Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
5. Fidelidad Conyugal.
Huye de las Malas Mujeres (5:1-14).
1
Hijo mío, atiende a la sabiduría, da oídos a la inteligencia, 2
para guardar el consejo y mantener en tus labios la ciencia 3
Miel destilan los labios de la mujer extraña, y es su boca más suave que el aceite. 4
Pero su fin es más amargo que el ajenjo, punzante como espada de dos filos. 5
Van sus pies derechos a la muerte, llevan sus pasos al sepulcro. 6
No va por el camino de la vida, va errando por el camino sin saber adonde. 7
óyeme, pues, hijo mío, y no te apartes de las razones de mi boca. 8
Tente siempre lejos de su camino y no te acerques a la puerta de su casa, 9
para no dar tu honor a los extraños, y tus años a un cruel; 10
para que no disfruten extraños de tu hacienda y vayan tus trabajos a casa de otro, 11
y al fin tengas que llorar cuando veas consumidos tu carne y tu cuerpo, 12
y hayas de exclamar: Ay de mí, que odié la disciplina y no di oídos a los que me adoctrinaban! 13
No escuché la voz de los que me educaban y no di oídos a los que me enseñaban. 14
Por poco no he llegado al extremo de mis males en medio del consejo de la asamblea.
Todo el capítulo 5 está dedicado al tema de las mujeres impúdicas, a que ya hizo alusión * y sobre el que volverá en los capítulos 6 y 7. Esta frecuencia indica que se trata de un mal frecuente en los días en que fue compuesta la introducción (1-9). Los pueblos vecinos a Israel practicaban la prostitución como parte de su culto. Estas mujeres vinieron a introducir tal corrupción en el pueblo escogido, que extraña pasó a ser sinónimo de meretriz y adúltera. La ley mosaica prohíbe el adulterio bajo pena de muerte 2, y los profetas lo reprenden duramente 3. En esta primera perícopa del capítulo 5, el sabio expone los halagos seductores de la adúltera y los males a que lleva el trato con ella.
Después de la exhortación acostumbrada, tanto más insinuante cuanto más peligroso es el escollo del que intenta apartar a sus discípulos, el sabio presenta el atractivo que ejercen las palabras de la adúltera y el fin nefasto a que su maldad la conduce. Lo primero es indicado por medio de dos metáforas muy conocidas:
la miel, muy común en Palestina debido a sus numerosas flores, y que expresa muy bien el gusto y pegajosidad de los placeres que aquélla ofrece, y
el aceite, que puede indicar la facilidad con que se insinúan y penetran en el corazón las palabras seductoras de la mujer impúdica. Nada más dulce que la miel ni más penetrante que el aceite. Lo segundo, con dos expresivas comparaciones:
el ajenjo, cuya amargura es proverbial, y
la espada de dos filos, apta como la que más para herir y matar. La ley condenaba a muerte a los adúlteros, si bien tal vez no siempre se aplicaba en la época en que fue compuesto el libro 4. En todo caso, la lujuria, con el desgaste de energías físicas que ella supone, conduce a una muerte prematura 5. El autor presenta el castigo sin tratar de precisar su naturaleza.
Declarado el fin de la mujer adúltera, y por lo mismo el de quienes se dejan seducir por sus halagos, el sabio exhorta a sus lectores a que se mantengan alejados de ella. Es la más sabia norma y el único medio para poder vencer el peligro. Dios dará a sus fieles siempre las gracias precisas para vencer en todos aquellos peligros a que el cumplimiento de su deber los exponga, pero no hará un milagro para que salga ileso el que temerariamente se puso en la ocasión. Es el aviso de todos los autores de vida espiritual.
Enumera a continuación los males a que lleva el adulterio, y que son otros tantos motivos por los que el hombre sabio ha de mantenerse alejado de él. El adúltero
dará su honor a los extraños, y sus años a un cruel (V.9). Se trata siempre de los mismos: del esposo ofendido, de sus parientes, a quienes irá a parar el honor del adúltero, cuyo pecado podrán descubrir, o exigirle el fruto del trabajo de sus años si quiere evitar el ser denunciado a la asamblea, que le impondrá el oportuno castigo, con la infamia consiguiente. Además verá
consumida su carne y su cuerpo (v.11), alusión, ya conocida, a los efectos físicos de la lujuria, que roban a la juventud su frescor y lozanía, precipitándola en una vejez prematura. Entonces reconocerá su error y se lamentará amargamente de no haber hecho caso de las advertencias de los sabios y haber despreciado la disciplina que hubiera mantenido a raya sus pasiones. Reconoce que se ha expuesto a ser denunciado a la asamblea y condenado a la pena de muerte, o al castigo que en su lugar se aplicase en los días que siguieron al exilio. ¡Cuántas molestias llevan consigo los amores torpes escribe San Agustín -, cuántas inquietudes en esta vida! Y omito añade la gehena. Pero ve si no te has convertido en tu propia gehena en esta vida.6
Gózate con tu legítima esposa (5:15-23).
15
Bebe el agua de tu cisterna, los raudales de tu pozo. 16 ¿Quieres derramar fuera tus fuentes, por las plazas las aguas de tu río? 17
Tenias para ti solo, no para que contigo las beban los extraños 18
Bendita tu fuente, y gózate en la compañera de tu mocedad, 19
cierva carísima y graciosa gacela; embriáguente siempre sus amores y recréente siempre sus caricias. 20
¿Para qué andar loco, hijo mío, tras la extraña y abrazar en tu seno a una extranjera? 21
Los caminos del hombre están a los ojos de Yahvé, El ve todos sus pasos. 22
El impío queda preso en su propia iniquidad y cogido en el lazo de su culpa. 23
Morirá por falta de disciplina, y su gran necedad le perderá. En la segunda estrofa del capítulo 5, el sabio presenta un remedio psicológico muy eficaz para preservar a sus discípulos de caer en los lazos de la mujer adúltera: poner todo su amor en la compañera que para toda su vida escogió en los días de su juventud y reservar para ella todos los afectos de su corazón, con lo que gozará de las alegrías profundas que su compañía le proporcionará y de los placeres que una vida fiel conyugal bendecida por Dios reporta a los esposos. El sabio compara a la esposa con el agua de las cisternas y los raudales del pozo. Dada la escasez de agua en Palestina, las cisternas y los pozos constituían bienes altamente estimados por los israelitas. La imagen, que se emplea también para expresar la paz y el bienestar7, es muy apta para indicar la sed de placer que
el ser humano siente y la satisfacción a raudales que la esposa le puede proporcionar, sin peligro de la angustia e inquietud del que va a saciarla a fuentes vedadas.
El no proceder así puede traer otro mal muy grande para la propia esposa. Al no saciar su legítimo esposo los afectos y legítimos deseos de su corazón, puede inducirla a saciarlos con quien no lo es y dar origen a un nuevo adulterio. Una vida matrimonial virtuosa preserva a uno y otro cónyuge de la infidelidad y alcanza la bendición de Dios, que es quien da la verdadera dicha.
Con términos y comparaciones semejantes a las del Cantar de los Cantares, el autor se esmera en describir el encanto de la legítima esposa, con el fin de que su discípulo ponga en ella totalmente su corazón. Ella es
fuente de felicidad y de placer en el hogar;
la compañera de su mocedad, a quien consagró el amor de sus años jóvenes y prometió, sin duda, fidelidad perpetua;
cierva carísima y
graciosa gacela, comparaciones empleadas para ensalzar la belleza y gracias femeninas. La conclusión se desprende por sí sola: teniendo en el propio hogar con quien saciar los afectos y tendencias de tu corazón, no vayas a casa extraña, exponiéndote a los peligros e inconvenientes indicados. El matrimonio tiene tres fines: la procreación de los hijos, la mutua ayuda y el remedio de la concupiscencia. El sabio no desconoce los dos primeros y tiene un alto concepto de la mujer 8; si sólo insiste en el tercero, es porque la concupiscencia es la que induce al adulterio, presentando el remedio desde ese mismo punto de vista.
Concluye con un último y decisivo motivo por el que hay que evitar el adulterio. Tal vez el adúltero piensa que nadie conocerá su delito y que podrá evitar su castigo. Pero hay algo a lo que no puede sustraerse: la mirada de Dios, que todo lo ve y lo sabe 9. Y Yahvé, que gobierna los pasos de los hombres 10, puede disponer las cosas de tal modo que, cuando el adúltero se cree más seguro, es descubierta su iniquidad, que no quedará impune.
1 2:16-19. 2
éxo_20:14;
Deu_22:22. 3 2 Saín 12:1-12;
Jer_5:8;
Ose_4:2. 4 6:36. 5
Eco_23:22-23. 6 Psalm. 102. 7
Isa_36:16. 8 2:17; 11:16; 31:10-31. 9 15:3.11;
Job_34:22.25;
Eco_23:28-292Cr_10 19:21;
2Cr_20:24.