Marcos 15, 33-41

Llegada la hora sexta, la oscuridad cubrió toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí*, ¿lemá sabactaní?»,que quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» Al oír esto algunos de los presentes, decían: «Mirad, llama a Elías.» Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofreció de beber, diciendo: «Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarlo.» Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba frente a él, al ver que había expirado de aquella manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios*.» Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé*, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
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