Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
28. Incidente personal entre Jeremías y el falso profeta Ananias.
Este interesante relato encaja perfectamente en el contexto del capítulo anterior. Jeremías había aconsejado sujetarse al yugo babilónico, en contra de las esperanzas fáciles y vanas de los falsos profetas, que andaban halagando al pueblo. Se presentaban como portadores de revelaciones secretas de Yahvé, conocedores del futuro de su pueblo. Hacía cuatro años que había tenido lugar la primera gran deportación (598), con el joven rey Jeconías (o Joaquín) al frente. Al predicar Jeremías la sumisión a Babilonia, se oponía a los sentimientos nacionalistas de sus conciudadanos, y por eso era considerado como traidor a los intereses de su patria aun sospechoso de connivencia con el enemigo. Para él, como para los demás verdaderos profetas, ante todo debían prevalecer los intereses religiosos de la nación, lo que suponía abstenerse de combinaciones políticas con pueblos extranjeros que habrían de traer consigo influencias idolátricas. Por otra parte, era necesario emprender un camino de conducta totalmente nuevo, con la entrega plena de los corazones a Yahvé, y no limitarse a meras formulaciones ritualistas en el templo. Los falsos profetas, en cambio, hacían creer al pueblo que Yahvé no podía permitir la derrota de su pueblo, ya que se comprometería su honor como protector del mismo.
Predicción de Anemias (1-4).
1 Y sucedió en aquel mismo año, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá, en el año cuarto, en el quinto mes, que Ananías, hijo de Azur, profeta de Gabaón, me dijo en la casa de Yahvé delante de los sacerdotes y de todo el pueblo: 2 Así dice Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel: He roto el yugo del rey de Babilonia. 3 Al cabo de dos años haré volver a este lugar todos los utensilios de la casa de Yahvé que de este lugar se llevó Nabucodonosor, rey de Babilonia, transportándolos a Babilonia; 4 y a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, y todos los cautivos de Judá llevados a Babilonia, los haré retornar a este lugar oráculo de Yahvé , porque quebraré el yugo del rey de Babilonia. El incidente tiene lugar en el
año cuarto del rey Sedecías, e.d., en el 594, cuando había pasado la impresión de la primera gran deportación (598). El contrincante de Jeremías es un falso profeta, Ananías, de
Gabaón, antigua ciudad levítica, la actual
El-Gib, a 10 kilómetros al noroeste de Jerusalén l.
Famosa por el lugar alto adonde iba Salomón a ofrecer oblaciones. Ananías pretende presentarse en nombre de Yahvé, ofreciendo la liberación de la opresión babilonia:
Pie roto el yugo del rey de Babilonia (v.2). Sus contemporáneos vivían con la ilusión de que el imperio opresor babilónico había de derrumbarse ante la presión de Egipto y de otros pueblos coligados. La frase de Ananías alude a la invitación hecha por Jeremías en el capítulo anterior a someterse al
yugo de Nabucodonosor. Según el v.10, Jeremías llevaba realmente al cuello un
yugo para indicar esta sujeción, y esto exasperó a Ananías. No sólo iba a quebrarse el poderío babilónico, sino que retornarían los exilados, y con ellos los
utensilios de la casa de Yahvé (v.3). Esta predicción es contraria a la de Jeremías, que anunciaba un exilio de larga duración, de setenta años en números redondos 2.
Respuesta de Jeremías (5-9).
5 Y dijo Jeremías, profeta, al profeta Ananías, delante de los sacerdotes y de todo el pueblo que estaban en la casa de Yahvé: 6 Así sea, hágalo Yahvé; que mantenga Yahvé tu palabra que has vaticinado, haciendo volver a este lugar de Babilonia los utensilios de la casa de Yahvé y a todos los cautivos. 7 Pero oye lo que delante de todo el pueblo voy a decirte: 8 Los profetas que desde antiguo antes de mí y antes de ti fueron, profetizaron a numerosos países y a grandes reinos la guerra, la desventura y la peste. 9 El profeta que profetiza paz, por el cumplimiento de su profecía habrá de ser tenido por profeta, enviado en verdad por Yahvé. Jeremías responde a las venturosas predicciones de Ananías diciendo que bien desearía que así sucedieran las cosas: así sea.,
que mantenga Yahvé tu palabra (v.6).
Pero la realidad es muy otra; pues, según sus revelaciones personales, el destino de sus compatriotas va a ser muy trágico como consecuencia de la indefectible invasión babilónica. Como buen patriota, deseaba que los
utensilios de la casa de Yahvé volvieran a su lugar debido. Pero, aparte de que él no participa de este optimismo, la experiencia de
profetas que desde antiguo profetizaron (v.8) confirma sus lúgubres puntos de vista, pues
profetizaron. la guerra 3, y sus predicciones han sido confirmadas por la historia. En efecto, las profecías anteriores a Jeremías son predominantemente pesimistas, y en este sentido están en la línea de él mismo, en contra de la posición ingenua de Ananías. Una de las características de los verdaderos profetas era hacer frente a la opinión optimista popular,
llamándolos a la penitencia; de lo contrario, no tardaría en intervenir la justicia divina. La misión del profeta verdadero es ante todo despertar la conciencia religiosa del pueblo escogido, fustigando sus vicios y transgresiones e invitándole a retornar a Yahvé, dejando sus caminos materialistas y humanos. Por eso, cuando el profeta anuncia
paz (en contra de su ordinario modo de obrar), es necesario esperar el cumplimiento de esa predicción venturosa para ver si es verdadera (v.9). La presunción, pues, por regla general, está a favor del profeta que anuncia castigos en contra de las ilusiones del vulgo, ya que es un signo claro
de que no se busca la popularidad. La respuesta de Jeremías es prudente y comedida, buscando en todo el buen sentido en su contrincante.
Ananías rompe el yugo de Jeremías (10-17).
10 Tomó entonces el profeta Ananías el yugo del cuello de Jeremías, profeta, y lo rompió, 11 diciendo delante de todo el pueblo: Esto dice Yahvé: Así romperé yo dentro de dos años el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, de sobre el cuello de todos los pueblos. Y el profeta Jeremías se fue su camino. 12 Después que Ananías, profeta, había roto el yugo de sobre el cuello del profeta Jeremías, tuvo éste palabra de Yahvé, diciendo: 13 Ve y dile a Ananías: Así dice Yahvé: Has roto un yugo de madera. En su lugar yo haré un yugo de hierro, 14pues así dice Yahvé de los ejércitos, Dios de Israel: Yugo de hierro pondré yo sobre la cerviz de todos estos pueblos, para que estén sometidos a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y le servirán; aun los mismos animales del campo se los he dado a él. 15 Y dijo el profeta Jeremías a Ananías, profeta: Escucha, pues, Ananías: No te ha enviado a ti Yahvé, y tú estás dando a este pueblo falsas esperanzas; 16 por eso así dice Yahvé: He aquí que voy a quitarte de sobre la haz de la tierra; este mismo año morirás por haber predicado la rebelión contra Yahvé. 17 Y murió el profeta Ananías en ese mismo año, en el séptimo mes. La respuesta sensata, aunque irónica, de Jeremías tuvo el efecto de sobreexcitar a Ananías. Para salvar su prestigio ante los oyentes, recurrió a un gesto teatral, con el que iba a reafirmar la convicción en sus predicciones: tomó
el yugo de sobre el cuello de Jeremías, haciéndolo pedazos. Jeremías se había presentado con el
yugo como símbolo de su predicción de la esclavitud babilónica. Ahora su contrincante quiere impresionar al auditorio con otro gesto simbólico, al romper el
yugo llevado por Jeremías: Así
romperé yo el yugo de Nabucodonosor (v.11),
y da el término de
dos años para el cumplimiento de su profecía. Eran muchos los que esperaban y confiaban en una derrota del coloso babilonio; por eso esta promesa de Ananías confirmaba sus puntos de vista. Ante esta actitud histérica de Ananías, el profeta de Anatot opta por callarse, esperando mejor ocasión; así
se fue su camino (v.12). Era la actitud más digna, ya que lo contrario era rebajarse a alternar con un charlatán de feria. Ha cumplido su misión de predicar al pueblo. Aparentemente ha triunfado su adversario. Ya llegará el momento en que hablará de modo más convincente de parte de Yahvé. El no podía extralimitarse en su misión de profeta, y dependía
en todo de la inspiración directa divina. Era justamente esto lo que le distinguía de los falsos profetas, que predicaban lo que halagaba sus intereses y les sugería su imaginación.
Por orden divina, Jeremías vuelve a enfrentarse a Ananías para comunicarle una revelación que acaba de recibir. Ha creído triunfar con su gesto teatral de romper el yugo, pero no ha conseguido nada, pues Yahvé, por su presunción, le va a castigar de muerte. Con su aparatoso acto de romper el yugo había querido dar a entender que Yahvé iba a romper el yugo babilónico, pero las cosas iban a ir muy de otro modo. Yahvé reafirma su voluntad de que todos los pueblos se sometan a Nabucodonosor de modo inexorable: fías
roto un yugo de madera. En su lugar, yo haré un yugo de hierro (v.
13). En vez del
yugo de madera que proponía antes Jeremías, invitando a su pueblo a someterse a los babilonios, con lo que la servidumbre sería menos dura, Yahvé hará venir una opresión feroz, consecuencia de la rebelión contra Nabucodonosor, y entonces el yugo será insoportable,
de hierro (v.14).
Y como prueba de esta predicción, Jeremías le dirige personalmente a Ananías un vaticinio lúgubre sobre su propia suerte. Se ha arrogado el oficio de profeta, sin que Yahvé le hubiera enviado, desconcertando al pueblo con sus
falsas esperanzas (v.15), y Dios justamente le va a enviar la muerte como castigo en un breve plazo, de modo que todos vean en ello un signo de la
certeza de las profecías de Jeremías (v.16). Efectivamente, Ananías murió
en ese mismo año, en el séptimo mes (v.17). Es la simple constatación del hecho, prueba de la veracidad de las profecías de Jeremías.
1 Cf. Abel,
Géog. 1 Re 3:4-
éog. II p.335;
Jos_11:19;
Jos_18:25;
Jos_21:17; Flavio Josefo,
Bel iud. II 19:1; 2 Cf.
Jer_29:28;
Jer_27:7;
Jer_25:11;
Jer_29:10. 3 Asi Según el texto Sriego. El TM lee guerra, desventura y peste. Con un ligero cambio de letras tenemos la trilogía clásica de los flagelos: guerra, hambre y peste.