Exodo  32, 1-23

Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar de la montaña, se congregó en torno a Aarón y le dijo: Anda, haznos dioses que vayan delante de nosotros, pues a ese Moisés, a ese hombre que nos sacó de Egipto, no sabemos qué le ha pasado. Aarón les respondió: Quitad los zarcillos de oro que penden de las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos. Todos los del pueblo se quitaron los zarcillos de oro que llevaban en sus orejas y se los entregaron a Aarón, El los recibió de sus manos, los hizo fundir en un molde, y con el metal fundido fabricó un becerro. Entonces gritaron ellos: Éstos son tus dioses, Israel, los que te han sacado de la tierra de Egipto. Cuando Aarón vio esto, edificó un altar delante del becerro y clamó, diciendo: Mañana será fiesta en honor de Yahvéh. A la mañana siguiente levantáronse temprano, ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios pacíficos. Luego, la muchedumbre se sentó a comer y a beber, y después se levantaron para divertirse. Entonces dijo Yahvéh a Moisés: Anda, baja; pues tu pueblo, el que yo saqué del país de Egipto, se ha pervertido. Pronto se han desviado del camino que yo les había prescrito; se han fabricado un becerro de metal fundido, delante del cual se han postrado. Le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Ésos son tus dioses, Israel, los que te han sacado del país de Egipto. Y añadió Yahvéh a Moisés: He visto lo que es este pueblo, y por cierto que es un pueblo de dura cerviz. Ahora, déjame que se encienda mi ira contra ellos y los extermine; pero yo haré de ti una gran nación. Moisés trató de apaciguar la faz de Yahvéh, su Dios, y le dijo: ¿Por qué, oh Yahvéh, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, al que sacaste del país de Egipto con gran poder y mano fuerte? ¿Por qué han de poder decir los egipcios: Con mala intención les ha hecho salir, para darles muerte en las montañas y para exterminarlos de la superficie de la tierra? Desiste del furor de tu ira y renuncia a ese castigo con que amenazas a tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel, tus siervos, a quienes juraste por ti mismo, diciéndoles: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y daré a vuestra descendencia todo ese país de que yo he hablado para que lo hereden perpetuamente. Yahvéh renunció entonces al castigo con que había amenazado a su pueblo. Volvióse Moisés y bajó de la montaña, llevando en sus manos las dos tablas del testimonio, tablas escritas por ambos lados, por una y otra cara. Las dos tablas eran obra de Dios, y la escritura grabada en ellas era escritura de Dios. Cuando oyó Josué el vocerío del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Gritos de guerra hay en el campamento. Moisés le respondió: No son gritos de victoria, ni clamores de derrota, sino cantos de coros que se alternan es lo que yo oigo. Cuando Moisés llegó cerca del campamento y divisó el becerro y vio las danzas, encendido en cólera, arrojó de sus manos las tablas y las hizo pedazos al pie del monte. Después tomó el becerro que habían hecho y lo quemó; lo trituró hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y se las hizo beber a los hijos de Israel. Dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, para que hayas cargado sobre él tan gran pecado? ' Respondió Aarón: No se encienda la cólera de mi señor; tú conoces a este pueblo y sabes que está inclinado al mal. Me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros, pues no sabemos lo que ha ocurrido a ese Moisés, a ese hombre que nos sacó de la tierra de Egipto.
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