Salmos 74, 1-23


76; Lam 2; Eclo 36,1-22

¿Por qué, oh Dios,
nos tienes abandonados para siempre
y humea tu cólera
contra las ovejas de tu rebaño? Acuérdate del pueblo que adquiriste
antiguamente,
que rescataste como tribu de tu propiedad
del monte Sión donde habitabas. Levanta a tu pueblo de la ruina total,
el enemigo ha destrozado el santuario. Rugían tus adversarios en medio de tu asamblea,
colocaban como señal sus estandartes; se asemejaban a quien se abre paso
a hachazos en la espesa arboleda; todos juntos derribaron las puertas,
las abatieron con hachas y mazas; prendieron fuego a tu santuario,
asolaron y profanaron
la morada de tu Nombre. Dijeron: ¡Quememos, junto a tu linaje,
los templos de Dios en el país! Ya no vemos nuestros estandartes,
ni tenemos un profeta,
ninguno de nosotros sabe hasta cuándo. ¿Hasta cuándo, oh Dios, te insultará el enemigo,
y el adversario despreciará
sin cesar tu Nombre? ¿Por qué retiras tu mano izquierda
y tienes la derecha escondida en el seno? Mas tú, oh Dios, eres mi rey desde antiguo,
autor de victorias en medio de la tierra. Tú con tu fuerza agitaste el Mar,
quebraste las cabezas del monstruo marino. Tú aplastaste las cabezas de Leviatán,
las echaste como pasto a manadas de fieras. Tú alumbraste manantiales y torrentes,
tú secaste ríos inagotables. Tuyo es el día, tuya también la noche,
tú colocaste la luna y el sol. Tú trazaste los límites del mundo,
el verano y el invierno tú los creaste. Recuérdalo: el enemigo te afrenta, Señor,
y un pueblo insensato desprecia tu Nombre. No entregues al depredador
la vida de tu tórtola,
no olvides para siempre la vida de tus pobres. Fíjate en la alianza:
que los escondrijos del país
están repletos de focos de violencia. ¡No quede defraudado el oprimido,
que el humilde y el pobre alaben tu Nombre! ¡Levántate, oh Dios, defiende tu causa!,
recuerda las continuas ofensas del insensato, no olvides el griterío de tus adversarios,
el creciente vocerío de tus agresores.
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