Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
41. Los Sueños del Faraón.
E xisten duplicados, repeticiones y pequeñas anomalías redaccionales, que reflejan yuxtaposición de dos fuentes diversas.
1
Al cabo de dos años soñó el faraón que estaba a orillas del río, 2
y veía subir de él siete vacas hermosas y metidas en carnes, que se pusieron a pacer entre los juncos, 3
pero he aquí que después subieron del río otras siete vacas feas y muy flacas, y se pusieron junto a las siete que estaban a la orilla del río, 4
y las siete vacas feas y flacas se comieron a las siete hermosas y gordas; y el faraón se despertó. 5
Volvió a dormirse, y por segunda vez soñó que veía siete espigas, que salían de una sola caña de trigo muy granadas y hermosas; 6
pero detrás de ellas brotaron siete espigas flacas y quemadas por el viento solano, 7
y las siete espigas flacas y quemadas devoraron a las siete espigas hermosas y granadas, y se despertó el faraón. Este fue el sueño. 8
A la mañana estaba perturbado su espíritu y mandó llamar a todos los adivinos y a todos los sabios de Egipto; les contó su sueño, pero no hubo quien lo interpretara. 9
Entonces habló al faraón el jefe de los coperos, diciendo: Ahora me acuerdo de mi falta. 10
Estaba el faraón irritado contra sus siervos, y nos había hecho encerrar en la casa del jefe de la guardia a mí y al jefe de los reposteros. 11
Tuvimos ambos un sueño, la misma noche yo y él, cada uno el suyo y de distinta interpretación. 12
Estaba allí con nosotros un joven hebreo, siervo del jefe de la guardia, y le contamos nuestros sueños, y él nos dio la interpretación; a cada uno le interpretó el suyo, 13
y como lo interpretó él, así nos sucedió: yo fui restablecido en mi cargo y él fue colgado. 14
Mandó, pues, el faraón llamar a José, y apresuradamente le sacaron de la prisión. Se cortó el pelo, se mudó de ropas y se fue a ver al faraón. 15
Este le dijo: He tenido un sueño, y no hay quien me lo interprete, y he oído decir de ti que en cuanto oyes un sueño lo interpretas. 16
José respondió: No yo; Dios será el que dé una respuesta favorable al faraón. 17
Habló, pues, el faraón a José: Este es mi sueño: Estaba yo en la ribera del río, 18
y vi subir del río siete vacas gordas y hermosas que se pusieron a pacer en el juncal; 19
y he aquí que detrás de ellas subían otras siete vacas malas, feas y flacas, como no las he visto en toda la tierra de Egipto, 20
y las vacas malas y feas se comieron a las primeras siete vacas gordas, 21
que entraron en su vientre sin que se conociera que habían entrado, pues el aspecto de aquéllas siguió siendo tan malo como al principio. Y me desperté. 22
Vi también en sueños que salían de una misma caña siete espigas granadas y hermosas, 23
y que salían de ella siete espigas malas, secas y quemadas del viento solano, 24
y las siete espigas secas devoraron a las siete hermosas. Se lo he contado a los adivinos y no ha habido quien me lo explique.
También el faraón tiene sus sueños, que, a su juicio, le son enviados por su padre Ra para amonestarle sobre los sucesos venideros y darle ocasión de tomar medidas oportunas. Los sacerdotes eran los encargados, mediante sus secretos mágicos, de explicar los sueños. He aquí uno de tantos sueños del faraón contados por la literatura egipcia: En el año quinto de Merneptah, los tirsenos, los sardanos, los licios, los aqueos y libios atacaron en masa el Delta. El rey quería ir contra ellos, pero Ptah le apareció en sueños y le ordenó no moverse y enviar tropas a los territorios ocupados por el enemigo... Un reyezuelo etiópico (entonces egipcio) vio, durante la noche, dos serpientes, una a la derecha y otra a la izquierda. Se despertó. Las serpientes habían desaparecido. Era un sueño. Los intérpretes declararon que un brillante porvenir estaba reservado al soñador, el cual, dominando ya el Alto Egipto, habría de conquistar pronto Egipto septentrional y hacer aparecer sobre la cabeza el buitre, símbolo del Sur, y la cobra, símbolo del Norte.2
En nuestro caso, el faraón vio en sueños salir del Nilo sostén de la agricultura y ganadería egipcias a siete vacas gordas que pastaban en la orilla verde. Después vio otras siete vacas flacas que traían tal hambre, que devoraron a las vacas gordas. Estos datos fantásticos e inverosímiles son muy compatibles con los sueños. Un segundo sueño similar al primero dejó perplejo al faraón: siete espigas rellenas y granadas salían de un tallo. Después salieron otras siete espigas quemadas del solano. Al día siguiente, el faraón contó el sueño a sus íntimos, y ningún intérprete sabía explicar los dos misteriosos sueños. Llamó a todos
los adivinos... (v.8); la frase es hiperbólica, para designar a los mejores especialistas en sueños, que de seguro vivían en la ciudad de la corte. Ante el resultado negativo, se acordó el
copero del rey de lo que le había sucedido a él en la cárcel cuando José le interpretó su sueño, que resultó como dijo (v.13). Inmediatamente el faraón mandó sacar al joven hebreo, el cual se rasuró y cambió de vestidos3. El rey creía que se hallaba ante algún adivino, y así le pide que interprete el sueño con su ciencia mágica;
pero José dice que su ciencia viene de Dios (v. 16). El faraón entonces cuenta su sueño, insistiendo en lo de las vacas flacas, que eran tales que después de devorar a las gordas seguían tan macilentas como antes (v.21).
Interpretación del Sueño (25-36).
25
José dijo al faraón: El sueño del faraón es uno solo. Dios ha dado a conocer al faraón lo que va a hacer. 26
Las siete vacas hermosas son siete años, y las siete espigas hermosas son siete años; el sueño es uno solo. 27
Las siete vacas flacas y malas que subían detrás de las otras son otros siete años, y las siete espigas secas y quemadas del viento solano son siete años de hambre. 28
Es lo que he dicho al faraón: que Dios le ha hecho ver lo que va a hacer. 29
Vendrán siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto, 30
y detrás de ellos vendrán siete años de escasez, que harán se olvide toda la abundancia en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra. 31
No se conocerá la abundancia en la tierra a causa de la escasez, porque ésta será muy grande. 32
Cuanto a la repetición del sueño al faraón por dos veces, es que el suceso está firmemente decretado por Dios, y que Dios se apresurará a hacerlo. 33
Ahora, pues, busque el faraón un hombre inteligente y sabio y póngale al frente de la tierra de Egipto. 34
Nombre el faraón intendentes que visiten la tierra y recojan el quinto de la cosecha de la tierra de Egipto en los tiempos de la abundancia; 35
reúnan el producto de los años buenos que van a venir, y hagan acopio de trigo a disposición del faraón, 36
para mantenimiento de las ciudades, y consérvelo para que sirva a la tierra de reserva para los siete años de hambre que vendrán sobre la tierra de Egipto, y no perezca de hambre la tierra.
Era la vaca en Egipto el símbolo de Isis y de Hator, diosas de la fertilidad, la cual en este caso sería muy grande o muy escasa, según indica el número de siete, número de perfección, intensidad y plenitud. Es cosa sabida que la fertilidad del suelo de Egipto depende de las inundaciones periódicas del Nilo 4, el cual se alimenta de las lluvias torrenciales de Nubia y Abisinia. Pero no siempre estas inundaciones son tan regulares y abundantes que libren a Egipto de la carestía y del hambre. Si la inundación es escasa y no alcanza más que a regar una porción del suelo, la cosecha será insuficiente. Asimismo, si la inundación es excesiva y prolongada, retarda la sementera y la maduración de la mies. Y esto suele ocurrir varios años seguidos. A un faraón de la III dinastía le hacen decir los sacerdotes del dios Khnum: Está desolado porque el río no se desborda ya hace siete años. Falta el grano, los campos están secos y escasea el alimento.
Los sueños del faraón están muy en armonía con la naturaleza de Egipto. El ganado vacuno abundaba en el valle del Nilo. El faraón explica el sueño de las vacas gordas y las flacas, y el de las siete espigas rozagantes y las quemadas. Ambos sueños tienen una misma significación según la interpretación de José. Las siete vacas gordas y las siete espigas granadas son anuncio de siete años de abundancia, mientras que las vacas macilentas y las espigas secas son presagio de siete años de escasez y hambre. Y una prueba de que esto sucederá así de manera irrevocable es la reiteración de los sueños enviados por Dios (v.32). En un texto de la época ptolomaica, pero refiriéndose a un hecho de la época de Zoser (de la III dinastía, s.XXV a.C.), se dice que hubo un hambre en Egipto durante siete años por fallar las inundaciones periódicas del Nilo. El faraón, por consejo de Imhotep, ofreció sacrificios al dios Khnum, y el río empezó a crecer, siguiendo después una época de abundancia5. Estos textos hacen verosímil el relato bíblico, aunque no encontremos alusiones en los textos egipcios al caso narrado por la Biblia. José aconseja que se nombre un intendente para que reserve la
quinta parte de las cosechas durante los años de abundancia para los años de sequía. En Egipto existían graneros por todo el imperio para guardar las cosechas. Los egipcios eran el granero exportador de la antigüedad; así, sabemos que vendían al país de los hititas (Asia Menor) en tiempos de Merneptah (s.XIII a.C.). Conocemos cómo eran esos graneros, y el intendente jefe de los graneros era uno de los cargos principales en la corte faraónica6. El relato bíblico recibe así nueva luz, ya que está perfectamente ambientado en el marco histórico egipcio.
José, Virrey de Todo Egipto (37-49).
37
Parecieron muy bien estas palabras al faraón y a toda su corte, 38
y el faraón dijo a sus cortesanos: ¿Podríamos, por ventura, encontrar un hombre como éste, lleno del espíritu de Dios? 39
y dijo a José: Toda vez que Dios te ha dado a conocer estas cosas, no hay persona tan inteligente y sabia como tú. 40
Tú serás quien gobierne mi casa, y todo mi pueblo te obedecerá; sólo por el trono seré mayor que tú, 41
y añadió: He aquí que te pongo sobre toda la tierra de Egipto. 42
Quitóse el faraón el anillo de su mano y lo puso en la mano de José; hizo que le vistieran blancas vestiduras de lino y puso en su cuello un collar de oro, 43
y mandó que, montado sobre el segundo de sus carros, se gritara ante él abrek, y así fue puesto al frente de toda la tierra de Egipto. 44
Díjole también el faraón: Yo soy el faraón, y sin ti no alzará, nadie mano ni pie en toda la tierra de Egipto. 45
Llamó el faraón a José con el nombre de Zâfnat Panêaj, y le dio por mujer a Asenet, hija de Putifar, sacerdote de On. Salió José por toda la tierra de Egipto. 46
Tenía treinta años cuando se presentó al faraón, rey de Egipto, y le dejó para recorrer toda la tierra de Egipto. 47
La tierra produjo a montones durante los siete años de abundancia, 48
y José recogió el producto de los siete años que de ella hubo en Egipto, y lo almacenó en las ciudades, depositando en cada una de ellas los productos de los campos que la rodeaban, 49
llegando a reunir tanto trigo como las arenas del mar; en tan gran cantidad, que hubo que dejar de contar, porque no podía contarse.
No es raro, en las naciones donde el poder está concentrado en una persona, la exaltación de un favorito, de un siervo, de un eunuco de origen extranjero. En el caso nuestro, el caso es perfectamente verosímil suponiendo que el faraón que encumbró a José era de la raza de los
hicsos, pueblo asiático que en el siglo XVIII a.C. atravesó Palestina y se apoderó del Delta egipcio, dominando aquí dos siglos, hasta que los reyes indígenas, bajados del Alto Egipto, lograron expulsarlos en el siglo XVI a.C. Así, pues, podemos suponer que los faraones hicsos favorecían sistemáticamente a los asiáticos para tener apoyo en contra de los nativos, que suspiraban por una dinastía indígena. El faraón, al reconocer una sabiduría superior en el asiático José, le nombra
visir o lugarteniente suyo en todo el reino (v.40). En el siglo XV existe un doble intendente: uno para el norte, residente en Heliópolis (El Cairo actual), y otro en el sur, residente en Tebas. A él (intendente) incumbía la distribución de las aguas y el cuidado de fijar anualmente las instrucciones generales para el laboreo. Nombraba el jefe del doble granero y sus subordinados, encargados directamente de la siega y recolección; cada año después de la recolección había una gran ceremonia, en la que el jefe del doble granero proclamaba ante el rey el resultado de la cosecha. No pasaba nada en el país que no fuera comunicado al visir, y nada se decidía sin haber sido sometido antes a él. Así, se puede decir que gobernaba Egipto como virrey.7 Es comprensible la afirmación enfática de que nadie alzará mano ni pie en toda la tierra de Egipto sin consentimiento de él (v.44). Era realmente el segundo después del faraón, que
sólo por el trono será mayor que él (v.40). Todo el pueblo le obedecerá8. La única distinción entre José y el faraón será la dignidad real, el trono. Y le entrega las insignias del mando: el
anillo con el sello que autenticaba oficialmente los documentos públicos, el vestido de lino, distintivo de la aristocracia del país, y un collar de oro (v.42). Todo esto está en armonía con las costumbres egipcias9. En los sepulcros de Tell Amarna, Amenofis IV aparece echando desde una ventana joyas y anillos de oro al pueblo. En los tesoros sepulcrales abundan los collares de oro y los anillos. Al príncipe Horeheb se le impone solemnemente el
collar de oro, y en una estela de Setis I aparece el rey imponiendo el collar de oro a un cortesano llamado Horkhem. En el caso de José, el faraón, para solemnizar su investidura como virrey de Egipto, le hace subir a un carro detrás del rey, mientras se gritaba delante de él
abrek (v.43). Son diversas las explicaciones que se dan de esta palabra, que se supone egipcia. Así, se cree que es una adulteración del egipcio
ab(
n)-
rek (tu mandato es nuestro deseo), aunque muchos autores afirman que nos hallamos ante una palabra semítica, relacionada con la idea de bendecir (
barak)10. Con este motivo le impuso un nombre egipcio:
Zâfnat Panêaj (v.45), que la Vg. traduce salvatorem mundi, y los LXX transcriben defectuosamente øïíèïìöáíÞ÷. Sin duda que nos hallamos ante un nombre netamente egipcio transcrito dialectalmente al hebreo. Se ha propuesto un nombre teóforo egipcio:
de (
d)
pnt (
er)
ef onj (dijo dios: él es viviente)11. También el nombre de la mujer de José es netamente egipcio:
Asenet (v.45), que parece la transcripción defectuosa de
As-Neit (ella es de Neit, diosa de Sais)12. Era hija del sacerdote de
On o Heliópolis, junto a El Cairo actual. Su padre es llamado
Putifar (en el TM Poti Fera), nombre similar al del mercader que le compró (aunque en el TM es Poti Fa, 39:1), que se suele traducir por don de Ra (
Pa-di-pa-Ra), que era el dios solar de Heliópolis (ciudad del sol:
Pi-Ra)13. Herodoto dice que el colegio sacerdotal de Heliópolis era un gran centro cultural14. José, pues, al casarse con una hija de un sacerdote de Heliópolis, se relacionaba con la clase alta egipcia. Encumbrado al más alto rango egipcio, José se dedicó a recorrer Egipto para conocerlo y tomar las medidas pertinentes para una buena administración, de forma que se pudieran hacer reservas para los tiempos de escasez. Los años de abundancia fueron tales que no había posibilidad de hacer un recuento de las cosechas (v.49)15.
Hijos de José (50-52).
50
Antes que llegara el tiempo de la escasez, naciéronle a José dos hijos, que le parió Asenet, hija de Putifar, sacerdote de On. 51
Dio al primero el nombre de Manasés, porque dijo: Dios me ha hecho olvidar todas mis penas y toda la casa de mi padre; 52
y al segundo le llamó Efraím, diciendo: Dios me ha dado fruto en la tierra de mi aflicción.
La prosperidad que Dios otorgó a José no sería completa si careciera de hijos. Por eso el autor sagrado nos cuenta luego los que le dio la única esposa egipcia, Asenet. Como en otros casos, los nombres de los hijos son interpretados como expresión del reconocimiento hacia Dios por el don recibido en ellos.
Manasés (Menasseh: habiendo olvidado o habiendo hecho olvidar, de
nasah, olvidar).
Efraím (me ha hecho fecundo, de
farah, ser fecundo). De hecho, la tribu de Efraím ha de ser la de territorio más fértil en la repartición de la tierra de Canaán.
Medidas de Gobierno Durante la Escasez (53-57).
53
Acabáronse los siete años de abundancia que hubo en Egipto, 54
y comenzaron los siete años de escasez, como lo había anunciado José; y hubo hambre en todas las tierras, mientras había pan en toda la tierra de Egipto; 55
y clamaba el pueblo al faraón por pan, y el faraón decía a todos los egipcios: Id a José y haced lo que os diga. 56
Cuando el hambre se extendió por toda la superficie de aquella tierra, abrió José los graneros, y lo que en ellos había se lo vendía a los egipcios, pues crecía el hambre en la tierra de Egipto. 57
De todas las tierras venían a Egipto a comprar a José, pues el hambre era grande en toda la tierra.
Cuando llegaron los años de escasez fue el gran triunfo de José. Gracias a sus previsiones, las gentes tenían algo que comer. La orden del faraón
Id a José es la apoteosis del humilde esclavo hebreo, encumbrado a la más alta dignidad de Egipto por designios ocultos de Dios, que aprovechará esta escasez para que sus hermanos desciendan a Egipto. Por la persistente sequía, los pueblos vecinos a Egipto tuvieron que ir al país del Nilo a buscar provisiones, ya que por su situación especial era el país donde se solían salvar las cosechas aun en tiempos de sequía. El faraón Amenhemet I (s. XX a.C.) se gloría de haber calmado el hambre de sus súbditos en estos términos: He dado al pobre, he alimentado al huérfano, he admitido al que no tenía nada como al que tenía algo... He favorecido el cultivo del trigo, y amo al dios de la cosecha. El Nilo me saludaba en todo el valle. No hay hambrientos en mi tiempo, y nadie tiene sed16. En los monumentos egipcios aparecen caravanas de asiáticos llegando a Egipto para aprovisionarse en tiempos de escasez, pues Egipto era el granero de la antigüedad. El autor sagrado prepara así el relato de la peregrinación de los hijos de Jacob al país de los faraones.
2 Montet, La vie quotidienne en Egypte... 47. 3 Los egipcios eran muy pulcros y se rasuraban cuidadosamente. Véase Herodoto, II 36-37; montet, o.c., 73. En los monumentos egipcios sólo los asiáticos y gentes de baja condición son representados con barba. 4 Herodoto llama a Egipto el don del Nilo (II 2). 5 Cf. J. Vandier,
La famme dans l'Egypie ancienne (El Cairo 1936) 132-139; J. B. Pritchard,
Ancient Near Eastern Texis... 31-32. 6 En el museo de El Cairo se conservan graneros en miniatura, que nos dan idea de los que existían en Egipto. En ellos se han encontrado granos de trigo (Mallon,
Les Hébreux en Egypte [Roma 1921] 84-85). 7 Drioton-Vandier,
L'Egypte (1938) 439-443; J. B. Pritchard,
Ancient Near Eastern Texts... 212-214; A. Clamer, o.c., 446. 8 Lit. el TM: sobre tu boca besará todo mi pueblo. Hemos preferido la versión de los LXX: todo mi pueblo obedecerá a tu boca. 9 Mallon, Les Hébreux en Egypte 72-73. 10 La transcripción hebrea
abrek corresponde al egipcio imperativo plural (Erman-Grapow,
Grand Dictionnaire egyptien de Berlín I 466). Véase Chaine, o.c., 398. 11 Conocemos muchos nombres teóforos egipcios de este tipo: de
Isit ef onj (dice: Isis es viviente),
de Amon ef onj (dice: Amón es viviente), etc. Son frecuentes en la dinastía XX. 12 Nombres de este tipo aparecen en la d.XVIII (s.XV a.C.):
Af-en-Anión (él es de Amón),
Af-Jonsu (él es de Jonsu). 13 Otros autores proponen como equivalente de Putifar: Ñ
hotep Har (don de Horus). Encontramos nombres como
Pa-di-Amon (aquel a quien Amón da), etc. 14 Herodoto, II 3. 15 Existen bajorrelieves y pinturas con inscripciones en las que se describe la faena de las cosechas con el escriba oficial, que en una tablilla toma nota de las medidas de trigo para ver lo que corresponde al faraón. 16 Mallon, Les
Hébreux en Egypte 81-82.