II Corintios 8, 1-24

Queremos daros a conocer, hermanos, la gracia de Dios otorgada a las Iglesias de Macedonia que en medio de una gran prueba de tribulación, su alegría desbordante y su extrema pobreza se desbordaron en tesoros de su generosidad. Porque según sus recursos, de ello doy fe, y por encima de sus recursos, por propia iniciativa nos pidieron con mucha insistencia la gracia de participar en este servicio a los fieles. Y no como esperábamos, sino que se dieron primero al Señor y luego a nosotros, por voluntad de Dios. Por ello hemos rogado a Tito que, tal como antes comenzó, llevare también a feliz término entre vosotros esta gracia. Mas, como abundáis en todo: en fe, palabra, conocimiento, en todo género de solicitud, y en ese amor que de nosotros habéis recibido, abundad también en esta gracia. No lo digo en plan de mandato, sino comprobando la autenticidad de nuestro amor mediante el interés de los otros. Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo: cómo por nosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros fuerais enriquecidos con su pobreza. En esto os doy mi consejo. Puesto que esto os conviene a vosotros, que no sólo fuisteis los primeros en actuar, sino también en quererlo desde el año pasado. Ahora, pues, llevad también a término la obra, para que a la prontitud en el querer corresponda la realización según lo que tenéis. Porque, si está por delante la buena voluntad, se acepta con gusto, según lo que uno tiene, no según lo que no tiene. Pues no se trata de que haya holgura para otros y para vosotros escasez, sino que haya cierta igualdad: en la ocasión actual, vuestra abundancia colme su escasez, para que también colme vuestra escasez la abundancia de ellos. Así habrá igualdad como está escrito: «El que mucho recogió no tuvo de sobra, y el que poco recogió no tuvo escasez» (Ex 16,18). Gracias sean dadas a Dios, que ha puesto en el corazón de Tito la misma solicitud por vosotros; pues, además de acoger bien nuestro ruego, estando llenos de entusiasmo, se dirige a vosotros por propia iniciativa. También enviamos con él el hermano que es elogiado en todas las Iglesias a propósito del Evangelio. Y no sólo esto, sino que también fue elegido por votación de las Iglesias como compañero nuestro de viaje en esta obra de la gracia, obra administrada por nosotros para gloria del Señor y en testimonio de nuestra buena voluntad. Así evitamos que nadie nos pueda criticar en esta abundante colecta, administrada por nosotros. Pues procuramos hacer lo que es bueno, no sólo ante el Señor, sino también ante los hombres (Prov 3,4). Y os enviamos juntamente con ellos a nuestro hermano, de quien hemos comprobado que fue solícito muchas veces en muchas ocasiones, y ahora mucho más solícito todavía, por la confianza que tiene en vosotros. En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador entre vosotros. Respecto a nuestros hermanos, son apóstoles de las Iglesias, son gloria de Cristo. Dadles, pues, ante las Iglesias, pruebas de vuestro amor y del legítimo orgullo que tenemos por vosotros.
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