I Pedro 1, 3-12


Esperanza cristiana

Bendito sea Dios, padre de nuestro Señor Jesucristo, que, según su gran misericordia y por la resurrección de Jesucristo de la muerte, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, a una herencia que no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse, reservada para ustedes en el cielo. Porque gracias a la fe, el poder de Dios los protege para que alcancen la salvación dispuesta a revelarse el último día. Por eso alégrense, aunque por el momento tengan que soportar pruebas diversas. Así, la fe de ustedes, una vez puesta a prueba será mucho más preciosa que el oro perecedero purificado por el fuego y se convertirá en motivo de alabanza, honor y gloria cuando se revele Jesucristo. Ustedes lo aman sin haberlo visto y creyendo en él sin verlo todavía, se alegran con gozo indecible y glorioso, ya que van a recibir, como término de [su] fe, la salvación personal. Esta salvación ya fue objeto de la búsqueda y de las investigaciones de los profetas que profetizaron la gracia que ustedes iban a recibir. Investigaban para averiguar el tiempo y las circunstancias que indicaba el Espíritu de Cristo, que habitaba en ellos, y anunciaba anticipadamente la pasión de Cristo y su posterior glorificación. A ellos les fue revelado que aquello que anunciaban no era para ellos mismos, sino para el bien de ustedes, y ahora han recibido el anuncio de ese mensaje por obra de quienes, inspirados por el Espíritu Santo enviado desde el cielo les transmitieron la Buena Noticia que los ángeles querrían presenciar.
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