Judith 2, 14-28


El general Holofernes

Holofernes salió de la presencia de su señor, convocó a todos los jefes, generales y oficiales del ejército asirio y, tal como se lo había mandado su señor, seleccionó para la guerra un contingente de ciento veinte mil hombres y doce mil arqueros a caballo, y los organizó para la campaña. Juntó una cantidad enorme de camellos, asnos y mulos para el equipaje, e innumerables ovejas, bueyes y cabras para el abastecimiento, provisiones abundantes para cada soldado y gran cantidad de oro y plata del palacio real. Cuando emprendió la marcha con todo su ejército, precediendo al rey Nabucodonosor, cubrió todo occidente con sus carros, jinetes y tropas escogidas. Iba con ellos un gentío numeroso, una muchedumbre innumerable como langostas, como la arena de la tierra. Salieron de Nínive. En tres días de marcha avanzaron hacia la llanura de Bectilet, y desde allí fueron a acampar cerca de los montes, al norte de la alta Cilicia. Después, con todo su ejército – infantería, caballería y carros– , marchó a la zona montañosa. Destruyó a Put y Lidia, saqueó a los rasitas e ismaelitas junto al desierto, al sur de Jeleón; luego, bordeando el Éufrates, atravesó Mesopotamia y destruyó todas las ciudades fortificadas que dominaban el torrente Abrona hasta llegar al mar. Se apoderó del territorio de Cilicia, desbaratando a cuantos le ofrecieron resistencia, y llegó a la frontera sur de Jafet, frente a Arabia; cercó a todos los madianitas, incendió sus campamentos y saqueó sus rebaños; bajó después a la llanura de Damasco durante la cosecha del trigo; quemó todos los sembrados, aniquiló los rebaños de ovejas y vacas, saqueó las ciudades, asoló las llanuras y pasó a cuchillo a todos los jóvenes. Un miedo terrible se abatió sobre los habitantes de la costa. Los de Sidón y Tiro, los de Sur y Oquina, y los de Yamnia, Azoto y Ascalón, temblaron ante él.
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