Exodo  14, 1-31


Paso del Mar Rojo
Sab 19,1-9; Sal 136,13-15

El Señor dijo a Moisés: – Di a los israelitas que se vuelvan y acampen en Fejirot, entre Migdal y el mar, frente a Baal Safón; pongan los campamentos mirando al mar. El faraón pensará que los israelitas están perdidos en el país y que el desierto les cierra el paso. Haré que el faraón se empeñe en perseguirlos, y me cubriré de gloria derrotando al faraón y a su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy el Señor.
Así lo hicieron los israelitas. Cuando comunicaron al rey de Egipto que el pueblo había escapado, el faraón y su corte cambiaron de parecer sobre el pueblo, y se dijeron: ¿Qué hemos hecho? Hemos dejado marchar a nuestros esclavos israelitas. Hizo enganchar su carro y tomó consigo sus tropas: seiscientos carros escogidos y los demás carros de Egipto con sus correspondientes oficiales. El Señor hizo que el faraón se empeñase en perseguir a los israelitas, mientras éstos salían triunfalmente. Los egipcios los persiguieron con caballos, carros y jinetes, y les dieron alcance mientras acampaban en Fejirot, frente a Baal Safón. El faraón se acercaba, los israelitas alzaron la vista y vieron a los egipcios que avanzaban detrás de ellos, y muertos de miedo gritaron al Señor. Y dijeron a Moisés:
–¿No había sepulcros en Egipto? Nos ha traído al desierto a morir. ¿Qué nos has hecho sacándonos de Egipto? ¿No te decíamos ya en Egipto: Déjanos en paz, y serviremos a los egipcios; más nos vale servir a los egipcios que morir en el desierto? Moisés respondió al pueblo:
– No tengan miedo; manténganse firmes y verán la victoria que el Señor les va a conceder hoy; esos egipcios que están viendo hoy, no los volverán a ver jamás. El Señor peleará por ustedes; ustedes esperen en silencio. El Señor dijo a Moisés:
–¿Por qué me invocas a gritos? Ordena a los israelitas que avancen. Tú alza el bastón y extiende la mano sobre el mar, y se abrirá en dos, de modo que los israelitas puedan atravesarlo a pie, sin mojarse. Yo haré que el faraón se empeñe en entrar detrás de ustedes y mostraré mi gloria derrotando al faraón con su ejército, sus carros y jinetes; para que sepa Egipto que yo soy el Señor, cuando muestre mi gloria derrotando al faraón con sus carros y jinetes. El ángel de Dios, que caminaba delante del campamento israelita, se levantó y pasó a su retaguardia; la columna de nubes que estaba delante de ellos se puso detrás de ellos, metiéndose entre el campamento egipcio y el campamento israelita; la nube se oscureció y la noche quedó oscura, de modo que no pudieron acercarse unos a otros en toda la noche. Moisés extendió la mano sobre el mar, el Señor hizo retirarse al mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar quedó seco y las aguas se dividieron en dos. Los israelitas entraron por el mar a pie, sin mojarse, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los egipcios, persiguiéndolos, entraron detrás de ellos por el mar, con los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes. De madrugada, miró el Señor desde la columna de fuego y de nubes y desbarató al ejército egipcio. Trabó las ruedas de los carros, haciéndolos avanzar pesadamente. Los egipcios dijeron:
– Huyamos de los israelitas, porque el Señor combate por ellos contra Egipto. Pero Dios dijo a Moisés:
– Tiende tu mano sobre el mar, y las aguas se volverán contra los egipcios, sus carros y sus jinetes. Moisés tendió su mano sobre el mar: al despuntar el día el mar recobró su estado ordinario, cuando los egipcios trataron de huir, se toparon con las aguas, y el Señor arrojó a los egipcios en medio del mar. Las aguas, al reunirse, cubrieron carros, jinetes y todo el ejército del faraón que había entrado en el mar persiguiendo a Israel, y no escapó uno solo. Pero los israelitas pasaron por el mar a pie, sin mojarse, mientras las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Aquel día el Señor libró a los israelitas de los egipcios, y los israelitas vieron los cadáveres de los egipcios a la orilla del mar. Los israelitas vieron la mano magnífica de Dios y lo que hizo a los egipcios. Así, Israel respetó al Señor y tuvo confianza en él y en Moisés, su servidor.
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