Tobías 7, 1-16


La boda de Sara

Al llegar a Ecbatana, le dijo Tobías:
– Amigo Azarías, llévame derecho a casa de nuestro pariente Ragüel.
El ángel lo llevó a casa de Ragüel. Lo encontraron sentado a la puerta del patio; se adelantaron a saludarlo, y él les contestó:
– Tanto gusto, amigos; bienvenidos.
Luego los hizo entrar en casa, y dijo a su mujer, Edna:
–¡Cómo se parece este chico a mi pariente Tobit! Edna les preguntó:
–¿De dónde son, amigos?
Respondieron:
– Somos de la tribu de Neftalí, deportados en Nínive. Ella siguió:
–¿Conocen a nuestro pariente Tobit?
Respondieron:
– Sí.
–¿Qué tal está? Le dijeron:
– Vive todavía y está bien.
Y Tobías dijo:
– Es mi padre. Entonces Ragüel dio un salto, lo besó, llorando, y le dijo:
–¡Hijo, bendito seas! Tienes un padre excelente. ¡Qué desgracia que haya quedado ciego un hombre tan honrado y que daba tantas limosnas!
Y abrazado al cuello de su pariente Tobías, siguió llorando. Edna, la esposa, y su hija, Sara, lloraban también. Ragüel los recibió cordialmente y mandó matar un carnero. Cuando se lavaron y bañaron, se pusieron a la mesa. Tobías dijo a Rafael:
– Amigo Azarías, dile a Ragüel que me dé a mi pariente Sara. Ragüel lo oyó, y dijo al muchacho:
– Tú come y bebe y disfruta a gusto esta noche. Porque, amigo, sólo tú tienes derecho a casarte con mi hija, Sara, y yo tampoco puedo dársela a otro, porque tú eres el pariente más cercano. Pero, hijo, te voy a hablar con toda franqueza. Ya se la he dado en matrimonio a siete de mi familia, y todos murieron la noche en que iban a acercarse a ella. Pero bueno, hijo, tú come y bebe, que el Señor cuidará de ustedes. Tobías replicó:
– No comeré ni beberé hasta que no hayas tomado una decisión sobre este asunto.
Ragüel le dijo:
– Lo haré. Y te la daré como prescribe la Ley de Moisés. Dios mismo manda que te la entregue, y yo te la confío. A partir de hoy, para siempre, son marido y mujer. Es tuya desde hoy para siempre. ¡El Señor del cielo los ayude esta noche, hijo, y les dé su gracia y su paz! Llamó a su hija, Sara. Cuando se presentó, Ragüel le tomó la mano y se la entregó a Tobías, con estas palabras:
– Recíbela conforme al derecho y a lo prescrito en la Ley de Moisés, que manda dártela por esposa. Tómala y llévala sana y salva a la casa de tu padre. Que el Dios del cielo les dé paz y bienestar. Luego llamó a la madre, mandó traer papel y escribió el acta del matrimonio: Que se la entregaba como esposa conforme a lo prescrito en la Ley de Moisés. Después empezaron a cenar. Ragüel llamó a su mujer, Edna, y le dijo:
– Mujer, prepara la otra habitación, y llévala allí. Edna se fue a arreglar la habitación que le había dicho su marido. Llevó allí a su hija y lloró por ella. Luego, enjugándose las lágrimas, le dijo: –Ánimo, hija. Que el Dios del cielo cambie tu tristeza en gozo. Ánimo, hija.
Y salió.
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