Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Los profetas Ageo y Zacarías (5:1-2).
1
Ageo, profeta, y Zacarías, hijo de Ido, profeta, hablaron en nombre de Dios a los judíos que había en Judá y en Jerusalén; 2
y entonces Zorobabel, hijo de Saaltiel, y Josué, hijo de Josadac, se levantaron y comenzaron a edificar la casa de Dios en Jerusalén. Con ellos estaban los profetas de Dios que los asistían. Desde el decreto de Ciro (1:2-4) hasta la aparición de los profetas Ageo y Zacarías (520) cambiaron las condiciones políticas del imperio persa. Ciro murió en circunstancias misteriosas. El falso Smerdis, valiéndose de una burda estratagema, ocupó el trono de Persia desde la primavera hasta el otoño del año 522, en que fue suplantado por Darío I Istaspe, que reinó desde 521 hasta 485 a.C. Durante este período surgieron acá y allá algunos movimientos de independencia, ciertas actividades separatistas al margen del poder central persiano. Estos primeros síntomas de debilidad del imperio persa debían aprovechar los judíos de Jerusalén para reemprender las obras, suspendidas en sus comienzos a causa de la hostilidad de los samaritanos (4:5). Pero, con el correr de los años, fueron apagándose los entusiasmos de los repatriados, que se dedicaron preferentemente a sus intereses particulares. Jefes y pueblo acallaban sus remordimientos con el estribillo: . No ha venido todavía el tiempo de reedificar la casa de Yahvé (
Age_1:2).
Dos profetas despertaron la conciencia nacional adormecida. Año segundo del rey Darío (520 a.C.), el mes sexto, el día primero del mes, fue la palabra de Yahvé (
Age_1:1) a los dirigentes del pueblo reprochándoles su pasividad en la reconstrucción del templo. Dos meses más tarde apareció Zacarías, hijo de Baraquías, hijo de Ido (
Zac_1:1), que colaboró con Ageo en promover la rápida reedificación del santuario. El ministerio de ambos profetas fue providencial; aún más, fue Dios mismo que estuvo sobre ellos, Dictándoles los oráculos que debían dirigir al pueblo. En el texto se llama a Zacarías hijo de Ido, cuando, en realidad, lo era de Baraquías; es frecuente en la Biblia la omisión del padre en las genealogías, dándose el del abuelo.
Según
Age_1:1, enviaba Dios al profeta a Zorobabel, hijo de Saaltiel, gobernador de Judá, y a Josué, hijo de Josadac; a estas mismas autoridades civiles y religiosas fue enviado Zacarías (
Age_1:1;
Age_3:1;
Age_4:6;
Age_6:11). No sabemos cuánto tiempo fue menester a los dos enviados de Dios para convencer a los jefes y al pueblo de su obligación para con el templo. Dice el texto que ambos jefes
comenzaron a edificar, lo cual no se opone a 3:8; 4:1-5. En primer lugar, el verbo
edificar se toma muchas veces como sinónimo de
reedificar. En segundo lugar, cabe inferir del contexto que los trabajos de construcción empezados en tiempos de Ciro fueron suspendidos al poco tiempo, no quedando después de dieciocho años apenas vestigio alguno. Puede darse también que la oposición de los samaritanos llegó hasta el extremo de derribar lo poco que habían levantado. De ahí que la expresión
comenzaron a edificar es tanto como decir que antes muy poca cosa se había hecho. No habiendo sido revocado el decreto de Ciro, se empezaron los trabajos sin previo aviso a las autoridades provinciales. Los dos profetas estuvieron en todas las dificultades al lado de las autoridades, animando a todos a proseguir sin desfallecimiento en los trabajos empezados. Cree Ricciotti que una nueva caravana llegó por entonces de Babilonia y que, gracias a su ayuda en dinero, mano de obra y entusiasmo, siguió la obra adelante.
Inspección del gobernador (5:3-5).
3
Vinieron entonces a ellos Tatnaí, gobernador del lado de acá del río; Setar-Boznaí y sus colegas, y les dijeron: ¿Quién os ha dado autorización para levantar esta casa y levantar estos muros?; y preguntaron: ¿Cuáles son los nombres de los que construyen este edificio ? 4
Entonces les respondieron, dándoles los nombres de los que hacían la construcción. 5
Pero los ojos de Dios estaban sobre los ancianos de los judíos, y se permitió que continuasen las obras mientras se consultaba al rey Darío, hasta que se recibiese de él carta acerca de esto. No fueron los samaritanos los que dieron la cara en esta circunstancia, aunque fuesen acaso ellos los instigadores. En los documentos neobabilónicos de este tiempo se menciona a un cierto
Ushtaní como gobernador de los territorios de la provincia transeufratena. Aunque así fuera, no existe dificultad, por cuanto puede admitirse que Ushtaní ejercía la autoridad suprema del territorio y que Tatnaí era el
peha o representante suyo en Judea. Schneider identifica a Tatnaí con
Tattanu, que en el año 502 era sátrapa de Transpotamia.
Tatnaí dirigióse a Jerusalén e inquirió las razones que tenían los judíos para comenzar las obras del templo. Finge el gobernador desconocer el edicto de Ciro; acaso suponía que, muerto aque monarca, cesaban automáticamente los privilegios y concesiones que había otorgado. Sin embargo, se muestra muy comedido y ecuánime en sus intervenciones, autorizando la continuación de las obras mientras exponga el caso a la consideración de Darío. Pregunta el gobernador: ¿Quién os ha dado autorización para levantar esta casa y levantar estos muros? La última palabra es traducción del término aramaico
ussharna. Según Jouon (B 22 [1941] 38-40) el misterioso vocablo debe traducirse por
andamiaje, maderamen. Michaéli, apoyándose en el testimonio de los asiriológos, traduce la palabra por
santuario. De todas maneras, no se habla de las murallas de la ciudad,
sino del templo y sus muros.
El texto masorético del v.4 dice: Entonces nosotros les respondimos (dándoles) los nombres.; muchos autores siguen el texto griego, que emplea la tercera persona del plural: Entonces les respondieron. Siguiendo la lección de 3 Esdr 6:4 y ajustándose al contexto, otros autores suprimen todo el verso (Pelaia, Gelin). Es de notar que el v.5 habla de los
ancianos, que en adelante dejarán a Zorobabel en la penumbra. Encontraron ellos gracia a los ojos de Tatnaí.
Carta a Darío (5:6-17).
6
He aquí copia de la carta que al rey Darío mandaron Tatnaí, gobernador del lado de acá del río; Setar-Boznaí y sus colegas los persas que habitaban del lado de acá del río. 7
Le enviaron una relación en estos términos: Al rey Darío, salud. 8
Comunicamos al rey que hemos ido a la provinvia de Judá, a la casa del Dios grande. Está construyéndose en piedras talladas, y se colocan las maderas en los muros y el trabajo se hace rápidamente y adelanta en sus manos. 9
Hemos preguntado a los ancianos y les hemos hablado así: ¿Quién os ha dado autorización para edificar esta casa y levantar estos muros? 10
Les hemos preguntado también los nombres para dártelos a conocer, y hemos puesto por escrito los nombres de los que están al frente suyo. 11
He aquí la respuesta que nos dieron: Nosotros somos servidores del Dios de los cielos y de la tierra y estamos reconstruyendo la casa que fue construida muchos años ha. Un gran rey de Israel la edificó y la terminó. 12
Pero luego que nuestros padres irritaron al Dios de los cielos, él los entregó en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, el caldeo, que destruyó esta casa y llevó cautivo el pueblo a Babilonia. 13
Pero el año primero del reinado de Ciro, rey de Babilonia, el rey Ciro dio la orden de reedificar esta casa de Dios, 14
y el mismo rey Ciro sacó del templo de Babilonia los utensilios de oro y plata que Nabucodonosor había tomado del templo de Jerusalén, llevándolos al templo de Babilonia, e hizo que fueran entregados al llamado Sesbasar, que nombró gobernador, 15
diciéndole: Torna esos utensilios y ve a llevarlos al templo de Jerusalén, y que la casa de Dios sea reconstruida en su mismo lugar, i6
Este mismo Sesbasar vino y puso los cimientos de la casa de Dios en Jerusalén; desde entonces está reconstruyéndose y no se ha terminado. 17
Ahora, pues, si al rey le parece conveniente, que se hagan investigaciones en la casa de los tesoros del rey de Babilonia para ver si hubo una orden del rey Ciro para la reconstrucción de esta casa de Dios en Jerusalén y que el rey nos transmita luego su voluntad en este asunto. Por su carta se revela Tatnaí ser hombre sereno y objetivo, que expone desapasionadamente los hechos, sometiéndolos al criterio de Darío. La palabra del v.6
Afarsak, que hemos traducido por los persas, es interpretada por algunos como nombre de un pueblo desconocido (4:9) o como función oficial. El gobernador desea al rey
Skelama kola 1. Pero el texto griego relaciona la palabra
kola con la siguiente: Que el rey conozca enteramente que hemos ido. Por las palabras
provincia de Judá debe entenderse la región de Judea, no la provincia en sentido técnico persiano. Sabido es que en tiempos de Darío creóse la provincia de Judea (
iehud),
con plenos poderes, separada de la de Samaría y regida por un
peha o gobernador. Al referirse al templo y emplear Tatnaí la expresión Dios grande, se acomoda al modo de hablar de los judíos, mostrándose respetuoso con sus creencias. La construcción del templo se hace con material noble, en
piedra tallada (literalmente: piedras que se hacen rodar:
eben gelal).
No convienen los exegetas en el sentido de la expresión colocan las maderas en los muros, que explican, o 1) por el empleo de madera en el interior del muro; 2) por las viguetas transversales, formando pisos, 3) por el andamiaje que se sujetaba al muro por medio de tablones. Schneider lo interpreta del revestimiento de los muros internos con madera (
Dan_5:5;
Age_1:4;
1Re_6:15). Como hemos dicho, en adelante desaparece Zorobabel de la escena aunque ocupen él y Josué el primer lugar , para ser suplantado por los ancianos.
Los judíos respondieron que el templo fue construido por Salomón (
1Re_6:1). A la posteridad pasó con la fama de haber sido gran rey. Los siervos del Dios del cielo y de la tierra, al reconstruir el templo, tratan de poner de nuevo el gran centro religioso de Jerusalén en condiciones de poder celebrar
allí los actos de culto a su Dios, Yahvé. Propiamente la autorización de reconstruir el templo
la han recibido, dicen los judíos, de Dios, creador de todo, Señor de los reyes, el Dios no solamente de Canaán, sino de
todo el reino, al que los mismos persas rinden o al menos autorizan el culto.
Reconocen los judíos que no fueron propiamente los soberanos de Babilonia los que destruyeron un templo tan antiguo,
sino el mismo Dios, que se sirvió de los hombres para castigar la rebeldía de su pueblo al pacto de la alianza (
2Re_25:835). Ahora, con la expresa autorización de Ciro,
reedifican la casa del gran Dios. Los judíos suspendieron temporalmente las obras, pero la orden del rey no fue nunca revocada. Por lo cual dicen astutamente y con fundamento real los ancianos que desde entonces está reconstruyéndose y no se ha terminado. Las circunstancias que enumeran los ancianos prueban claramente cuál era la voluntad de Ciro. ¿Qué monarca se desprende de los tesoros de oro y plata para devolverlos al templo que otros habían expoliado? De ahí que, continuando ellos la obra del templo, demuestran su adhesión inquebrantable al trono de Persia. Los que impiden tal obra se oponen a las órdenes del rey. La expresión Ciro rey de Babilonia se encuentra en diversos textos cuneiformes 2 y es empleada por Artajerjes (
Neh_13:6). Ninguna dificultad surge de la comparación del principio y fin del v.15, ya que la frase en boca de Ciro no podía significar que depositara Sesbasar los tesoros en un templo que no existía. No se indica el lugar provisional donde fueron colocados. Sesbasar puso los fundamentos de la obra del templo (
Neh_3:8;
Neh_4:1-5). Correctamente invita el gobernador a Darío a que se cerciore de la existencia del derecho invocado por los judíos. Los documentos reales, el archivo de la corona, eran conservados en un departamento de la mansión real. Sin embargo, exista o no tal documento, lo que cuenta definitivamente es la voluntad de Darío, que puede confirmar o abrogar edictos dados por sus antecesores o proceder según su antojo. La palabra
Babilonia no estaba acaso en el texto original.