Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
El hacha flotante (6:1-7).
1
Los hijos de los profetas dijeron a Elíseo: El lugar en que moramos contigo nos es demasiado estrecho. 2
Vamos a ir al Jordán, y tomaremos de allí una viga cada uno para hacernos una habitación. Elíseo les respondió: Id. 3
Uno de ellos le dijo: Ven tú también con nosotros. El dijo: Iré; 4
y partió con ellos. Llegados al Jordán, cortaron los árboles, 5
y mientras uno estaba cortándolos, el hierro fue a caer en las aguas. Se puso a clamar: ¡Ah, mi señor! Era prestado. 6
Y el hombre de Dios le preguntó: ¿Dónde ha caído? El le indicó el lugar, y Elíseo, cortando un trozo de madera, lo arrojó al mismo lugar, y el hierro sobrenadó. 7
Entonces le dijo: Cógelo; y él tendió la mano y lo cogió.
Había en Caígala muchos profetas un centenar (4:43) , y el espacio en que habitaban resultaba insuficiente. Por lo mismo, la mayoría propuso trasladarse a orillas del Jordán, donde había abundancia de árboles, lugar muy a propósito para levantar sus cabanas. Llegados a las orillas del río, empezaron a talar árboles. Al golpear uno de ellos con el hacha, se le cayó el hierro al agua, quedando con el mango en la mano. A los gritos del leñador acudió Elíseo, que, cerciorado del accidente, cortó una rama y la introdujo en el agua, logrando sacar a flote el hierro. A este episodio anota San Jerónimo que estos profetas de las orillas del Jordán fueron los precursores de los monjes y anacoretas cristianos 1. Aunque algunos de los hijos de los profetas contrajeran matrimonio (5:1), la mayoría vivían célibes. Llevaban los profetas una vida pobre y fatigosa; sus vestidos estaban tejidos con pieles; comían en común (4:38.42), oraban juntos (
1Sa_10:10;
1Sa_19:19-24) y obedecían a un superior (
2Re_9:1-10).
Fracasan los planes de los árameos (2Re_6:8-23).
8
El rey de Siria estaba en guerra con Israel, y en un consejo que tuvo con sus servidores, dijo: En tal y en cual lugar acamparemos. 9
El hombre de Dios mandó a decir al rey de Israel: Guárdate de ir a tal lugar, porque los sirios bajarán allá. 10
El rey de Israel mandó gentes al lugar que el hombre de Dios había señalado, para que estuvieran al acecho. Y esto sucedió no una ni dos veces solamente. ? El de Siria se inquietó con esto, y preguntó a sus servidores: ¿No me diréis vosotros quién nos traiciona ante el rey de Israel? 12
Uno de los servidores le dijo: Nadie. ¡Oh rey, mi señor! Es Elíseo, el profeta que hay en Israel, que lleva al rey de Israel las palabras que tú pronuncias en tu misma alcoba. 13
El rey le dijo: Id y ved dónde está, y yo le haré prender. Vinieron, pues, a decirle: Está en Dotan. 14
Mandó él entonces caballos y carros, una gran tropa, que llegaron de noche y cercaron la ciudad. 15
El siervo del hombre de Dios se levantó muy de mañana y vio que la ciudad estaba cercada por una tropa con caballos y carros, y dijo al hombre de Dios: ¡Ah, mi señor! ¿qué haremos? 16
El le respondió: Nada temas, que los que están con nosotros son más que los que están con ellos. 17
Elíseo oró y dijo: ¡Oh Yahvé! ábrele los ojos para que vea. Y Yahvé abrió los ojos del siervo, y vio éste la montaña llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Elíseo. 1
S Los sirios bajaron al valle en busca de Elíseo, y éste dirigió entonces a Yahvé esta súplica: Dígnate herir de ceguera a esta gente, Y Yahvé los hirió de ceguera, conforme a la súplica de Elíseo. 19
Elíseo les dijo: No es éste el camino ni ésta la ciudad. Seguidme y yo os llevaré a donde está el hombre a quien buscáis; y los condujo a Samaría. 20
Entrados en Samaría, dijo Elíseo: ¡Oh Yahvé! Abre los ojos de esta gente para que vea; y Yahvé les abrió los ojos, y vieron que estaban en medio de Samaría. 21
El rey de Israel, viéndolos, preguntó a Elíseo: ¿Los hiero, padre mío? 22
Y Elíseo respondió: No los hieras, que no los has hecho tú prisioneros con tu espada y tu arco. Dales pan y agua, para que coman y beban, y que se vayan a su señor. 23
El rey de Israel hizo que les sirvieran una gran comida, y ellos comieron y bebieron; luego los despidió para que fueran a su señor. Las tropas sirias no volvieron más a la tierra de Israel.
No es posible determinar en qué momento histórico se desarrollaron los hechos que se refieren en el texto. Puede ser que remonten a los reinados de Joás (798-783), rey de Israel, y de Ben Hadad III (797-773), hijo de Jazael (
2Re_13:3;
2Re_13:19-24), rey de Siria. En guerra con Joás fue vencido Ben Hadad tres veces (c.790), perdiendo todas las ciudades que Jazael había arrebatado a Joacaz (814-798). El rey de Siria puso asechanzas al de Israel, planeando incursiones contra esta o aquella ciudad. Pero todas las veces fracasaron, porque, al presentarse los sirios, estaban ya al acecho las tropas de Israel, prontas para rechazar el ataque. En un principio creyó Ben Hadad que existían traidores en su ejército, pero pronto le enteraron de que en Israel había un profeta que comunicaba al rey lo que Ben Hadad hablaba en la intimidad de su alcoba (
Exo_7:28;
2Sa_4:7). Quiso entonces el rey de Siria apoderarse de Elíseo, que habitaba en Dotan, o Dotáin, a unos dieciséis kilómetros al norte de Siquem (
Gen_37:17;
Jdt_4:6;
Jdt_7:18). A este fin mandó tropa con carros y caballos para que cercaran la ciudad de Dotan. Invocado el auxilio divino, logró Elíseo quitar a la tropa enemiga el sentido de la orientación y del discernimiento, dejándose llevar incautamente a Samaría. El rey de Israel quería matar a los que no había hecho prisioneros con su valor, a lo que se opuso Elíseo alegando que los soldados enemigos eran botín suyo y no del rey.
Sitio de Samaría (Jdt_6:24-30).
24
Después de esto, Ben Hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército y, subiendo, puso cerco a Samaría. 25
Hubo en Samaría mucha hambre, y de tal modo la apretaron, que una cabeza de asno valía ochenta siclos de plata, y el cuarto de un cab de palomina cinco siclos de plata. 26
Pasando el rey por la muralla, le gritó una mujer: ¡Sálvame, oh rey, mi señor! 27
Y el rey respondió: Si Yahvé no te salva, ¿cómo voy a salvarte yo? ¿Con algo de la era o con algo del lagar? 28
Preguntóle luego el rey: ¿Qué te pasa? Y ella respondió: Esta mujer me dijo: Trae a tu hijo y lo comeremos hoy, y mañana comeremos el mío. 29
Cocimos, pues, mi hijo y lo comimos, y al día siguiente yo le dije: Trae a tu hijo para que lo comamos, pero ella ha escondido a su hijo. 30
Cuando oyó el rey las palabras de esta mujer, rasgó sus vestiduras mientras iba por la muralla, y la gente vio que por dentro estaba vestido de saco. Quizá el hecho tuvo lugar en el reinado de Ben Hadad III· El sitio a Samaría duró mucho tiempo, a consecuencia de lo cual escasearon los alimentos, hasta el punto de desencadenarse un hambre espantosa. Era tal la escasez, que una cabeza de asno se cotizaba a ochenta siclos de plata, y un cuarto de
cab, o sea, medio litro de palomina (
harey yonim),
a cinco siclos de plata, equivalente a unas quince pesetas. Algunos cambian las palabras
rosh hamor = cabeza de asno, por estas otras:
homer tirosh = un
jomer de mosto. Pero cuenta Plutarco en la
Vita Artaxersis, 24, que en la guerra contra los cadusianos fue tanta la escasez de víveres, que la cabeza de asno se vendía a sesenta dracmas. Al 'decir el texto cabeza de asno, es verosímil que tome la parte por el todo, refiriéndose a todo el animal, cuyas carnes en tiempos normales eran arrojadas en los muladares. Más barato resultaba el cuarto de un
cab de palomina. Según
Isa_36:12, Rabsaces amenazó a Jerusalén con un asedio tal que los sitiados fueran constreñidos a comerse sus excrementos y beberse sus orines. Muchos exegetas, por creer poco probable la lectura actual del texto masorético, cambian las palabras
harey yonim en estas otras:
harsonim = ajos silvestres, o sea, bulbos de una liliácea (
ornithogalum umbellatum),
muy común en Palestina 2. Según Dhorme,
harey yonim es una denominación conservada también en árabe para designar una especie de guisante. El hambre llevó a la antropofagia materna, tan prohibida por la Ley (
Lev_26:29;
Deu_28:4355;
Eze_5:10). Alusiones a las madres que cocinan y comen las carnes de sus hijos se hallan en
Lam_2:20;
Lam_4:10. El rey vestía de saco debajo del vestido exterior (
1Re_21:27).
Amenazas del rey a Elíseo (1Re_6:31-33).
31
El rey dijo: Que esto me haga Yahvé y esto me añada si la cabeza de Elíseo, hijo de Safat, quedare hoy sobre los hombros. 32
Estando, pues, Elíseo sentado en casa, rodeado de los ancianos que se sentaban con él, mandó el rey a uno delante de él, y antes que el mensajero llegara dijo Elíseo a los ancianos: ¿No veis cómo ese hijo de asesino manda a que me quiten la cabeza? Estad atentos: cuando llegue el mensajero, cerrad y rechazadle con la puerta; ¿no se oye ya tras él el ruido de los pasos de su amo? 33
Todavía estaba hablándoles, cuando ya el rey llegó a él y le dijo: De Yahvé ciertamente nos ha venido este mal. ¿Tendré yo todavía que esperar más de Yahvé? El monarca culpa a Elíseo del desastre, ya que, a una simple intervención suya, podía desbaratar al ejército sirio. No era imposible esto al profeta, que solamente esperaba un acto de arrepentimiento de parte del rey. El hambre que se atribuye a los efectos de un prolongado cerco de Samaría se debe, según 7:2, a una tenaz sequía. No puede determinarse el lugar donde residía Elíseo, ni saber a dónde fue a encontrarle el rey. El cerco de Samaría se relaciona con ios acontecimientos de que se hablará en el capítulo 13.