Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
13. Condenación definitiva.
Israel se olvidó de Yahvé, su bienhechor (1-6).
1 Cuando Efraím hablaba, era el terror; se levantó en Israel, pero se hizo culpable con Baal y murió *. 2 Y ahora continúan pecando; de su plata se hacen obras fundidas, ídolos de su invención, obra de artífices todo ello. Y a ellos dirigen la palabra, ofrecen sacrificios. ¡Hombres dando besos a los becerros! 3 Por eso serán como nube mañanera, como pasajero rocío matinal, como paja arrebatada por el viento t y como humo de la chimenea. 4 Pero yo soy Yahvé, tu Dios, desde la tierra de Egipto, y no has de reconocer a dios alguno sino a mí; fuera de mí no hay salvador. 5 Yo te conocí en el desierto, en la tierra abrasada. 6 Se hartaron en sus pastos, y, hartos, se ensoberbecieron, y por eso me olvidaron. Efraím era la tribu más representativa y belicosa del reino del norte (v.1); pero, en su arrogancia, se olvidó de Yahvé y se fue tras de los cultos de
Baal. Sus arrebatos idolátricos llegaron al colmo, pues se fabrican sus ídolos, a
ellos dirigen la palabra., dando besos a los becerros (v.2). La frase es irónica.
Efraím ha pretendido organizar su vida con independencia de sus tradiciones yahvistas, pero los arrebatará el viento de la invasión y desaparecerán como
nube mañanera, como rocío matinal (v.5). No han querido basar su vida nacional sobre el hecho de que el único Dios es Yahvé, que los sacó de Egipto (v.4) y los creó como nación. Es inútil que busquen otro
salvador fuera de Yahvé, pues no lo hay. En el desierto,
tierra abrasada, Yahvé selló un pacto con ellos; fueron reconocidos como pueblo de Dios (
Yo te conocí en el desierto, v.5); por eso no deben ellos
reconocer otro Dios que Yahvé. Los profetas siempre apelan a la vida de Israel en el desierto como la época de oro de las relaciones entre el pueblo elegido y su Dios. Entonces los israelitas, desprovistos de todos los medios materiales, tenían que vivir de la intervención milagrosa de Yahvé; pero después en la tierra de Canaán, cuando empezaron a prosperar en su vida nacional, se olvidaron del que les había creado como pueblo: Se
hartaron en sus pastos. y me olvidaron (v.6). Lejos de reconocer que su prosperidad les venía de Yahvé, le abandonaron, y atribuyeron su bienestar a los ídolos cananeos 2.
Anuncio de la ruina de Israel (7-15).
7 Yo seré, pues, para ellos como león; como pantera en el camino acecharé. 8 Me echaré sobre ellos como osa privada de sus crías, desgarraré como cachorro sus corazones 3, los devoraré allí como león; las fieras del campo los harán pedazos. 9Te traigo la ruina, ¡oh Israel! y ¿quién podrá socorrerte? 10 ¿Dónde está, pues, tu rey, para salvarte en todas tus ciudades? ¿Dónde tus jueces, de quienes decías: Dame rey y príncipes? 11 Yo te doy un rey en mi furor, y en mi ira te los quito. 12 La iniquidad de Efraím está agavillada, su pecado está reservado. 13 Vendrán sobre él dolores de parto, pejro será (el parto de) un hijo necio, 1 que no sabrá ponerse al tiempo oportuno a la abertura del seno. 14 ¿Los rescataré del poder del seol? ¿Los redimiré de la muerte? ¿Dónde están, oh muerte! tus epidemias? ¿Dónde tu peste, oh seol? La compasión se oculta a mis ojos. 15 Ciertamente es fecundo entre sus hermanos, pero vendrá el solano; el viento de Yah-vé subirá del desierto. y secará su fuente, y agotará sus manantiales; él saqueará el tesoro y todos los objetos preciosos. Ese desprecio sistemático de Israel para con su Dios, al que le debe su existencia, no puede quedar impune. Yahvé mismo irrumpirá sobre él como un
león que está al acecho, y será inútil que busque ayuda en otras naciones o en sus ídolos, porque nadie
podra socorrerle (v.9). De nada le servirán sus instituciones sociales, como la monarquía y la judicatura. Israel se creía seguro con su
rey, y había solicitado reiteradamente a Yahvé que les concediera un rey para asegurar su vida nacional4. Yahvé se mostraba reacio a esta petición, porque sabía que la nueva institución
no favorecería la teocracia en Israel. Quería que dependieran sólo de su providencia y que no hubiera más
rey que El mismo.
La historia comprobó estos temores, pues los reyes de Israel, a medida que fueron prosperando, se fueron apartando de Yahvé, buscando su salvación en sus ejércitos y en la política de ayuda al extranjero. Yahvé les dio un
rey en su furor (v.11), es decir, como castigo merecido a la desconfianza del pueblo israelita en su Dios, y ahora se acerca el momento de quitarles el rey también en su
ira. Cuando Oseas profiere este oráculo, la monarquía del reino del norte está a punto de desintegrarse. Los usurpadores y las dinasiías efímeras se suceden, con la consiguiente anarquía política. Todo ello no es sino parte del castigo merecido por Efraím, cuya
iniquidad esta agavillada (v.12), es decir, almacenada desde hace tiempo, clamando por la intervención de la venganza divina.
La magnanimidad de Yahvé para con su pueblo ha sido interpretada como derecho a la impunidad; pero, en realidad, el pecado de Efraím
esta reservado, es decir, guardado cuidadosamente para el día de la cuenta. Toda la nación va a sufrir
dolores de parto (invasiones, rapiñas, atropellos), y lo peor es que éstos serán estériles, porque el niño que ha de nacer (el pueblo, considerado como nueva generación en el tiempo) es
un hijo necio, que en el momento del alumbramiento no se pone en el lugar debido (
en la abertura del seno, literalmente en hebreo en la rompiente de los hijos, í.13), para nacer a nueva vida. En la comparación juegan las ideas de Israel como
nación que da a luz, y el
pueblo como tal, fruto de la nación organizada. El profeta quiere decir que de nada sirven tantas pruebas y crisis a la nación, porque el pueblo no sabe ver en ellas la mano de Dios,
para emprender una nueva vida digna de las bendiciones de Yahvé. Por eso, las convulsiones y disturbios actuales de la nación (
dolores de parto)
van a ser estériles en orden a la regeneración del pueblo.
La situación ha llegado a tal extremo, que ha pasado la hora de la
compasión. Efraím, con una política al margen de los derechos divinos, sigue pecando, y el pueblo vive de espaldas a Yahvé; por eso ha llegado la hora de la explosión de la ira divina. El profeta dramatiza la situación, y presenta en colisión los atributos de la justicia y de la misericordia divina; finge un diálogo dentro del mismo Dios:
¿Los rescataré del seol? (la región de los muertos). Israel es digno de ser condenado a muerte con sus habitantes;
¿los redimiré de la muerte? Y en un momento de desahogo de su ira, Yahvé implora a todos los colaboradores de la
muerte para que descarguen sobre el pueblo ingrato y pecador:
¿Dónde están, ¡oh muerte! tus epidemias? ¿Dónde tu peste, oh seoh? Según la mentalidad popular de la época, las enfermedades y epidemias provenían de la región de los muertos 5.
La frase de Oseas es oratoria y expresa las exigencias de la justicia divina contra el pueblo israelita pecador 6.
Después anuncia el castigo, ejecutado por un invasor, instrumento de la justicia divina. Ahora Efraím (el reino del norte) es
fecundo entre sus hermanos, porque ha prosperado más que las otras tribus; pero esta situación es sólo momentánea, porque va a ser agostado por el viento
solano, el ejército asirio, que viene del desierto como
viento de Yahvé (v.15). Todo quedará seco a su paso, pues el turbión de la invasión lo arrasará como el viento solano, y todos sus tesoros y objetos preciosos serán sistemáticamente saqueados.
1 Así con la
Bib. de Jér., respetando al máximum el original, que parece algo corrompido. 2 Cf.
Deu_8:11-15;
Deu_31:20; 32:15- 3 Gomo cachorro (leyendo
kagur en vez de Segor, que significa envoltura). 4 Cf. 1 Sam c.8. 5 Uno de los nombres que se da al
seol es el de
Abaddon (destrucción, porque de él viene la destrucción y la ruina de los hombres; cf.
Job_26:6;
Pro_27:20;
Sal_88:12). La concepción popular hebrea del
seol es muy similar a la del
arallu babilónico, del que procedían las enfermedades, las pestes y las epidemias. 6 Los LXX dan otra versión: ¿Dónde está, ¡oh muerte! tu
victoria; donde, ¡oh hades! tu aguijón? San Pablo utiliza esta traducción para aplicar el texto en sentido
acomodaticio al triunfo de Cristo sobre la muerte por la resurrección (cf.
1Co_15:54-57)·