Isaías 44, 9-20


Sátira contra la idolatría
Jr 10,1-16; Sab 13– 15; Bar 6

Los que modelan ídolos
no valen nada,
y es inútil lo que ellos aman,
sus devotos no ven nada ni conocen;
por eso quedan defraudados. ¿Quién modela un dios
o funde una imagen
si no es para sacar algo? Miren: todos sus seguidores
quedarán defraudados,
porque los que los fabrican
no son más que hombres.
Que se reúnan todos
para comparecer:
sentirán espanto
y vergüenza a la vez. El herrero trabaja el ídolo en las brasas, lo va modelando con el martillo, lo trabaja con brazo robusto; pasa hambre, se agota, no bebe y está exhausto. El tallista aplica la regla, lo diseña a lápiz, lo trabaja con la gubia y lo delínea con el compás: le da figura de hombre y belleza humana, para instalarlo en un templo. Se corta cedros, se escoge una encina o un roble, dejándolos crecer entre los árboles del bosque, o planta un fresno que crece con la lluvia. A la gente le sirve de leña, lo toman para calentarse o también para hacer fuego y cocer pan; pero él hace un dios y lo adora, fabrica una imagen y se postra ante ella. Con una parte hace fuego: asa carne sobre las brasas, se la come, queda satisfecho, se calienta y dice: Bueno, estoy caliente y tengo luz. Con el resto se hace la imagen de un dios, se postra, lo adora y le reza: Líbrame, que tú eres mi dios. No comprenden ni distinguen, tienen los ojos cegados y no ven, la mente, y no entienden. No reflexiona, no tiene inteligencia ni criterio para decir: La mitad la he quemado en el fuego; he cocido pan sobre las brasas, he asado carne para comer. ¿Y voy a hacer del resto un ídolo? ¿Y a postrarme ante un trozo de madera? Él se alimenta de ceniza, una mente ilusa lo extravía, no es capaz de liberarse diciendo: ¿No es un engaño lo que tengo en mi mano?
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