Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)
Un pueblo santo. El discurso de Moisés enfoca ahora la necesidad de que Israel tome la tierra de quienes actualmente la habitan. Al escoger a Israel y darles la tierra de Canaán, Dios también rechazaba a sus actuales habitantes, y ponía fin a su derecho de vivir allí. Esto siempre había estado implícito en la promesa (Exo. 3:17; 23:23).
La lista de las naciones muestra que los ocupantes de la tierra no eran una sola raza, sino distintos grupos que habitaban en distintas partes del territorio, y probablemente tenían un buen número de ciudades fortificadas. Poco se conoce de los ferezeos, heveos o gergeseos (pero véase Jos. 11:3; Jue. 3:3 para alguna ubicación). Los términos
amorreos y
cananeos pueden tener significados más amplios o limitados, refiriéndose por un lado a los pueblos de Canaán en general (como en Gén. 15:16) o, por otro lado, en referencia a grupos particulares (ver Jos. 5:1; 11:3). Los heteos, que controlaban un imperio en Anatolia y Siria en los si glos XV y XIV a. de J.C., aparentemente eran pueblos migratorios (ver Gén. 23). Los jebuseos controlaban Jerusalén (ver Jos. 15:63).
Una de las razones del porqué se ordenó destruir a los cananeos fue porque estaban bajo el juicio de Dios a causa de sus pecados. En la Biblia, el comienzo de su historia se traza hasta su antepasado Cam, el hijo de Noé (Gén. 10:6, 15-18). Canaán, el hijo de Cam, estaba bajo maldición debido a la falta de respeto filial que Cam había demostrado para con su padre (Gén. 9:20-25). Cuando la tierra de Canaán les fue prometida a los descendientes de Abraham, no les fue entregada inmediatamente porque hasta ahora no ha llegado al colmo la maldad de los amorreos (Gén. 15:16). Según Deut., la impiedad de esta gente era extremada y evidentemente grande; por lo tanto, era tiempo para el juicio (9:5).
La orden de destruir estos pueblos era absoluta. Ya se ha notado que estaba basada sobre la idea de Dios como señor y juez en la vida de Israel y de todo el mundo (ver 2:34, y las notas ahí). Los versículos bajo consideración (1-6) explican un poco más la orden. Israel, el pueblo de Dios, debía librarse de la maldad y corrupción de la religión y vida de esa nación. La visión de Dios es que haya un pueblo que le conozca y se convierta en un tipo de sociedad especial a causa de ese conocimiento. El hecho de que Israel tuviera que vivir junto a estos pueblos y permanecer fiel al pacto era considerado como algo difícil y hasta imposible. Inevitablemente (en parte a través de matrimonios mixtos, v. 3), el pueblo del pacto cesaría de ser distinto; la adoración al Señor sería opacada por la de Baal (v. 4). Si esto llegaba a suceder, todo el propósito del rescate de Israel de Egipto para que fuera un pueblo diferente se echaría a perder. La eliminación de los cananeos tenía como meta, sobre todas las cosas, desarraigar la falsa religión que practicaban (v. 5).
La destrucción de los cananeos, por lo tanto, es parte de la guerra entre la verdadera y falsa religión (ver también Ef. 6:12). Al igual que el juicio sobre el mundo con el diluvio, este tipo de destrucción sólo estaba diseñada para que sucediera una sola vez (Gén. 9:15b), y mostrar, en la vida de Israel, que Dios se opone totalmente a la adoración de otros dioses, lo cual trae consigo toda clase de males.
Al expresar el porqué Dios rechazó a los cananeos sobresale la razón para su elección de Israel. Los vv. 6-11 explican un poco más esta elección. Primero, decir que Israel fue
escogido es como decir que era
santo (v. 6). Ambas ideas significan la separación de este pueblo para que perteneciera especialmente a Dios (como un pueblo especial, como el tesoro personal de un rey; ver Exo. 19:5).
Segundo, no tiene nada que ver con el poder de Israel (v. 7); el pueblo de Dios no debe sentirse capaz de gloriarse en eso (ver 8:17). Ellos no han hecho nada para merecer el amor que ha llevado a Dios a rescatarlos de Egipto (v. 8).
Tercero, la elección de Israel conlleva obligaciones. Dios había hecho un pacto a causa de su amor y el mostraría su fidelidad para con el mismo, pero a cambio él esperaba un amor que estuviera dispuesto a ser obediente (v. 9). Al señalar el empeño de Dios por expulsar a los cananeos, también se advierte seriamente a Israel para que no tome livianamente su relación con él. La señal de que esa relación era verdadera no sería por el nombre de Is rael, ni por ninguna otra marca externa, sino únicamente la disposición de cumplir los mandamientos de Dios (vv. 10, 11). Este es el otro lado de la santidad. La misma advertencia aun encuentra eco en el NT (p. ej. Rom. 9:30-32), y actualmente se aplica no sólo a los judíos sino también a los cristianos.
Cuarto, la elección de Israel, y el rechazo de los cananeos, no era sólo para beneficio de Israel. Aunque no es muy evidente en Deut., no debe olvidarse cuál era el propósito a largo alcance para la elección de Israel; es decir, bendecir a todos los pueblos de la tierra (Gén. 12:3). Cuando Dios trajo a Israel a su tierra estaba dando un paso más en esta dirección. Israel en su pacto con Dios podía mostrar al mundo cómo es Dios; si eran fieles.
Los siguientes versículos (12-15) permiten dar un vistazo a un pueblo obediente y bendecido por Dios. La bendición pertenece firmemente a esta vida, de acuerdo con la visión de Deut. De esta manera Dios afirma que el mundo que ha hecho es bueno (ver Gén. 1), y que es posible para la gente gozarse en él. Sin embargo, las bendiciones a las cuales se hace referencia aquí también pueden verse como señales de las buenas intenciones de Dios para su pueblo en la vida venidera, tanto como en la era presente.
Moisés finalmente regresa al tema inicial del capítulo: La necesidad de permanecer intocable ante las malvadas prácticas de Canaán (vv. 16-20). Al mismo tiempo insta otra vez al pueblo para que no teman al enemigo haciéndoles recordar sus fracasos en el pasado (1:26-28), como también el poder de Dios para derrotar a los cananeos de la misma manera que había derrotado a los egipcios (ver 1:29). Moisés hace hincapié en el hecho de que Dios es el que verdaderamente saldrá victorioso. (La palabra traducida
avispa en el v. 20 es oscura [bien puede ser una imagen de pánico y confusión;
cf. Exo. 23:28; Jos. 24:12], pero la enseñanza es clara: el Señor tiene sus propios medios para llevar a ca bo sus planes.) El v. 22 sugiere una clave en cuanto a que la conquista no será nada fácil ni mucho menos rápida, como el pueblo descubriría más tarde (Jos. 13:1). Sin embargo, si eran fieles ésta sería inevitable; y debía completarse. Inclusive los nombres de los pueblos antiguos (representados por sus
reyes) deberían ser borrados (v. 24).
Los mandamientos finales (vv. 25, 26) requerían la destrucción de todos los objetos que eran parte de la religión falsa, y asumir el odio especial que Deut. proyecta contra las imágenes. El pueblo no debe ser tentado por los ídolos a causa del valor de los materiales con que están hechos (v. 25). Inclusive el manosear estas cosas es jugar con fuego. Por lo mismo, caen bajo la misma maldición en que están los que hacen uso de ellos (2:34; 7:2).