Isaías 14, 12-21

¿Cómo has caído del cielo,
lucero de la aurora,
y estás derrumbado por tierra,
agresor de naciones? Tú, que te decías:
Escalaré los cielos,
encima de los astros divinos
levantaré mi trono
y me sentaré
en el Monte de la Asamblea,
en el vértice de la montaña celeste; escalaré la cumbre de las nubes,
me igualaré al Altísimo. ¡Ay, abatido al abismo,
a las profundidades de la fosa! Los que te ven
se te quedan mirando,
meditan tu suerte:
¿Es éste el que hacía temblar la tierra
y estremecerse los reinos, el que dejaba el mundo desierto,
arrasaba sus ciudades
y no soltaba a sus prisioneros? Todos los reyes de las naciones
descienden a sepulcros de piedra,
todos reposan con gloria,
cada cual en su mausoleo; a ti, en cambio,
te han arrojado sin darte sepultura,
como carroña asquerosa;
te han cubierto de muertos
traspasados a espada,
como a cadáver pisoteado. No te juntarás a ellos en el sepulcro
porque arruinaste tu país,
asesinaste a tu pueblo;
se extinguirá para siempre
el apellido del malvado. Preparen la matanza de sus hijos,
por la culpa de sus padres,
no sea que se levanten
y se adueñen de la tierra
y cubran el mundo de ruinas.
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