I Corintios 8, 1-13

Sobre las carnes inmoladas a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento. Pero el conocimiento infla, mientras que el amor construye. Si alguno piensa que conoce algo, no ha llegado a conocer todavía cómo hay que conocer. Cuando uno ama a Dios, este tal es conocido por él. Pues bien, respecto del comer lo inmolado a los ídolos, sabemos que un ídolo no es nada en el mundo, y que no hay más que un solo Dios. Porque, aunque se diga que hay dioses en el cielo o en la tierra, que hay muchos dioses y muchos señores, para nosotros, sin embargo, no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para quien somos nosotros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien es todo y por quien somos nosotros también. Pero no en todos se encuentra el conocimiento: algunos, por la costumbre que hasta ahora han tenido de los ídolos, comen la carne como sacrificada a los ídolos, y su conciencia, que es débil, se mancha con ello. No es la comida lo que nos recomendará ante Dios: ni por no comer seremos menos, ni por comer seremos más. Sin embargo, tened cuidado de que esa libertad vuestra no sea un tropiezo para los débiles. Porque si alguno te ve a ti, que tienes conocimiento, comiendo en un templo pagano, la conciencia del que es débil ¿no se verá inducida a comer lo inmolado a los ídolos? Y por tu conocimiento se pierde el débil, el hermano por quien Cristo murió. Y así, pecando contra los hermanos e hiriendo su conciencia débil, estáis pecando contra Cristo. Por eso, si un alimento es tropiezo para mi hermano, no comeré carne jamás, para no hacer tropezar a mi hermano.
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