ahora lo ejecuto: convertir en cúmulos de ruinas todas las ciudades fortificadas. Sus impotentes habitantes, confusos y aterrados, son como planta del campo, como hierba de pastizal, yerbajos de los tejados, agostados por el viento del Este*. Sé si te alzas o te sientas, conozco tus idas y tus venidas (y que te alzas airado contra mí*). Pues que te alzas airado contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, pondré mi argolla en tus narices y mi brida en tu boca; y te devolveré por la ruta por la que has venido.
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