Salmos 18, 1-50

¡Yo te amo, Señor, mi fortaleza! ¡Señor, mi roca, mi defensa, mi libertador!,
¡Dios mío, mi roca de refugio!
¡Mi escudo, mi fuerza salvadora,
mi baluarte, digno de alabanza! Invoco al Señor y quedo libre del enemigo. Me cercaban lazos mortales,
torrentes destructores me aterraban, me envolvían lazos del Abismo,
me alcanzaban redes de muerte. En el peligro invoqué al Señor
pidiendo socorro a mi Dios;
desde su templo escuchó mi clamor,
mi grito de socorro llegó a él, a sus oídos. Tembló y retembló la tierra,
se tambalearon los cimientos de los montes
estremecidos por su furor. De su nariz se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz
y arrojaba carbones encendidos. Inclinó los cielos y bajó,
con nubarrones bajo los pies; volaba cabalgando en un querubín,
planeando sobre las alas del viento; se puso como velo un cerco de tinieblas,
como tienda un oscuro aguacero
y nubes espesas. Ante el resplandor de su presencia,
las nubes se deshicieron
en granizo y centellas; mientras el Señor tronaba en el cielo,
el Altísimo lanzaba su voz. Forjaba sus saetas y las dispersaba,
multiplicaba sus rayos y los esparcía. Apareció el cauce del mar
y afloraron los cimientos de la tierra,
ante tu bramido, Señor,
ante el resuello furioso de tu nariz. Desde arriba alargó la mano y me agarró
y me sacó de las aguas caudalosas; me libró de enemigos poderosos,
de adversarios más fuertes que yo. Me asaltaban el día de mi desgracia,
pero el Señor fue mi apoyo. Me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba. El Señor me pagó mi rectitud,
retribuyó la pureza de mis manos, porque seguí los caminos del Señor
y no me alejé de mi Dios; porque tuve presentes sus mandatos
y jamás rechacé sus preceptos, mi conducta ante él ha sido irreprochable
guardándome de toda culpa. El Señor recompensó mi rectitud,
la pureza de mis manos ante sus ojos. Con el leal eres leal,
íntegro con el hombre íntegro, con el sincero eres sincero,
y sagaz con el astuto. Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos altaneros. Tú, Señor, enciendes mi lámpara,
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas. Contigo corro con brío,
con mi Dios asalto la muralla. El camino de Dios es perfecto,
la palabra del Señor es acrisolada,
escudo para los que se refugian enél. Porque, ¿quién es Dios fuera del Señor?
¿Quién es Roca fuera de nuestro Dios? El Dios que me ciñe de valor
y hace irreprochables mis caminos; me da pies ligeros como de cierva
y me asienta en sus alturas, adiestra mis manos para la guerra
y mis brazos para tensar el arco de bronce. Me prestaste tu escudo salvador,
tu derecha me sostuvo,
y tu triunfo me engrandeció. Ensanchaste el camino a mis pasos
y no flaquearon mis tobillos. Perseguí al enemigo hasta alcanzarlo
y no volví hasta haber acabado con él; los aplasté y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies. Me ceñiste de valor para la guerra,
doblegaste a mis agresores; pusiste en fuga a mis enemigos,
reduje al silencio a mis adversarios. Pedían auxilio, nadie los salvaba;
clamaban al Señor, no les respondía. Los trituré como polvo de la plaza,
los pisé como barro de la calle. Me libraste de las contiendas del pueblo,
me pusiste al frente de las naciones;
un pueblo extraño fue mi vasallo por mi fama se me sometían.
Los extranjeros me adulaban, los extranjeros se desmoralizaban
y abandonaban temblando sus refugios. ¡Viva el Señor, bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea mi Dios y Salvador! El Dios que me dio el desquite
y me sometió los pueblos, que me libró del enemigo,
me levantó sobre los que resistían
y me libró del hombre violento. Por eso te daré gracias ante las naciones
y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre: Tú diste gran victoria a tu rey,
fuiste fiel con tu Ungido,
con David y su descendencia para siempre.
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