Marcos 6, 4-6

Entonces Jesús les decía: «A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa.» No pudo, pues, hacer allí milagro alguno, fuera de curar a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y quedó extrañado de aquella incredulidad. Recorría las aldeas circunvecinas enseñando.
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