II Samuel  9, 1-13


Meribaal, acogido por David
2 Sm 21

David preguntó:
–¿Queda alguno de la familia de Saúl a quien yo pueda favorecer por amor a Jonatán? La familia de Saúl había tenido un criado que se llamaba Sibá; lo trajeron y el rey le preguntó:
–¿Eres Sibá?
Él respondió:
– Sí, para servirte. El rey le preguntó:
–¿Y no queda ya nadie de la familia de Saúl a quien yo pueda favorecer por amor de Dios?
Sibá le respondió:
– Queda todavía un hijo de Jonatán, lisiado de ambos pies. El rey le preguntó:
–¿Dónde está?
Sibá le contestó:
– En Lodabar, en casa de Maquir, hijo de Amiel. El rey David mandó que lo trajeran de allí. Cuando Meribaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl se presentó ante David, cayó con el rostro en tierra y se postró. David le dijo:
–¿Eres Meribaal?
Él respondió:
– Sí, para servirte. David le dijo:
– No temas, porque estoy decidido a favorecerte por amor a Jonatán, tu padre; te devolveré todas las tierras de tu abuelo, Saúl, y comerás siempre a mi mesa. Meribaal se postró y dijo:
–¿Qué soy yo para que te fijes en un perro muerto como yo? El rey llamó entonces a Sibá, criado de Saúl, y le dijo:
– Todas las posesiones de Saúl y su familia se las entrego al hijo de tu amo. Tú, tus hijos y tus esclavos le cultivarán las tierras y le entregarán las cosechas para su sustento. Meribaal, hijo de tu amo, comerá siempre a mi mesa.
Sibá, que tenía quince hijos y veinte esclavos, contestó al rey:
– Tu siervo hará todo lo que el rey le mande.
Meribaal comía a la mesa de David, como uno de los hijos del rey. Tenía un hijo pequeño, llamado Micá, y toda la casa de Sibá estaba al servicio de Meribaal, que se trasladó a Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey. Meribaal estaba impedido de ambos pies.
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