Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Capitulo 8.
Apertura del séptimo sello: silencio de media hora, 8:1.
1
Cuando abrió el séptimo sello, hubo un silencio en el cielo por espacio corno de media hora. La apertura del séptimo sello da comienzo a una nueva serie de catástrofes. Por consiguiente, el séptimo sello no constituye el final del drama, que trae consigo el gran día del castigo, sino que es sólo el final de un acto. Su apertura dará lugar a un nuevo septenario de catástrofes, que se producen al toque de siete trompetas. Al abrir el último sello se origina una gran expectación entre los que rodeaban el trono de Dios y el Cordero. La solemnidad del momento se pone de manifiesto al presentarnos a los habitantes celestes como atónitos, guardando
silencio por espacio de media hora (v.1). Este impresionante silencio señala la espera ansiosa de las criaturas mientras se desenrolla el libro. Lo que ahora se va a descubrir es tan sorprendente y aterrador que todos quedan como sobrecogidos por el terror. Este silencio solemne, que precede la venida del
gran día de la cólera, es una especie de entreacto, después del cual la escena pasa del cielo a la tierra. El toque de las siete trompetas anunciará una nueva serie de azotes, que constituirán el preludio a la llegada del reino de Dios.
Visión de las Siete Trompetas, 8:2-11:19.
El vidente de Patmos va a contemplar de una manera profética la ejecución de los decretos del libro sellado. Las calamidades de este septenario se abatirán sobre los que no están marcados con el sello de Dios. Las siete trompetas hacen venir los castigos de Dios sobre todos los idólatras. El nuevo septenario presenta los mismos caracteres de composición que el precedente, pero es más monótono y artificial. El autor sagrado cambia únicamente de símbolos como hace con frecuencia para expresar la misma idea. Las calamidades de este septenario alcanzan uniformemente a un tercio de las cosas, lo que parece suponer una progresión sobre el septenario precedente, que alcanzaba sólo a una cuarta parte.
En la visión de las trompetas se advierten rasgos suficientes para establecer la identidad fundamental de los azotes descritos en ella con los que el profeta había visto prepararse en el cielo. La destrucción de los vegetales (8:7) hace pensar en el
hambre de la que se ha hablado en
Rev_6:5-6. Las aguas convertidas en ajenjo, que hacen morir a los hombres (
Rev_8:10-11), tienen cierta relación con el cuarto jinete que trae consigo la epidemia (
Rev_6:7-8). Los trastornos cósmicos (
Rev_8:12) recuerdan evidentemente los trastornos acaecidos en el momento de la apertura del sexto sello (
Rev_6:12-14). Por otra parte, las cuatro primeras trompetas corresponden también bastante bien a las cuatro primeras copas de
Rev_16:2-9.
Las imágenes de estas visiones están inspiradas principalmente en la historia de las plagas de Egipto y en la tradición apocalíptica judía. Los detalles, muy probablemente, no pretenden tener una significación determinada, sino que son artificios literarios para dar más plasticidad a la idea de los grandes castigos de Dios. Por eso no pretendemos buscar la significación de cada detalle en particular, sino procuramos descubrir el sentido del conjunto l
.
Las oraciones de los santos aceleran la llegada del gran día,Rev_8:2-6.
2
Vi siete ángeles, que estaban en pie delante de Dios, a los cuales fueron dadas siete trompetas. 3
Llegó otro ángel, y púsose en pie junto al altar, con un incensario de oro, y fuéronle dados muchos perfumes para unirlos a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro, que está delante del trono. 4
El humo de los perfumes subió, con las oraciones de los santos, de la mano del ángel a la presencia de Dios. 5
Tomó el ángel el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó sobre la tierra; y hubo truenos, voces, relámpagos y temblores. 6
Los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas. Tal vez haya que suponer que el Cordero, después de soltar el séptimo sello, desenrolló el libro y lo leyó. Una vez conocido el contenido del libro, da las órdenes pertinentes a los ángeles, que son sus agentes. San Juan ve
los siete ángeles que están delante de Dios, a los que fueron entregadas siete trompetas (v.2). Estos ángeles deben de ser figuras ya conocidas, como lo indica el artículo ôïõò. Probablemente sean los ángeles que la tradición judía conocía como los
ángeles de la faz o
angeles de la presencia, es decir, los siete arcángeles de que nos hablan Tobías 3, Daniel 4, San Lucas5 y Henoc6:
Uriel, Rafael, Raguel, Miguel, Saraquiel, Gabriel, Remeiel. Están delante de Dios para significar que es El quien los envía a poner por obra sus juicios sobre la tierra. Ellos han de dar las señales para que los ministros de la justicia divina cumplan los mandatos que ya habían recibido. Las
trompetas que les fueron entregadas' constituían una imagen escatológica tradicional. Por medio de ellas se da la señal de los juicios divinos, sobre todo la del último juicio7. Ellas anuncian la destrucción del mundo pagano, pero son, al mismo tiempo, anuncio de alegría y liberación para los elegidos.
Pero antes de que los siete ángeles comiencen a hacer su oficio, llega otro ángel con un incensario, o, más propiamente, con una paleta que servía para transportar las brasas del altar de los holocaustos sobre el altar de los perfumes. El ángel se acerca al altar de los holocaustos, bajo el cual estaban los mártires8, y recibe muchos perfumes, que simbolizan las oraciones de los santos, los cuales ha de ofrecer sobre el altar de oro (v.3). El autor sagrado concibe el templo celeste exactamente como el templo de Jerusalén. En él hay un altar de los holocaustos, un altar de los perfumes y un santo de los santos 9. Las oraciones de los fieles llegan hasta Dios por mediación de los ángeles 10. Se afirma aquí claramente la doctrina de la intercesión de los ángeles en favor de los hombres H. San Juan en el Apocalipsis insiste en presentar al ángel como intercesor de los santos al lado del Señor. En esto se conforma a la tradición bíblica y judía, que presenta frecuentemente a los ángeles como intercesores de los hombres, especialmente en los últimos libros del Antiguo Testamento 12. El ángel que había visto San Juan coloca los perfumes o el incienso sobre las brasas del altar. Y entonces se vio una columna de
humo que
subía, juntamente
con las oraciones de los santos, de la mano del ángel a la presencia de Dios (v.4). Las oraciones, simbolizadas por los perfumes 13, piden justicia contra los perseguidores. Y, en efecto, Dios escucha las oraciones de los santos, pues pronto vamos a contemplar su realización. Dios va a intervenir en favor de su Iglesia.
El ángel, cumplida su ofrenda, vuelve al altar de los holocaustos y llena la paleta de brasas, que arroja sobre la tierra
(í,æ). Este acto viene a ser como un presagio de los castigos que Dios va a enviar sobre el Imperio romano y sobre todas las naciones paganas. Una escena parecida la encontramos en
Eze_10:2 : un ángel coge fuego del carro de los querubines y lo arroja sobre la ciudad de Jerusalén, para significar la destrucción de la ciudad por parte de los babilonios. En la visión del Apocalipsis, el fuego santo, al caer sobre la tierra contaminada con las iniquidades de los hombres, viene a revelar el estado de maldad que reina en ella. La caída de las brasas produce un efecto parecido al de la explosión de una bomba: se produce un trastorno cósmico, con
truenos, voces, relámpagos y temblores de tierra. Estos son los signos de la venganza inminente de Dios. La justicia simbolizada por este fuego va a abatirse sobre el mundo culpable. Ha llegado la hora de la manifestación de la justicia divina. Por eso ios
ángeles se disponen a tocarlas (v.6) para que el castigo divino descargue sobre el mundo. Las oraciones de los santos son las que atraen sobre la tierra la cólera divina, que vendrá templada con la misericordia.
Suenan las cuatro primeras trompetas,Eze_8:7-12.
7
Tocó el primero la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclado con sangre, que fue arrojado sobre la tierra; y quedó abrasada la tercera parte de las tierra, y quedó abrasada la tercera parte de los árboles, y toda hierba verde quedó abrasada. 8
El segundo ángel tocó la trompeta, y fue arrojada en el mar como una gran montaña ardiendo en llamas, y convirtióse en sangre la tercera parte del mar, 9
y murió la tercera parte de las criaturas que hay en el mar de las que tienen vida, y la tercera parte de las naves fue destruida.10
Tocó las trompeta el tercer ángel, y cayó del cielo un astro grande, ardiendo como una tea, y cayó en la tercera parte de los ríos y en las fuentes de las aguas. 11 El nombre de ese astro es Ajenjo. Convirtióse en ajenjo la tercera parte de las aguas, y muchos de los hombres murieron por las aguas, que se habían vuelto amargas. 12
Tocó el cuarto ángel la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, de suerte que se oscureció la tercera parte de las mismas, y el día perdió una tercera parte de su brillo, y asimismo la noche. Del mismo modo que la apertura de los cuatro primeros sellos constituía una especie de grupo, así también aquí las cuatro trompetas forman un primer grupo. La razón de esto está en que se reparten, como los siete sellos, las siete cartas, las siete copas, en dos series de cuatro y de tres miembros respectivamente. Las calamidades que desencadena el toque de las diversas trompetas se abaten sobre
un tercio de la naturaleza inanimada: la tierra, el mar, las aguas dulces y los cielos. Los hombres no son atacados directamente; pero indirectamente tendrán que sufrir los efectos consiguientes a la acción de los azotes divinos. Las calamidades desencadenadas por los cuatro jinetes herían a un cuarto de la humanidad. Aquí el castigo es mayor, pues abarca a un tercio. La cólera divina alcanzará su mayor extensión en el septenario de las copas 14.
La descripción de los azotes que se producen al toque de las diversas trompetas está tomada en buena parte de las plagas de Egipto, que en la tradición judía representaban los castigos típicos de Dios contra los idólatras 15. Las siete calamidades del Apocalipsis provocadas por las trompetas siguen muy de cerca, incluso en la parte literaria, la narración de las plagas del tiempo de Moisés 16. Es evidente que no han de tomarse al pie de la letra, ni aun en sentido alegórico, tratando de dar un sentido determinado a cada detalle. Se deben interpretar más bien en sentido parabólico, viendo en cada calamidad tomada en conjunto la acción de la justicia divina, que castiga a los hombres obrando sobre la naturaleza, que Dios había creado para su provecho 17.
El toque de trompetas se emplea con relativa frecuencia en la Biblia para anunciar acontecimientos de importancia decisiva. En el profeta Joel, las trompetas anuncian el
día de Yahvé 18. Jesucristo, en el discurso escatológico 19, afirma que los ángeles llamarán a juicio a los hombres al toque de las trompetas. Y San Pablo dice que al son de la trompeta resucitarán los muertos y el Señor descenderá del cielo 20. También la literatura rabínica de tendencia apocalíptica se sirve de la imagen de los ángeles tocando las trompetas para convocar a juicio 21.
Según el libro cuarto de
Esdras 22, la destrucción del mundo habría de durar siete días, tantos como había durado su creación. No tendría nada de extraño que el septenario de las trompetas se inspirase en esta concepción. Sin embargo, interpretando este septenario dentro del cuadro general del Apocalipsis de San Juan, es más probable que aquí el número siete tenga sentido de plenitud, como ya hemos visto que tenía en otros septenarios 23.
El toque de la primera trompeta parece desencadenar grandes tempestades, que provocan enormes pérdidas y calamidades agrícolas (v.7), parecidas a aquellas que nos refiere Tácito 24, acaecidas en los años 63, 68 y 69 d.C.
Granizo y fuego mezclado con sangre destruyeron la
tercera parte de la tierra y toda la vegetación que en ella había. En
Rev_7:3, el ángel que tenía el sello de Dios vivo pide a los otros cuatro ángeles que no hagan daño a la tierra ni a los árboles hasta haber sellado a todos los siervos de Dios en sus frentes. Ahora parece que la señalización de los elegidos ya ha terminado, y ha llegado el momento de castigar al hombre, destruyendo la vegetación. La séptima plaga de Egipto, en la que se dice que Yavé llovió granizo sobre la tierra de Egipto y, mezclado con el granizo, cayó fuego 25, y los prodigios escatológicos anunciados por Joel 26, han suministrado los elementos literarios de este primer azote.
La segunda trompeta trae consigo un azote sobre el mar del todo singular. Una
montaña ardiendo es arrojada al mar, y convierte en sangre la tercera parte de él, y destruye cuantos
animales hay en sus aguas y hasta las
naves que por ellas navegan (v.8-9). El hecho de convertirse el agua en sangre recuerda la primera plaga de Egipto, en la cual el Nilo se convirtió en sangre y murieron todos los peces que en ellas había 27. En la gran montaña arrojada al mar ardiendo en llamas, algunos autores ven una alusión a alguna erupción volcánica. Pudiera ser una referencia a la gran erupción del Vesubio (año 79 d.C.), en la que fueron sepultadas por la lava las ciudades de Pompeya y Herculano 28. El recuerdo de esta catástrofe verdaderamente apocalíptica debía de perdurar todavía a fines del siglo i, cuando San Juan redactaba su libro. Y este recuerdo pudo sugerirle elementos para la descripción del segundo azote.
Al sonar la tercera trompeta
cayó del cielo un astro grande, ardiendo como una tea, sobre la
tercera parte de los ríos y de las
fuentes de agua (v.10). Este astro, llamado
Ajenjo, inficionó las aguas, causando la muerte de muchos hombres con su amargura (v.11). Sin duda que este azote se refiere a alguna epidemia causada por las aguas emponzoñadas. En
Rev_8:8-9 se hablaba de la contaminación de las aguas saladas del mar; ahora toca la vez a las aguas dulces de los ríos y de las fuentes. El astro envuelto en llamas que cae del cielo pudiera ser un ángel, por analogía con
Rev_9:1. Pero también podría ser un bólido, que en los ambientes populares habría sido considerado como el causante de la epidemia. Uno de los
Oráculos sibilinos (
Rev_5:158-161) también anuncia la caída de un astro que secará el mar profundo y consumirá a Babilonia (Roma) y a Italia 29. En el libro cuarto de Esdras (
Rev_5:9) se habla de las aguas dulces convertidas en amargas, que es considerado como un signo precursor de la proximidad del fin del mundo. El
ajenjo (Artemisia absinthium) era una planta muy conocida en la antigüedad por su sabor, el más amargo de todos. En el Antiguo Testamento, el ajenjo es símbolo de la injusticia, de la idolatría y de los castigos divinos 30. Las aguas emponzoñadas con el ajenjo del Apocalipsis mataron a
muchos hombres. No se especifica que fuera una tercera parte, como en las trompetas anteriores, sino que se habla de una manera general e indeterminada. Se pueden percibir en esta
tercera, trompeta reminiscencias de la primera plaga de Egipto 31.
La cuarta trompeta trae consigo el
oscurecimiento de la
tercera parte del sol, de la luna y
de las estrellas (v.12). También Dios creó los astros para servicio del hombre, a fin de que le sirvieran con su luz. Por eso su oscurecimiento es una señal de mal augurio para los hombres. Se debe de tratar de eclipses parciales, que eran de mal presagio para los antiguos. En las descripciones apocalípticas de la Sagrada Escritura y de la literatura judía posterior nunca faltan estos fenómenos celestes 32. Con ellos se quiere indicar que los astros, criaturas de Dios, también tomarán parte en los castigos divinos contra la humanidad. El azote desencadenado por esta cuarta trompeta depende evidentemente de la novena plaga de Egipto, en la que las tinieblas cubrieron durante tres días la tierra 33. En el libro de la Sabiduría, el autor sagrado se complace en ponderar la grandeza de esta plaga 34.
De esta manera, la tierra, el mar, las aguas dulces y los astros han sido heridos sucesivamente en un tercio. Esto muestra que la descripción del vidente de Patmos es una cosa convencional y artificial, para significar los castigos que habían de venir sobre el mundo. Del mundo material sólo quedan el
aire, que será herido al sonar la séptima trompeta, y el Abismo, o sea el hades, del cual se hablará al tratar de la quinta trompeta.
Un águila anuncia tres calamidades,Rev_8:13.
13
Vi y oí un águila, que volaba por medio del cielo, diciendo con poderosa voz: ¡Ay, ay, ay de los moradores de la tierra por los restantes toques de trompeta de los tres ángeles que todavía han de tocar! Los castigos desencadenados por las cuatro primeras trompetas han alcanzado directamente sólo a la tierra y a los astros. Los nombres han sido alcanzados hasta aquí sólo indirectamente. Las otras tres trompetas que quedan traerán consigo una creciente intensidad de los azotes, que alcanzarán a los hombres directamente, y sus efectos serán mucho más graves. Esto nos lo muestra el profeta con la breve introducción de
Rev_8:13. Un
águila aparece en lo alto del cielo para que se oiga bien de todas partes lo que va a decir. Con poderosa voz amenaza a los moradores de la tierra con las tres trompetas que todavía no han sonado. El águila profiere tres
ayes contra los habitantes de la tierra 35, es decir, contra los paganos. Los tres
ayes corresponden a las tres calamidades que provocarán las tres últimas trompetas. El
ay (
vae)
amenazador, empleado con tanta frecuencia en la literatura bíblica 36 y extrabíblica 37, es exactamente lo opuesto de
bienaventurados (
beati),
y presupone el anuncio o el deseo de que venga algún castigo.
El P.E.B. Alio nota, a propósito del segundo áí, que también los cristianos serían alcanzados por la calamidad. Pero San Juan hablaría como si no hiriera a los cristianos, porque supone que ellos se aprovecharían de esta ocasión para purificarse 38. En este sentido, los azotes serían presentados como pruebas providenciales, que prácticamente sólo harían daño a los paganos. Para los cristianos serían un medio de perfeccionamiento.
La imagen del águila no es nueva en la Sagrada Escritura, pues la emplea Jeremías para significar la rapidez con que vendrá el castigo sobre Moab y Edom 39. Pero los pasajes de Jeremías no tienen la solemne belleza del águila de San Juan, amenazando desde lo alto del cielo a la tierra con los azotes que traerán las trompetas que faltan. Las escenas de las tres trompetas restantes están separadas de las precedentes, siguiendo la ley de la ruptura de los septenarios después del cuarto (=4 + 3). De las tres calamidades que aún quedan, la quinta se termina en
Rev_9:12; la sexta en
Rev_11:13, y la séptima abarcará todo el fin del Apocalipsis, a cuyo final parece servir como de introducción (
Rev_11:15-19). De aquí podemos deducir que este septenario es de estructura semejante a la del precedente, es decir, al de los siete sellos.
1 Dom Guiu M. 2 Camps, o.c. p.283. 3 Tob 12:15. 4
Dan_10:13;
Dan_12:1. 5 Lc 1:19. 6
Libro de Henoc 20:2-8; cf. 4 Esdr 4:36. 7 Cf.
Isa_27:13; Jl
2:1; Mat_24:31;
1Co_15:52. 8
Rev_6:9. 9 Cf.
Rev_11:19;
Rev_14:17;
Rev_15:5-8; 16:17- 10 Cf.
Tob_12:12-15. 11 Cf. Aps,8. 12
Zac_1:12;
Tob_12:12-15; cf.
Libro de Henoc 9:3-n; 15:2-16:2; Test, de
Levi 3:5-8; Test,
de Judá 24:2;
Baruc griego 12:3-13:5- 13 Cf.
Rev_5:8. En el
Sal_141:2 se compara ya la oración al humo del incienso: Séate mi oración como incienso ante ti. 14 Cf.Ap 15-16. 15 Cf.
Eze_38:22;
Sab_2:16;
Eze_16:16-19;
Eze_17:1-20. 16 Esto ya fue advertido por San Ireneo (Adv. haer
. 4:30:4). 17 Cf.
Gen_1:28ss. 18
Joe_2:1-3.15- 19
Mat_24:31. 20
1Te_4:16;
1Co_15:52. 21 Libro 4
Esd_6:23 ; Salmos de Salomón n,i; Oráculos sibil. 8:239. 22 4 Esdr 7:30. 23 Cf. M. García Cordero, o.c. p.97. 24 Anuales 15:47. 25
Exo_9:24 26 J13.3. 27
Exo_7:20-21; cf.
Sof_1:3. 28 Cf. T. W. Crafer,
The Revelation of St. John the Divine, en A
New Commentary on Holy Scripture (Londres 1929) p.ó92; P. Touilleux, o.c. p-54; A. Gelin, o.c. p.619. 29 Cf. Strack-Billerbeck, o.c. III p.8o8; A. Gelin, o.c. p.óao. 30 Cf.
Amo_5:7; Jer9,iS;
Deu_29:17. 31 Cf.
Exo_7:19-25- 32 Cf.
Amo_8:9;
Joe_3:15;
Mat_24:29; Me 13:24; 4 Esdr 5:4, 33
Exo_10:21-29. 34 Sab 17,iss. 35 Cf.
Rev_9:4.20;
Rev_11:10. 36 Cf.
Num_21:29;
1Re_13:30;
Amo_5:16;
Mat_11:21;
Mat_23:1353;
Mat_24:19;
Mat_26:24;
Mar_13:17;
Luc_17:1. 37 Cf. A. Díez Macho, Estudio de la hazará en la Poética hebraica de Mosén Ibn Ezra y en el texto masorético: Sefarad 7 (1947) 21. 38 E. B. Allo, o.c. p.136. 39
Jer_48:40;
Jer_49:16.