Jeremías  24, 1-10


¿Quién es el resto?
29,16-20

El Señor me mostró dos cestas de higos colocadas delante del santuario del Señor. Era después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, desterró a Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, con los dignatarios de Judá, y a los artesanos y maestros de Jerusalén, y se los llevó a Babilonia. Una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer. El Señor me preguntó:
–¿Qué ves, Jeremías?
Contesté:
– Veo higos: unos exquisitos, otros tan pasados que no se pueden comer. Y el Señor me dirigió la palabra: Así dice el Señor, Dios de Israel: A los desterrados de Judá, a los que expulsé de su patria al país caldeo, los considero buenos, como estos higos buenos. Los miraré con benevolencia, los volveré a traer a esta tierra; los construiré y no los destruiré, los plantaré y no los arrancaré. Les daré inteligencia para que reconozcan que soy yo el Señor; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, si vuelven a mí de todo corazón. A Sedecías, rey de Judá, a sus dignatarios, al resto de Jerusalén que quede en esta tierra o resida en Egipto, los trataré como a esos higos tan malos que no se pueden comer. Serán terrible escarmiento para todos los reinos del mundo, serán objeto de desprecio, sátiras, burlas y maldiciones en todos los lugares por donde los disperse. Les enviaré la espada, el hambre y la peste, hasta consumirlos en la tierra que les di a ellos y a sus padres.
Ver contexto