Ezequiel  43, 1-12


Vuelve la gloria
Éx 40,34-38; 1 Re 8,10s; 10,19; Ez 11,23

Me condujo a la puerta que mira al este: vi la gloria del Dios de Israel que venía de oriente, con estruendo de aguas caudalosas; la tierra reflejó su gloria. La visión que tuve era como la visión que había contemplado cuando vino a destruir la ciudad como la visión que había contemplado a orillas del río Quebar. Y caí rostro en tierra. La gloria del Señor entró en el templo por la puerta oriental. Entonces me arrebató el espíritu y me llevó al atrio interior. La gloria del Señor llenaba el templo. Entonces oí a uno que me hablaba desde el templo – el hombre seguía a mi lado– , y me decía:
– Hijo de hombre,
éste es el sitio de mi trono,
el sitio de las plantas de mis pies,
donde voy a residir para siempre
en medio de los hijos de Israel.
La casa de Israel y sus monarcas
ya no profanarán mi Nombre santo
con sus fornicaciones
ni con los cadáveres
de sus reyes difuntos. Poniendo su umbral junto a mi umbral
y postes de sus puertas
pegados a los míos
– ellos y yo pared por medio– ,
profanaron mi Nombre santo
con las prácticas idolátricas
que perpetraron,
y por eso los consumió mi ira. Pero ahora alejarán de mí
sus fornicaciones
y los cadáveres de sus monarcas,
y residiré en medio de ellos
para siempre. Y tú, Hijo de hombre, describe a la casa de Israel el templo, a ver si se avergüenza de sus culpas. Al medir el plano, se avergonzarán de lo que hicieron. La estructura y disposición del templo, sus entradas y salidas, sus preceptos y leyes, enséñaselos y diséñalos, para que pongan por obra todas sus leyes y preceptos. Ley del templo. El área entera de la cima del monte es lugar sacrosanto. Ésta es la ley del templo.
Ver contexto